El PSOE debe mantener su no a Rajoy

Hace casi 10 meses el Comité Federal del PSOE aprobó por unanimidad una resolución sobre la posición del partido ante las negociaciones para la formación de un nuevo Gobierno. Esta resolución, que continúa siendo la postura oficial del Partido Socialista, declara que el Partido Popular supone "una amenaza para la estabilidad del país porque no hay nada más dañino para la estabilidad que cuatro años más de desigualdad social y de uso espurio de las instituciones democráticas". No es posible un voto distinto del no a la investidura de Rajoy porque "ese es el mandato de nuestros votantes y de la mayoría de los españoles (...) porque el PSOE es la alternativa al PP. El PSOE es lo contrario del PP. El PSOE es la primera fuerza del cambio en España".

¿Ha cambiado algo desde entonces? Es decir, ¿acaso el PP y Rajoy han dejado de ser nocivos para nuestro país, ha desaparecido el mandato de nuestros votantes o hemos dejado de ser una alternativa al PP?

En primer lugar, para valorar si el PP continúa siendo el mismo partido dañino para España tenemos que ver si ha cambiado algo desde diciembre de 2015. Podría ser que el PP hubiera cambiado de candidato al asumir su responsabilidad en los casos de corrupción que asolan al partido. Podían haber anunciado medidas para que en España no continúen cayendo los salarios mientras aumentan los beneficios empresariales, como ha sucedido en estos últimos casi cinco años, o haber propuesto una reforma fiscal justa y progresiva que limite los beneficios a las rentas más altas y frene la caída de la recaudación. Podría ser que hubieran mostrado su disposición a modular una reforma laboral injusta que desprotege a los trabajadores y precariza el empleo, o a cambiar las normas que limitan derechos y libertades de los ciudadanos. Podían haberse comprometido a poner fin a los recortes que han arrasado nuestro Estado de Bienestar, a invertir el proceso de deterioro de los servicios públicos, a paliar la tremenda desigualdad o a solucionar la situación de los 13 millones de personas en riesgo de exclusión. Podían al menos haber ofrecido un cambio de actitud hacia las instituciones democráticas, dejando de ningunear al Parlamento y sometiéndose a su control, o anunciarla vuelta a la independencia de los medios de comunicación públicos.

Nada de esto se ha producido. Antes, al contrario, hemos asistido a nuevos ejemplos para la infamia sin necesidad de remontarnos demasiado atrás en el tiempo. Sólo en esta última semana hemos sabido que el mismo Partido Popular que aspira a gobernar con nuestra abstención solicitó, en sede judicial y desde el banquillo de los acusados, que no se juzgara el caso Gürtel; que, tal y como desveló EL MUNDO, durante años elaboró y circuló entre sus dirigentes un powerpoint para aleccionar sobre cómo saltarse la ley; y que, según se desprende de la confesión de Francisco Correa, pudo recibir innumerables comisiones ilegales a cambio de adjudicaciones irregulares. La imagen de los cabecillas de la Gürtel repartiendo sobres en la sede de la calle Génova se hace cada vez más nítida según avanza el proceso judicial.

En segundo lugar, justificamos nuestra negativa a investir a Rajoy y al PP en el compromiso al que habíamos llegado con nuestros votantes. Fue un compromiso claro, directo y taxativo, adquirido en cada página del programa electoral, en cada mitin de campaña, en cada declaración a los medios y en cada debate electoral, no sólo por el candidato a presidente del Gobierno sino por todos y cada uno de los que concurríamos por el PSOE en las diferentes circunscripciones. Todos los candidatos fuimos interpelados de mil maneras, y la respuesta fue meridiana: no facilitaríamos nunca un Gobierno del PP.

Quienes nos votaron en diciembre, y especialmente quienes lo hicieron en junio, lo hicieron porque nuestro mensaje fue claro e inequívoco: queríamos cambiar las políticas del PP y dar un nuevo futuro a nuestro país desde la socialdemocracia. Probablemente por el camino perdimos algunos votos que, ante nuestra promesa de no facilitar un Gobierno del PP, optaron por apoyar otras opciones. El caso es que los 85 diputados se forjaron a base de millones de votos que creyeron en la palabra dada por este partido. Y la palabra de este partido no sólo debería ser un contrato con los ciudadanos, sino un vínculo inquebrantable de confianza con ellos. Mantener el no al PP nos permite hacer honor a esa palabra, cumplir ese compromiso y respetar esa confianza.

En tercer lugar, decidimos votar no a Rajoy para poder seguir siendo percibidos por los ciudadanos como lo contrario al PP y no perder la condición de alternativa que llevamos representando los últimos 40 años. Lo hicimos para poder articular una oposición firme y creíble en el Congreso, para no convertirnos en rehenes del Partido Popular y no ceder al chantaje continuo al que nos habrían sometido durante toda la legislatura. También lo hicimos para no permitir que otras fuerzas de izquierda con representación parlamentaria pudieran ocupar la posición de preeminencia que en ese espacio político actualmente ostenta el PSOE, porque está contrastado que siempre hemos sido la mejor herramienta que tiene la izquierda española al servicio del progreso y de quienes más lo necesitan

Por otra parte, resulta difícil imaginar un escenario en el que la modificación exprés de la posición a adoptar por el principal partido de la oposición, traicionando su compromiso electoral, pueda ayudar a que los ciudadanos recuperen la confianza en las instituciones y sus representantes. Al mismo tiempo, no hay que olvidar que tras la abstención del PSOE, el manejo de los tiempos electorales quedaría en manos de un PP que, sin duda, aprovechará para convocar más temprano que tarde las elecciones que ahora se pretenden evitar, con un PSOE debilitado en su credibilidad como alternativa y en pleno proceso de reorganización. Es tan fácil como doloroso proyectar cuál sería para el PSOE el resultado de esa cita con las urnas después de haber permitido la investidura de Rajoy.

Con absoluto respeto por la decisión que puedan adoptar los órganos de dirección del partido y por el resultado de la consulta que muchos entendemos habría que realizar a la militancia en caso de querer modificar la posición actual, lo cierto es que las condiciones que motivaron la decisión de votar no a la investidura de Mariano Rajoy permanecen inalteradas a día de hoy, sin que haya sobre la mesa razones de peso para pensar que la abstención llevaría al país o al PSOE a un escenario mejor.

Mantenernos firmes en la negativa a facilitar un gobierno del PP nos garantiza seguir siendo coherentes con nuestras posiciones, creíbles ante nuestros votantes y responsables con nuestro país porque, como ya concluyó el Comité Federal del PSOE el pasado mes de diciembre, no habría nada más dañino para España que una nueva legislatura del Partido Popular.

Susana Sumelzo es diputada en el Congreso por Zaragoza y ex secretaria de Administraciones Públicas de la Ejecutiva Federal del PSOE.

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