El rabino Ovadia Yosef

Ochocientas cincuenta mil personas asistieron al entierro del rabino Ovadia Yosef, pese a celebrarse de forma repentina en Jerusalén. Hay que tener en cuenta que más de la mitad de los judíos que viven en Jerusalén son religiosos o respetan la tradición, es decir, que si el rabino Ovadia Yosef hubiera sido enterrado en Tel Aviv, probablemente habrían acudido muchas menos personas. También hay que considerar que, para los jóvenes ultraortodoxos estudiantes de yeshivá (escuela talmúdica), ir al entierro de un rabino tan famoso e importante supone vivir una experiencia novedosa y excitante, ya que tienen prohibido acudir a conciertos de música moderna o a acontecimientos deportivos.

Pero, aun así, los judíos laicos nos hemos quedado asombrados y diría que hasta confusos ante el multitudinario entierro del rabino Ovadia. Y es que el potencial de gente que hubiera podido asistir al entierro es mucho mayor. Si según la policía acudieron al entierro ochocientas cincuenta mil personas, en su inmensa mayoría hombres, habría que añadir no sólo a todos aquellos que no llegaron a tiempo al entierro por vivir lejos de Jerusalén, sino también a todas las mujeres y los niños que se quedaron en casa, con lo que podríamos estar hablando de un número potencial de entre un millón y medio y dos millones de personas, casi un tercio de la población judía en el Estado de Israel, un número realmente impresionante que deja muy preocupadas a personas como yo.

¿Por qué me preocupa? Porque pienso que a largo plazo las acciones y la personalidad del rabino Ovadia han perjudicado más que beneficiado a la sociedad israelí. Antes de argumentar esto último quisiera aportar un dato personal. Yo soy nieto del rabino Hanania Gabriel, que fue presidente del tribunal rabínico de la comunidad sefardí en Jerusalén. También mi abuelo escribió tratados sobre la ley judía aunque por supuesto no del nivel y la osadía del rabino Ovadia. Pero la tendencia ideológica que siguieron mi abuelo y otros rabinos sefardíes era muy distinta de la del rabino Ovadia, ya que en vez de animar a los sefardíes a organizarse en partidos propios, la visión ideológica y política de rabinos como mi abuelo favorecía la integración de los sefardíes en los partidos generalistas y apoyaba que la formación religiosa estuviera integrada en los estudios generales, no como defendía el rabino Ovadia, que imponía una educación religiosa, cerrada y extremista. Por eso, mi abuelo llevó a mi padre, Yacob Yehoshúa, a un colegio donde estudiaban chicos y chicas juntos y donde había tanto alumnos laicos como religiosos. Mi padre respetaba la tradición, iba a la sinagoga y comía kosher, pero sin el extremismo religioso que el rabino Ovadia exigía a sus seguidores.

Reconozco que no he leído ninguno de los libros que el rabino Ovadia escribió sobre las leyes judías, pero nunca le escuché una idea con un mensaje humano universal del que pudiera aprender algo. Por el contrario, sí le oí comentarios machistas y racistas contra los no judíos, por no hablar de las barbaridades que llegó a decir contra políticos de izquierda. Este rabino llevó a la comunidad sefardí, que iba camino de integrarse en la sociedad israelí, al extremismo y al separatismo religioso. A través del poder que le daba su partido político fomentó la creación de colegios donde se estudia fundamentalmente religión y donde se segrega a los alumnos por sexo y donde todos han de ser de origen sefardí. El partido religioso que él fundó, Shas, lo dirigió con mano de hierro como un ayatolá de Irán. No había posibilidad de debate ideológico y todos sus diputados y sus representantes eran sólo hombres y, además, no eran elegidos por los miembros del partido sino por el propio rabino Ovadia. En el panorama político israelí ha sido el partido más corrupto y tres de sus ministros han sido condenados y han estado en la cárcel.

En otro sentido, hay que decir que la izquierda israelí quedó muy decepcionada del rabino Ovadia, que si bien decía que según la ley judía se podía devolver territorios palestinos ocupados en la guerra de 1967 a cambio de paz, lo cierto es que su partido siempre se alió con la derecha para torpedear cualquier iniciativa de paz. Y pese a su postura de paloma, nunca se opuso a la construcción de asentamientos en los territorios ocupados, lo cual es hasta el día el mayor obstáculo para lograr un acuerdo de paz con los palestinos. Y a pesar de haber nacido en un país árabe y haber sido rabino en Egipto antes de la creación de Israel, y a pesar de haberse reunido muchas veces con árabes de Israel y de fuera de Israel –gracias a su dominio de la lengua árabe–, la esperanza de que los israelíes oriundos de países árabes apoyasen al sector pacifista estalló en pedazos una y otra vez en los últimos años.

Cuando una personalidad carismática y con un poder político tan negativo como la del rabino Ovadia desaparece, lo que se ha de esperar no es que la sustituya un heredero más agradable pero con la misma autoridad, sino, por el contrario, se ha de esperar que se inicie un cambio de toda esa estructura política y religiosa que ha supuesto una involución en el desarrollo de la democracia israelí.

Abraham B. Yehoshua, escritor israelí, impulsor del movimiento Paz Ahora.

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