El problema catalán no tiene solución. La integridad de España, sí

Estamos asistiendo este otoño al doloroso y triste declive del procés catalán y todavía nos quedan las protestas y movilizaciones, quizá violentas, como reacción a la sentencia del Tribunal Supremo en relación a los políticos en prisión. Las acusaciones por desobediencia de Torra, al que no puedo llamar ni president, el encarcelamiento de los aprendices de terrorista, las elecciones generales del 10-N y las posibles catalanas, así como la pérdida de todos los recursos interpuestos por la Generalitat en Europa y por doquier, van a crear un clima propicio al desorden, que confío resuelvan para bien las autoridades del Estado, así como también la sociedad civil organizada.

Pasada la tormenta, sería de ilusos confiar en que el conflicto haya concluido. Por un lado las condenas en firme, la firmeza institucional controlando la comunidad autónoma, los deseables pactos de Estado y, si se me permite, una potente colleja económica a los «chicos de la gasolina y las bombas», como dijera Arzalluz, CDR, que mordiera sus economías y las de sus familiares, posiblemente desactivaran el conflicto devolviendo una cierta normalidad en la convivencia y recuperando la alegría, hoy secuestrada, a Cataluña y los catalanes, pero a todos los catalanes sin buenos y malos.

No nos engañemos, los estertores del insulto y las miradas encendidas de odio de los enfermos violentos de la secta, así como la frustración de tantos catalanes contaminados por el constante adoctrinamiento no se diluirá como un azucarillo. Lo vamos a seguir sufriendo con guerra de guerrillas que continuará afectando a la pacífica convivencia. Y a todo ello, el efecto retardado del adoctrinamiento en escuelas, TV3 y afines con las brujas y brujos, heridos de muerte y sin suculentos honorarios esparcirán veneno a granel.

A pesar de los pesares de quienes pretenden la ruptura, España no se va a dividir porque nuestro país sigue cargado de cultura, de historia común secular y de una diversidad emocional y lingüística como no tiene otro país en el mundo. Llevamos siglos conviviendo en un territorio regado con la sangre de todas las civilizaciones y ese arraigo nos hace indestructibles, por lo que un puñado de fanáticos van a diluirse ante la tromba de más de cuarenta millones de españoles.

Sobre todo la sociedad civil va a responder, se va a plantar con contundencia y va a decir basta. Una nación emergida de una larga dictadura para alcanzar los niveles de progreso de los que disfrutamos no va a permitir que advenedizos u oportunistas de medio pelo pongan en peligro nuestra estabilidad. La sociedad civil española reconozcamos que no ha sido un prodigio de organización, pero paso a paso avanza en coordinación con las múltiples asociaciones y grupos de pensamiento que hoy día disparan a corto alcance, permeabilizan poco en el tejido social y su voz se pierde en el viento; hasta que, con seguridad, de pronto todo se amplificará sonoramente en defensa de España.

El primer experimento tuvo lugar en Barcelona los pasados 8 y 29 de octubre de 2017 donde atendiendo a la llamada de Societat Civil Catalana, los catalanes silenciosos y silenciados hablaron por fin, sonando su voz fuerte y clara. Aquel hecho sin precedentes indicó sin duda el camino que una ciudadanía unida debe seguir para demostrar que no vale todo y que ante cualquier peligro y agresión responderá con toda la fuerza de la razón y el sentimiento de nación. Hace pocos días toda la prensa nacional, escrita y digital, publicó una página cuyo lema fue «España está preparada para decir basta», suscrita por Foro España de la Solidaridad y el Progreso con las adhesiones de asociaciones civiles existentes ya en diversos territorios, y eso no ha sido más que una llamada de alerta a la ciudadanía que debe estar preparada para actuar con contundencia, en paz y democracia, en la opinión pública o en la calle, en el caso de que nuestro país se vea agredido en sus estructuras básicas; por supuesto alertando a la clase política y los partidos de que tienen la responsabilidad de la salvaguarda de España y nuestra Constitución.

Somos muchos los que estamos dispuestos a encabezar el movimiento de la sociedad civil como ya hicimos en su momento en Barcelona, necesitando solo el apoyo y aliento de los ciudadanos españoles que no queremos asistir al declive y destrucción de nuestro país, pues en ello nos va el progreso y el prestigio tan duramente conseguido en Europa y en el mundo.

Debemos por tanto estar preparados para dar un ejemplo de civismo y patriotismo pues tenemos al mundo pendiente de ello. De verdad que no haría semejantes aseveraciones si no estuviera convencido de que efectivamente España está preparada. Amén.

Mariano Gomá fue presidente de Sociedad Civil Catalana y fundador de Foro España.

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