El rechazo al cigarrillo electrónico

Es probable que Michael Russell y Murray Jarvik, pioneros en los setenta de las investigaciones en torno del abandono del tabaco, hubieran celebrado la creación del cigarrillo electrónico, o “vaporizador personal de nicotina”. Además de servir como ayuda transitoria para quienes intentan dejar el cigarrillo, estos nuevos sistemas de administración de nicotina también pueden ser reemplazos permanentes del tabaco y permitir una eliminación casi total de su consumo.

Sabemos hace mucho que la gente fuma por la nicotina, pero muere por el humo. De hecho, la inmensa mayoría de las enfermedades y muertes relacionadas con el cigarrillo se deben a la inhalación de partículas de alquitrán y gases tóxicos, entre ellos el monóxido de carbono. Aunque las terapias de reemplazo de la nicotina han ayudado a muchos fumadores a dejar el hábito, todavía está muy difundido en muchos países.

El uso de nicotina en formas no combustibles, como productos de tabaco que se consumen sin fumar o vaporizadores, permitiría a millones de fumadores una reducción considerable del daño a la salud derivado del consumo de nicotina. En Suecia, el uso extendido del snus (un derivado del tabaco que no se fuma, con menos concentración de nitrosaminas cancerígenas) contribuyó a reducir la incidencia de cáncer de pulmón a uno de los niveles más bajos del mundo.

Las ventajas del abandono gradual del tabaco son contundentes. Por eso, el uso alternativo del vaporizador debería promoverse activamente, con aprobación de las autoridades sanitarias, beneficios impositivos y apoyo del movimiento antitabaco.

Pero hasta ahora no ocurrió, en gran medida porque la nicotina tiene fama de ser una sustancia sumamente adictiva y tóxica, tanto que hasta los fumadores dudan de probar terapias de reemplazo o vaporizadores. De hecho, durante más de tres décadas, las campañas antitabaco han apuntado la mayoría de sus dardos a la nicotina.

Pero la nicotina no es la única causa de la adicción al tabaco. El humo de tabaco contiene otras sustancias que refuerzan la dependencia (por ejemplo, inhibidores de la monoamino oxidasa, con efecto antidepresivo) y que no están presentes en la nicotina vaporizada. Tal vez por eso los estudios sobre usuarios de cigarrillo electrónico sugieren que la nicotina vaporizada es menos adictiva.

En realidad, en dosis como las que inhalan los fumadores o usuarios de vaporizadores, la nicotina es una droga relativamente segura, con efectos similares a los de la cafeína. Además, ambos tipos de usuarios controlan con mucha precisión (de a una chupada por vez) la dosis de nicotina que consumen, lo que prácticamente elimina el riesgo de sobredosis.

De hecho, la dosis letal de nicotina es mucho mayor que los 30 a 60 miligramos que afirman muchos estudios científicos. El farmacólogo Bernd Mayer revisó informes sobre intoxicaciones e intentos de suicidio relacionados con la nicotina y halló que la dosis letal para el ser humano ha de estar entre 500 y 1000 mg de nicotina absorbida (no ingerida). Como uno de los primeros síntomas de intoxicación es el vómito, y el hígado metaboliza el 70% de la nicotina que queda en el tracto digestivo antes de que alcance otros órganos, absorber esa cantidad de nicotina no es fácil.

El riesgo sanitario de los vaporizadores es mínimo en comparación con el humo de tabaco, de modo que su adopción sólo depende de la voluntad de los fumadores de hacer el cambio. Pero incluso en este frente estos dispositivos están teniendo mucho éxito; los últimos años su uso creció en forma exponencial.

Es verdad que en un mundo ideal, la gente podría dejar la nicotina para siempre, pero la experiencia sugiere que muchos fumadores no pueden (o no quieren) abandonar el hábito, y que seguirán fumando mientras no haya alternativas seguras y aceptables. Si los fumadores adoptaran los vaporizadores como opción viable, los usos más peligrosos del tabaco podrían volverse cosa del pasado.

Hasta ahora, la promoción de estos dispositivos surgió de fumadores conversos que comparten sus experiencias en foros virtuales, Facebook y Twitter, donde hacen correr la voz de que, por primera vez en la historia, es posible dejar de fumar sin renunciar al placer que el fumador obtiene de la nicotina.

Pero las autoridades sanitarias y los gobiernos reaccionaron con miedo, y corren a ser los primeros en regular (o prohibir) los vaporizadores. La Unión Europea, a través de su directiva sobre productos del tabaco, y la Agencia de Medicamentos y Productos Sanitarios del Reino Unido planean introducir estrictas regulaciones (basadas en la legislación antidrogas) a la venta y el uso de vaporizadores, aun cuando ni son tabaco ni son productos medicinales. Hasta la Organización Mundial de la Salud expresó preocupación por la comercialización y el uso de sistemas electrónicos de administración de nicotina.

Pero este rechazo no tiene fundamento científico. De hecho, cada vez más trabajos científicos señalan que usar vaporizadores es mucho más seguro que fumar tabaco.

En enero, un grupo de científicos del que formé parte envió una carta a la Comisión Europea, implorando la adopción de reglas racionales que permitan a los usuarios de vaporizadores identificar el producto y la dosis más adecuada para cada uno. “Bien regulados, los cigarrillos electrónicos pueden volver obsoleto el cigarrillo y salvar millones de vidas en todo el mundo”, escribimos. En cambio, un exceso de regulación “contribuirá a mantener los niveles actuales de enfermedades, muertes y costos sanitarios relacionados con el tabaco”.

Dijo una vez Russell: “Cuesta dejar la nicotina, no el tabaco”. No se equivocaba. Y lo que mata es el humo de tabaco, no la nicotina. Por eso los vaporizadores son la solución ideal. Es hora de que las autoridades sanitarias los aprueben.

Jacques Le Houezec is a consultant in public health and tobacco dependence and Honorary Lecturer at the United Kingdom Center for Tobacco Control Studies at the University of Nottingham. Traducción: Esteban Flamini

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