El presidente Pedro Castillo, el premier Héctor Valer y la navaja de Hanlon

El presidente de Perú, Pedro Castillo, sale del Congreso después de su ceremonia de juramentación, en Lima, Perú, el 28 de julio de 2021. (Angela Ponce/Reuters)
El presidente de Perú, Pedro Castillo, sale del Congreso después de su ceremonia de juramentación, en Lima, Perú, el 28 de julio de 2021. (Angela Ponce/Reuters)

La mañana del miércoles 2 de febrero, Héctor Valer, flamante presidente del Consejo de Ministros peruano —quien debe ser aún confirmado por el Congreso—, dio una entrevista a la principal radio del país, RPP. En ella, entre muchas otras cosas llamativas, el también congresista dijo lo siguiente: “La constitución del nuevo gabinete ministerial no fue de la noche a la mañana, fue un proceso de maduración aproximadamente desde el 9 de enero”.

Valer postuló al parlamento con el partido ultraconservador Renovación Popular, fue separado de esa bancada semanas antes de jurar el cargo y pasó a sumarse a una segunda, que abandonó unos meses después para formar una nueva. Camino a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, como congresista electo por Renovación Popular, el ahora primer ministro hizo activa campaña contra Pedro Castillo. En un video de inicios de junio de 2021, que volvió a circular ayer luego de su designación como premier, Valer decía: “Mi familia y yo hemos decidido no votar por el comunismo, no votar por Castillo”.

La afirmación de Valer sobre el supuesto “proceso de maduración” que condujo a su designación como premier cobró mayor importancia horas después, al igual que la apelación a su familia en campaña. Menos de 24 horas luego de que Valer jurara el cargo ante el presidente Pedro Castillo, los peruanos pudimos saber que el primer ministro contaba con un florido historial de agresiones a su hija y esposa, quien falleció el año pasado.

Según informaron distintos medios, en octubre de 2016 ambas denunciaron a Valer en una comisaría de Lima. De acuerdo a los reportes policiales, la hija del ahora premier, que tenía entonces 29 años, indicó que este “le propinó bofetadas, puñetes, patadas en el rostro y diferentes partes del cuerpo y jalones de los cabellos”. Por su parte, la esposa de Valer firmó en su denuncia que su marido “le propinó un puñete en el rostro y un empujón contra el suelo”. Meses después, una jueza dictó “medidas de protección” por “violencia física” a favor de la esposa y prohibió a Valer “cualquier conducta que constituya violencia o acoso en agravio bajo apercibimiento de ser denunciado penalmente por el delito de desobediencia o resistencia a la autoridad”.

Si la prensa peruana no tardó ni 24 horas en conseguir esta información y, según el propio Valer, su incorporación al gobierno de Pedro Castillo no ocurrió “de la noche a la mañana” sino que fue fruto de un proceso de semanas, ¿cómo es posible que el presidente o sus allegados no pudieran realizar las verificaciones y chequeos pertinentes a la hora de elegir a la persona que ostenta el segundo cargo más importante del Ejecutivo? ¿No tiene acaso Palacio de Gobierno a su disposición todos los recursos del Estado para investigar el pasado de una persona antes de encomendarle tamaña responsabilidad?

Para la tarde del miércoles, cuando ya las denuncias circulaban en varios medios y redes sociales, la Presidencia del Consejo de Ministros anunció una rueda de prensa en la que “el jefe de Gabinete, Héctor Valer, informará a la ciudadanía sobre las últimas decisiones adoptadas en el Consejo de Ministros”.

Sin embargo, Valer no acudió. Mientras todos los medios de comunicación buscaban sus descargos, el primer ministro optó por esconderse. En la conferencia de prensa salió al quite el nuevo ministro de Defensa, quien excusó la ausencia de Valer señalando que se encontraba en “una reunión viendo los temas del derrame de petróleo y la contaminación en el mar de Ventanilla”. Luego, cuando se le preguntó por las denuncias contra el premier, el ministro de Defensa dejó una nueva frase para la cada vez más abultada historia de la infamia política peruana: “Los temas personales son personales”.

El escándalo le ha costado al gobierno el repudio generalizado, e incluso sus defensores más acérrimos, como la congresista Sigrid Bazán, de Juntos por el Perú, quien solo hace dos días seguía hablando de “un gobierno que plantea el cambio”, anunció ya que el gabinete, un día después de nombrado, no cuenta con su respaldo.

Al día siguiente de conocerse las denuncias, al mediodía del jueves 3 de febrero, Valer dio finalmente una accidentada conferencia de prensa, donde para defenderse, entre otros absurdos, mostró mensajes de cariño publicados por su hija en Facebook. Ahí también, de forma atropellada, amenazó al Congreso, señalando que “si el presidente lo cree, seré la primera bala de plata que el Congreso gastará”. Según su afiebrada metáfora, cuando eso ocurra y el parlamento le niegue la confianza a su gabinete ministerial, el presidente utilizará “la bala de oro, que es la disolución del Congreso”.

Hay quienes, intentando entender qué anima las incomprensibles decisiones del presidente, han querido ver en todo este episodio un elaborado juego de ajedrez tridimensional donde, en efecto, como parece confirmar Valer, Pedro Castillo habría planeado desde un inicio utilizar su nombramiento para forzar la censura del gabinete ministerial por parte del Congreso. Y, así, iniciar el proceso que podría conducir al cierre del parlamento. Los entiendo, está en nuestra naturaleza intentar organizar el caos y otorgar algún tipo de sentido a la sinrazón.

Pero, visto lo visto a estas alturas, ¿alguien de verdad puede creer que el presidente y su entorno, el mismo que lo condujo hace una semana a un ridículo internacional al sentarlo sin preparación alguna frente a un periodista de CNN en español, por poner un solo ejemplo, son capaces de diseñar y llevar a cabo una estrategia de esas características?

¿Que esa estrategia, de verdad, pasa por colocar al mando del Consejo de Ministros a un denunciado agresor de mujeres con la intención de que el Congreso rechace su nominación y así proseguir en su maquiavélico plan para eliminar a la oposición? ¿Que el gobierno que lleva creándose a sí mismo una crisis semanal desde el 28 de julio de 2021 y que ha conseguido que el presidente sea desaprobado por 61.5% de los peruanos tiene esa capacidad?

Una de mis expresiones favoritas lleva el nombre de “navaja de Hanlon”. La frase, acuñada originalmente en inglés, señala lo siguiente: “Nunca atribuyas a la maldad lo que se explica adecuadamente por la estupidez”. Es duro decirlo, incluso pensarlo, pero a estas alturas, con todo lo que hemos visto en poco más de seis meses, y ante este último escándalo, que debería convertir a Héctor Valer en el primer ministro más breve de nuestra historia, me parece que tiene mucho más sentido asumir, de una vez por todas, que el presidente Castillo y su gobierno no tienen idea de lo que están haciendo. Y es hora de exigir que el presidente asuma las consecuencias. Sean las que sean.

Diego Salazar es periodista y autor del libro ‘No hemos entendido nada: Qué ocurre cuando dejamos el futuro de la prensa a merced de un algoritmo’.

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