El previsible fracaso de Putin

La estrategia militar rusa en Ucrania ha señalado, fundamentalmente, cuatro objetivos que se han materializado en cuatro ejes de ataque. El primero y principal consiste en tomar Kiev con lo que consigue apoderarse del gobierno ucraniano y de sus instituciones políticas, donde se encuentra el poder de Ucrania y así dominar todo el territorio del país. Este ataque se ha hecho desde el territorio de Bielorrusia, entrando por el Norte de Ucrania.

El segundo objetivo consiste en conquistar Jarkov y su entono, donde se encuentran Chernegov y Sumy, con población de habla rusa, situado en el Nordeste, para lo cual se ha realizado un ataque con la intención de avanzar hacia Kiev desde el Este para rodearla. Un tercer objetivo trata de dominar plenamente las regiones separatistas de Lugansk y Donetsk, en toda su extensión, partiendo del territorio de dichas regiones que ya estaban en manos de los rebeldes orientales ucranianos. Para ello se ha efectuado un ataque con dos frentes.

Por último, el cuarto objetivo pretende conquistar el corredor existente entre la región de Rostov y Crimea, que corre paralelo al mar de Azov, con el propósito de unir por tierra las regiones separatistas con la península de Crimea. Hay que tener en cuenta que Crimea se abastece mayormente con agua procedente del territorio ucraniano. Todo ello con independencia de que pueda avanzar hacia Jerson y Odesa, en el sudoeste.

En una visión general del territorio ucraniano y de los cuatro ejes de ataque, se puede apreciar claramente que todos los ataques van dirigidos a territorios ucranianos situados en el este del río Dniéper donde la mayor parte de su población habla ruso, pensando que opondrían poca resistencia y pronto se podrían hacer con el control del territorio. Cosa que no ha sucedido.

Después de haber preparado durante varios meses de 2021 su estrategia militar para llevar a cabo la invasión de Ucrania violando del derecho internacional y no cumpliendo su propio compromiso contraído en el acuerdo internacional de 1994 de garantizar la independencia y la soberanía del país ucraniano, junto a Estados Unidos y el Reino Unido, a cambio de que se desmantelaran las armas nucleares desplegadas en su territorio, en los primeros ocho días de guerra Putin se encuentra ante un escenario muy complicado.

Hay varios factores que han impedido el pretendido paseo militar o guerra relámpago que iban a llevar a cabo las fuerzas militares rusas en su empeño de invadir Ucrania para hacerse cargo de su gobierno y de su territorio en unos fines expansionistas que nos recuerdan la Lebensraum nazi en la que se apoyó Hitler de acuerdo con lo señalado en la teoría geopolítica de Ratzel del espacio vital.

Entre ellos, sobresale el valor heroico del pueblo ucraniano que ha sorprendido, no solo a Rusia y a Europa, sino a todo el mundo. A ello se añade la ejemplar actuación del presidente Zelenski. A mayor abundamiento, es preciso destacar la reacción de Occidente como un ente único y la declaración de condena de toda la comunidad internacional en la Resolución A/ES-11L.1 de la Asamblea General de Naciones Unidas, aprobada por una aplastante mayoría de 141 votos sobre 193 Estados. Aunque no tiene carácter vinculante, muestra claramente el amplio rechazo internacional a la invasión rusa de Ucrania.

Otro factor lo conforma el excesivo tiempo de información y desinformación sobre sus propósitos que ha estado manteniendo Putin, lo que ha permitido que Ucrania se preparara mental y materialmente –en especial, recibiendo armamento– ante la anunciada amenaza materializada en el gran despliegue de unidades cerca de la frontera ucraniana, tanto en Rusia como en Bielorrusia.

El gran objetivo del líder ruso descansaba en hacerse con el gobierno de Ucrania e implantar un régimen títere que actuara como vasallo de Rusia. El sueño de Putin consiste en volver a reconstruir el imperio ruso en base a que consideraba y considera que Ucrania no es una nación. Como se ha comprobado, Ucrania sí es una nación integrada por un conjunto de personas con su propia identidad ucraniana, algunas de ellas hablando ruso, pero siempre defendiendo su inquebrantable amor a Ucrania.

Putin está realizando una guerra del pasado, con una mentalidad del siglo XX y no ha llegado a comprender la radical evolución política, económica, tecnológica y militar ocurrida en el mundo en el siglo XXI. La guerra tradicional rusa de empleo de un amplio espectro de unidades acorazadas y mecanizadas capaces de moverse rápida y potentemente para conseguir destruir al enemigo está obsoleta y sustituida por un tipo de guerra distinto y con un gran empleo de medios cibernéticos, nuevas tecnologías y donde la superioridad en el teatro del ciberespacio será una condición indispensable.

Por otro lado, se halla la opinión pública, tanto nacional como internacional. Hoy vivimos en un mundo global donde cualquier acontecimiento que ocurra inmediatamente se conoce en la mayor parte del mundo. Mientras que en el interior del territorio ruso la opinión pública está ciega ya que se han cerrado no solo los medios de comunicación habituales sino también los accesos a internet, en el exterior la mayor parte de la opinión pública se ha postulado en contra de la invasión rusa a Ucrania.

Y es en el campo internacional donde, con mucha probabilidad, Putin está perdiendo la guerra. No será fácil que Rusia recobre su estatus global después de esta aventura que pueda llevarla a ser considerada como un paria en el sistema interestatal mundial. El equilibrio de poder cambiará sustancialmente y es posible que nazca una nueva configuración de las relaciones internacionales. La actual rivalidad geoestratégica entre el eje asiático autoritario China-Rusia y el eje transatlántico democrático Estados Unidos-Unión Europea tiene opciones de cambio sustancial al final de esta guerra.

China, el aliado ruso en la asociación estratégica euroasiática, mantiene una postura ambigua. Por un lado, apoya a Rusia en sus «demandas de seguridad legítimas» frente a Occidente. Pero, por otro, insiste en el «respeto a la integridad territorial de todos los países» lo que encuentra muchos recelos con la actual invasión de Rusia en Ucrania, en especial sus posibles repercusiones en su relación con Taiwan.

En definitiva, la lógica estratégica nos dice que Putin se encuentra en una posición peligrosa. Es cierto que ganará batallas, pero ganar la guerra se halla en otra dimensión. Si no consigue un acuerdo político con Ucrania en poco tiempo, corre el riesgo de estancarse en una guerra mucho más larga en la que el desgaste sea de tal magnitud que pierda su credibilidad y su potencia militar a costa de que la gane Ucrania, no solo conforme llegan las armas desde Occidente, sino especialmente por el arrojo y la bravura del valiente pueblo ucraniano.

Y entonces aparece el gran dilema. Cuando Rusia necesite tener una salida airosa ante su pueblo y ante la comunidad internacional ¿Qué reclamación de Putin puede ceder Occidente y qué pedirá en reciprocidad Occidente a Rusia? La gran política tiene la palabra.

Jesús R. Argumosa Pila, general de división en la reserva, ha sido Jefe de Altos Estudios de la Defensa en el CESEDEN, principal centro docente militar conjunto de las Fuerzas Armadas españolas y pertenece a la Asociación Española de Militares Escritores.

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