El proyecto de paz europeo

No hay una cesura más profunda en la historia europea moderna que el día cuyo 75 aniversario conmemoramos hoy: el 8 de mayo de 1945. ¿Qué representa esta fecha hoy en día? Desde luego, en primer lugar, marca el final de la Segunda Guerra Mundial en Europa. Esta guerra, que comenzó con la invasión alemana de Polonia el 1 de septiembre de 1939, duró seis años. Su terrible resultado: más de sesenta millones de muertos en todo el mundo, millones de personas deportadas, desplazadas, refugiadas; y una Europa destruida, marcada por crímenes de lesa humanidad sin precedentes y dividida por el Telón de Acero en bloques rivales durante más de cuarenta años.

Sin embargo, el 8 de mayo no es solo una fecha histórica. El 8 de mayo es, a un tiempo, memoria y compromiso. La Segunda Guerra Mundial es un hecho pasado que jamás pertenecerá al pasado. Nuestra política de memoria debe mantener vivas las experiencias de esta ruptura de la civilización sin precedentes. El núcleo criminal de la ideología nacionalsocialista se reveló en el genocidio de los judíos europeos. La matanza sistemática de seis millones de judíos, organizada por el Estado y llevada a cabo en fábricas desde 1941, fue el crimen en el que la política racial nacionalsocialista alcanzó su punto álgido. En el curso de 1945, a medida que las tropas aliadas avanzaban, más y más campos de exterminio fueron liberados: entre ellos, Auschwitz por las tropas del Ejército soviético el 27 de enero, y Mauthausen el 5 de mayo, por las tropas estadounidenses. En España se conmemora en ese día a los españoles deportados y fallecidos en el campo de Mauthausen y en otros campos.

Para nosotros los alemanes, el 8 de mayo es una fecha que tiene dos caras. Sin duda es el día del total desmoronamiento físico y moral de Alemania, la «hora cero». Habíamos llevado dolor y destrucción a Europa, dolor y destrucción llegaron entonces a Alemania. Hubo que esperar hasta el 8 de mayo de 1985 para que, en uno de los discursos más importantes de la historia posterior a la guerra, un presidente federal, Richard von Weizsäcker, pudo añadir: «El 8 de mayo fue un día de liberación. Nos liberó a todos de la tiranía nacionalsocialista y su sistema de desprecio absoluto por el ser humano».

Hoy, 75 años más tarde, sabemos que el 8 de mayo de 1945 no solo marcó el final de la última gran guerra europea, sino que además inició la transición hacia el gran proyecto de paz europeo. Mañana, 9 de mayo, habrán pasado setenta años desde que el entonces ministro francés Robert Schuman propuso que el carbón y el acero de la República Federal Alemana y Francia se sometieran a una administración conjunta, que daría paso a la creación de una comunidad europea que, posteriormente, se convertiría en una unión: una comunidad de Estados decididos a renunciar a parte de su soberanía nacional en favor de una soberanía europea común. Para todos nosotros, sus ciudadanos, la UE es el marco de referencia de nuestra prosperidad, nuestros derechos fundamentales, la libertad y la igualdad como legado de la Ilustración europea.

En este camino el Gobierno de los Estados Unidos adoptó una decisión muy importante. Para garantizar la estabilidad de las democracias occidentales a través de la reconstrucción del destrozado continente, los Estados Unidos pusieron en funcionamiento un plan de ayuda económica masiva, que pasó a la historia como el plan Marshall. El hecho de que Alemania Occidental también fuera incluida en este plan de ayuda económica y recibiera en torno al 10 por ciento de los fondos disponibles fue un paso que no podía darse por sobrentendido.

Hoy George Marshall y su plan están de nuevo en boca de todos, como un modelo ante los desafíos en una enorme crisis. La referencia es más bien simbólica, porque los europeos ya tenemos nuestras propias instituciones: no hay que crearlas. Hablar de un nuevo plan Marshall es por ende un símbolo de lo que se trata ahora: de un esfuerzo de reconstrucción inmenso. Las decisiones tomadas en abril por los jefes de los gobiernos de la UE han corroborado su voluntad de realizar un enorme esfuerzo conjunto para superar las consecuencias económicas y sociales de la pandemia del Covid-19. Con toda esa la sobriedad crítica con la que solemos comentar las decisiones europeas, merece la pena destacar esta voluntad europea conjunta.

Hace 75 años, la situación era desesperada para muchas personas en nuestro continente. En las ruinas de las ciudades bombardeadas casi nadie se atrevía a creer que Europa todavía podía tener un futuro común. Pero precisamente en esas ruinas echó profundas raíces un deseo: «¡nunca más!». Esta promesa fue el comienzo de una larga historia de paz, reconciliación y democracia sin precedente en Europa. También esto es lo que representa la fecha de hoy, el 8 de mayo.

Wolfgang Dold es Embajador de la República Federal de Alemania en España.

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