El problema de la falta de imaginación en España para gestionar el agua

Llevamos días en los que los meteorólogos nos informan de incesantes lluvias que se están recibiendo de buen grado, pues la mayoría de la sociedad opina que España es un país con escasez de agua. Por el momento se han apaciguado los continuos debates entre partidos políticos y algunos sectores de la sociedad que se han visto dañados por la falta de agua de lluvia en semanas y meses anteriores. Por el contrario, están comenzado a sucederse las temidas inundaciones. Pero en nuestro país, los enfrentamientos con el uso de los recursos hídricos son mayoritariamente en relación con la sequía. Consideramos que esto se debe en buena parte a un desconocimiento de los avances científicos, tecnológicos y socioeconómicos por parte de algunos gestores del agua. Y es que, si tenemos en cuenta dichos avances, no hay escasez de agua, sino falta de imaginación para gestionar el agua.

Pero esta afirmación conlleva una explicación consecuente para los lectores. Por ello consideramos importante exponer cómo desde la Real Academia de Ciencias española, un grupo de trabajo ha estado promoviendo un proyecto de Gestión Integral de los Recursos Hídricos en España que sirviera a la sociedad y a nuestros gobernantes en relación con ese tan mencionado Pacto Nacional por el Agua. Queremos hacer notar lo mucho que han servido las diversas reuniones mantenidas para tratar el tema y exponerlo a la sociedad, Administración, clase política y comunidad científica. No obstante, la responsabilidad de lo que decimos es exclusivamente nuestra.

La situación actual de los problemas del agua en el país más árido de Europa es muy distinta de la que se tenía hace medio siglo y requiere nuevos planteamientos. La sociedad tiene modos de vida, necesidades y apetencias que se desarrollan en un marco socioeconómico, político y legal moderno exigente. A lo largo del siglo pasado el énfasis estatal se centraba fundamentalmente en la construcción de embalses de superficie y en cambio, no se han tenido en cuenta adecuadamente el papel de los acuíferos también denominados embalses subterráneos. España cuenta en estos momentos con 1.400 grandes presas con una capacidad de embalse de unos 50 km3. De hecho, esas noticias meteorológicas que vemos a diario vienen acompañadas del estado de esos embalses superficiales.

El agua se necesita para regar, para generación de energía hidroeléctrica o para refrigerar las centrales térmicas o nucleares, para abastecimiento urbano e industrial, para navegación y para usos ambientales y de recreo. La demanda de riego es la mayor en nuestro país, que supone alrededor del 80%, y la de abastecimiento e industria que es del orden del 15%. El riego de mil hectáreas puede ser como media de unos 7.000 m3 anuales por hectárea, y requiere aproximadamente el mismo volumen que una ciudad de 70.000 habitantes con una dotación no superada por casi ninguna de las grandes ciudades. Parece necesario entender los diferentes tipos de agricultura, de cultivo, su valor, y los avances científicos como son los cultivos hidropónicos, pues pese a que el 2,5% de la economía española pertenece a la agricultura y pesca, el agua destinada al riego no ha disminuido. Poner la etiqueta de deficitario en recursos de agua a un país con disponibilidades por cápita menores a 1.000 o 1.500 m3 anuales de agua, como se ha propuesto en algunos ámbitos, no parece razonable. España importa en la actualidad del orden de 27 km3 de agua virtual al año en productos agrícolas de bajo precio y exporta del orden de 11 km3 anuales de agua en productos hortofrutícolas y aceite de valor elevado.

Para decidir sobre las directrices a tomar sobre la política del agua del país conviene analizar cuál es el conocimiento de las disponibilidades actuales futuras de agua de ríos y acuíferos y su calidad. Es imprescindible conocer las demandas y consumos de agua, cuál puede ser su evolución en el futuro y plantear el análisis de las diversas alternativas de utilización de los recursos hídricos y su influencia en el medio hidrológico y ambiental. Para ello es necesario conocer e incorporar los nuevos conceptos de la ciencia moderna del agua.

La Directiva Marco del Agua europea ha sido fundamental por la importancia que da a los aspectos ambientales, de calidad y de contaminación y por la obligación de recuperar los costes involucrados, incluidos los recursos económicos invertidos en la construcción de las obras hidráulicas. Estos temas que no eran considerados debidamente en etapas anteriores. También es esencial considerar cómo puede influir el cambio y calentamiento global a la disponibilidad de los recursos y su variabilidad en periodos extremos de sequía e inundaciones, y qué decisiones deberían tomarse en relación con los puntos anteriores. En otras palabras, hace falta una gestión y toma de decisiones dinámica dentro del marco de una planificación también dinámica, en la que las grandes líneas a desarrollar por el sector público y privado no se ahoguen con disposiciones estáticas y detallistas. La regulación debe estar por encima del control.

María Feliciana Fernández es arquitecta especialista en agua.
Ramón Llamas es académico de número de la Real Academia de Ciencias.

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