El problema ruso de Suecia

Illustration artwork found on the Internet showing Fancy Bear. Sean Gallup/Getty Images.
Illustration artwork found on the Internet showing Fancy Bear. Sean Gallup/Getty Images.

Con la elección general en el horizonte en septiembre, los votantes suecos están siendo advertidos de que les ha llegado el turno a ellos de ser el blanco de una interferencia rusa en el proceso democrático. Según la Agencia de Contingencias Civiles de Suecia (MSB por su sigla en inglés), que lidera los esfuerzos del país para contrarrestar las operaciones de influencia extranjera, esa interferencia es muy probable, y los ciudadanos deberían estar alertas a la desinformación y las noticias falsas.

Hay un solo problema: separar las “mentiras” rusas de la realidad política desordenada de Suecia no será tarea fácil.

En los últimos meses, los troles rusos pusieron a los suecos en la mira, distribuyendo historias creíbles y rumores con mucha carga política sobre un malestar social y una decadencia moral. En un caso, agentes rusos supuestamente inundaron las redes sociales con noticias destinadas a influir en el debate sueco sobre la inmigración. La MSB dijo que el objetivo de Rusia era alimentar las disputas internas suecas y desviar la atención de las actividades rusas en otras partes de Europa.

Puede que sea así. Pero lo que torna más peligrosas las acciones de Rusia son los propios pasos en falso de Suecia, que han logrado que se propagaran las historias falsas. La inmigración y las crecientes tasas delictivas efectivamente han dividido al país; Rusia lo único que hace es intentar explotar estas grietas para beneficio propio.

Los problemas políticos de Suecia no son nuevos. En los últimos cuatro años, el país ha estado gobernado por una coalición minoritaria que incluye al Partido Verde y a los socialdemócratas, un bloque que las fuerzas de centroderecha apenas toleran. Pero el gobierno ha avanzado con dificultad, unificado esencialmente por la oposición de sus miembros a la alternativa. Después de una buena actuación de los demócratas suecos anti-establishment y anti-inmigración en la elección general de 2014, los partidos de centroderecha se negaron a cooperar con el partido y tácitamente se unieron a la izquierda, alimentando el resentimiento entre muchos votantes.

Estos rencores no han hecho más que agudizarse desde entonces, en tanto el gobierno actual le ha restado importancia al daño causado por las políticas inmigratorias del país. En lugar de conversar sobre el tema con los críticos sensatos, el gobierno ha caratulado a sus oponentes de “populistas” y los acusó de dañar “la imagen de Suecia”. En verdad, lo que más perjudica la reputación del país son los políticos que siguen negándose a dialogar.

Sin duda, los políticos suecos le han dado a Rusia artillería pesada en sus esfuerzos por influir en la opinión pública. Pero también resulta perturbador cómo la historia de interferencia electoral de Rusia se ha vuelto una excusa para que los líderes suecos ignoren las reformas tan necesarias. Por ejemplo, en abril, Katrin Stjernfeldt Jammeh, alcalde de la ciudad de Malmö al sur del país, convocó a la MSB para discutir la manera de proteger la “imagen de Malmö” de “entidades extranjeras” que podrían intentar mancillar su honor para influir en las próximas elecciones.

Pero la alcalde no entendió la cuestión: el problema de imagen de Malmö es el resultado de la mala gestión, no de una percepción pública distorsionada. A pesar de tener una población de menos de 330.000 habitantes, Malmö se destaca en Europa occidental por sus altos niveles de desempleo y dependencia de la asistencia social, crecientes tasas delictivas, radicalización, segregación y malestar social.

Oscar Jonsson, un estudiante doctoral del King’s College London que se especializa en la guerra no militar rusa, me dijo que lo que hace tan difícil contrarrestar la interferencia rusa es que las tácticas son sutiles, sofisticadas y muchas veces creíbles. En el caso de Suecia, se acusa a los agentes rusos de alimentar relatos falsos en las redes sociales suecas que, como contienen elementos de verdad, luego son compartidos por los propios suecos. Los agentes rusos se lavan las manos de la operación, y suelen alcanzar sus objetivos.

“Es una suerte de lavado de información”, dice Jonsson. “Es por eso que cuesta tanto evaluar el alcance total de la influencia rusa”.

Suecia, por cierto, se ha tomado esta amenaza a su democracia muy en serio. El gobierno ha lanzado campañas de información pública y está capacitando a trabajadores electorales, fortaleciendo las defensas cibernéticas y realizando evaluaciones permanentes de la amenaza y la vulnerabilidad. Pero las autoridades admiten que tal vez estén librando una batalla perdida. Como dijo recientemente un portavoz de la MSB, los recursos limitados de la agencia “no están en absoluto a la par de la capacidad del agresor”.

Frente a esta realidad, las autoridades suecas pueden limitar el impacto de la interferencia electoral concentrándose más en restablecer la estabilidad social y política. Para lograrlo, los líderes deben resolver la cuestión de la inmigración, superar la parálisis parlamentaria y restaurar la ley y el orden en las ciudades.

Como lo ha hecho en otras partes, Rusia está intentando alterar el relato sueco echando culpas y desviando la atención. Los políticos suecos pueden responder de manera efectiva, pero su mejor estrategia para combatir los incendios de Rusia en las redes sociales es suprimir el combustible.

Paulina Neuding, a co-founder of the Freedom Rights Project, is a columnist with the Swedish newspapers Svenska Dagbladet and Göteborgs-Posten.

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