El PSOE contra Madrid

Las leyes de la política dicen que en las elecciones de segundo orden –regionales, municipales o europeas– los electores suelen tomarse la libertad de expresar un voto crítico, también de castigo, contra la política del Gobierno. En este punto, lo lógico era esperar que las candidaturas del PSOE y Unidas Podemos, como miembros de la coalición de integra el Ejecutivo de la nación, fuesen sometidos a cierto desgaste asociado a la administración del poder. Sobre todo en un contexto político marcado por la difícil gestión de la pandemia, en sus dimensiones sanitaria, legal y económica.

Sin embargo, aún considerando esa posibilidad objetiva de pérdida de consenso electoral, lo que no estaba escrito en la hoja de ruta del PSOE era que los tres candidatos de la izquierda –Ángel Gabilondo, Mónica García y Pablo Iglesias– no fuesen capaces de sumar juntos contra Ayuso. Mucho menos estaba previsto haber contribuido al crecimiento del fenómeno Ayuso. Hasta el punto de que podría prescindir del apoyo de Vox para ser presidenta de la Comunidad de Madrid. Lo que dejaría al bloque de la izquierda sin poder tocar a rebato, a todas horas, las campanas de la alarma anti fascista.

Resulta difícil señalar una sola razón que permita explicar el descalabro histórico del PSOE en las elecciones a la Asamblea de Madrid. Cabe preguntarse, como clave de lectura alternativa, qué incidencia ha tenido en la escasa competitividad de la candidatura de Gabilondo asociar las siglas del partido a un discurso marcadamente hostil con la Comunidad de Madrid. Por el cual, por cierto, los estrategas de Sánchez no esperaban sufrir penalización electoral alguna. ¿Por qué? Lo explicó ayer el profesor Javier Redondo en estas páginas: la estrategia de La Moncloa para hacerse con el Gobierno de la Comunidad de Madrid no pasaba necesariamente por las urnas, sino por utilizar a Ignacio Aguado.

Lo cierto es que al PSOE las elecciones a la Asamblea de Madrid le han pillado con el pie cambiado. O, mejor dicho, sin poder salirse de la inercia discursiva contra la Comunidad de Madrid que el mismo PSOE activó para sacar rédito en las elecciones catalanas. A saber, para posicionarse en un espacio amable con el independentismo y dejar una puerta abierta al pacto. Cuando Pedro Sánchez se presentó en la Puerta del Sol con bombo y platillo a finales de septiembre, pocos podían imaginar que el 4 de mayo de 2021 se iban a celebrar elecciones a la Asamblea de Madrid. Quizá por eso toda la maquinaria propagandística del Gobierno estaba al servicio de teatralizar el enfrentamiento entre Isabel Díaz Ayuso y Pedro Sánchez como instrumento para favorecer las posibilidades de Salvador Illa y el PSC en las elecciones catalanas. Sobre todo para no descuidar ningún detalle que favoreciese su adaptabilidad, si no a la letra, sí a la música antimadrileña que tanto gusta al independentismo catalán.

El ruido mediático de la campaña electoral, marcada por un tono bronco y áspero, ha triturado las noticias día a día y condenado al olvido los hechos de ayer. ¿Quién se acuerda ya de las balas enviadas a Iglesias o Ayuso? Sin embargo, para contextualizar la derrota de Sánchez conviene no olvidar que la convocatoria de la presidenta popular cogió al PSOE alimentando con generosidad un clima de hostilidad contra la Comunidad de Madrid, a través de toda la potencia de sus canales mediáticos e institucionales. Que no es poca. Poniendo en circulación, por tierra mar y aire, tanto en formato divulgativo como académico, la idea de que Madrid es una región insolidaria que realiza dumping fiscal contra la igualdad económica y social del país. Por si no fuese poco, que falsifica sus datos de contagios poniendo en peligro la salud del resto del país en plena pandemia. Y, por añadidura, que es la cuna de la extrema derecha nacional. Madrid, en definitiva, como problema de España.

Podría argumentarse que la incapacidad del PSOE para adaptar su discurso a las condiciones de la competición política en Madrid se debe, simplemente, a la falta de previsión o la imposibilidad de cambiar de estrategia a corto plazo, priorizando el escenario político catalán. Sin embargo, el discurso sobre Madrid con el que se ha terminado identificando al PSOE demuestra hasta qué punto el partido de Sánchez es rehén del universo ideológico de la mayoría parlamentaria que le mantiene en el poder. Criticar a Madrid, que hace la función de símbolo de España para los nacionalismos periféricos, es música celestial para nuestros partidos independentistas. Tampoco observamos una flor de un día. El vaciamiento nacional del PSOE hace tiempo que es la expresión lógica de un rumbo político consciente. De una organización que decidió hacer fortuna electoral vendiendo como política progresista la alianza con partidos que –por decirlo de manera elegante– no conviven pacíficamente con la idea de España recogida en la Constitución de 1978.

No obstante, el resultado más paradójico de la obsesión de Sánchez con Madrid no ha sido sólo desplazar a un segundo plano a Ángel Gabilondo como oposición real al Gobierno del PP en Madrid, sino crear el fenómeno Ayuso. Pues la campaña de desprestigio a la que Isabel Díaz Ayuso ha sido sometida sistemáticamente por el Ejecutivo y sus terminales mediáticas no solo no ha logrado disminuir el crédito político de Ayuso sino que le ha brindado la gran oportunidad que todo político necesita para darse un papel protagonista en el teatro de la política española.

Más aún, la política tiene efectos colaterales que no se pueden prever. Y la guerra sin cuartel del Gobierno contra Ayuso –que también tenía por objeto despreciar el liderazgo de Pablo Casado en el Partido Popular– ha terminado por dotar de una imagen de consistencia y solidez a una dirigente que parecía frágil y sin cuajar. Al punto de brindarle, a fuerza de ataques, la posibilidad de absorber voto contra Sánchez, redimensionando el poder de Ciudadanos y Vox. Todo ello a pesar de que el Partido Popular de Madrid tampoco ha protagonizado una campaña de altos vuelos. Empezó alertando contra el comunismo de manera forzada, para terminar con un catálogo de frivolidades sobre la idea de libertad. Muy lejos del liberalismo que los populares de Madrid dicen llevar a gala.

Las elecciones a la Asamblea de Madrid presenta, en definitiva, un resultado agrio para el PSOE de Sánchez y su estrategia de hostilidad contra el Madrid representado por Díaz Ayuso. Con una correlación de fuerzas en la izquierda que deja como estrella de la noche electoral a Más Madrid de Iñigo Errejón. Otra creación de Sánchez y la ingeniería política de Moncloa que nunca debió salirse de su guión, frenar a Iglesias. Pero que, ante la falta de empuje del líder de Podemos y el rumbo errático de Gabilondo, que pasó de copiar las políticas de Ayuso al arrebato anti fascista, reclama autonomía propia y un papel protagonista en la configuración del progresismo madrileño.

Nota: parece que al ejemplar de El Príncipe de la biblioteca de La Moncloa alguien le ha arrancado las páginas del capítulo III. Aquel que termina, de manera redonda, advirtiendo «quien propicia el poder de otro, labra su propia ruina».

Jorge del Palacio es profesor de Historia del Pensamiento Político y los Movimientos Sociales en la Universidad Rey Juan Carlos.

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