El regreso de la 'cool Britannia'

La primera semana de Gordon Brown como primer ministro británico ha estado plagada de sorpresas. Después de los atentados frustrados en Londres y Glasgow, los servicios antiterroristas elevaron la alarma a la categoría de "crítica", que implica que otro atentado es inminente. Nunca hasta entonces se habían disparado las alertas hasta ese punto y, pese a ello, la reacción del nuevo Gobierno ha sido serena, profesional y tranquilizadora. En claro contraste con la política "sensacionalista" de Tony Blair, la ministra del Interior de Brown, Jacqui Smith, no ha mencionado el "extremismo islámico" ni la "guerra contra el terror", ni ha aprovechado los atentados frustrados para obtener una rápida aprobación de la legislación antiterrorista que en este momento está examinando el Parlamento y que significaría un endurecimiento considerable. Se limitó a recordar en la Cámara de los Comunes que los terroristas son criminales y que, por tanto, es preciso perseguirles y llevarles ante la justicia.

El hecho de que el primer gran cambio en la política del primer ministro nos remita a las tácticas empleadas para combatir el IRA, cuando los políticos y los medios de comunicación "quitaban importancia" a la amenaza del terrorismo, en lugar de "exaltarla", no es ninguna sorpresa. Una de las prioridades de la agenda política de Brown es poner en marcha una nueva estrategia en materia de seguridad y antiterrorismo, que incluye duplicar el número de efectivos antiterroristas de aquí a 2008 y aumentar su presupuesto en 2.000 millones de libras, mientras que no se menciona ningún incremento presupuestario ni ningún despliegue de tropas en Irak. Al contrario, muchos opinan que la sensata reacción de Brown ante los atentados confirma que quiere llevar el país de nuevo a los tiempos de la cool Britannia, aquellos años [los primeros tiempos de Blair] en los que la población no vivía estremecida por la amenaza del terrorismo y estaba profundamente orgullosa de su identidad. Si esto es así, a la especial relación de Blair con Bush le queda poco tiempo de seguir siendo "especial", y Brown acabará con la desgraciada aventura iraquí.

Resulta irónico que dos atentados fallidos, casi exactamente dos años después de los del metro de Londres que sí lograron matar a 52 personas, sean los que hayan servido para resaltar las marcadas diferencias políticas entre Brown y Blair. Tony Blair, recién designado nuevo enviado especial para Oriente Próximo, quería que se le recordase como el hombre que había conseguido dominar la amenaza mundial del terrorismo islamista tras el 11-S y, sin embargo, es Gordon Brown el que, con toda probabilidad, saldrá triunfador de las investigaciones sobre los atentados desbaratados en Londres y Glasgow. Los servicios antiterroristas británicos están llevando a cabo una investigación sobre el terrorismo islamista que es seguramente la que mejores resultados ha obtenido hasta la fecha. Cuando todavía no habían pasado 24 horas, ya se habían producido varias detenciones y se había descubierto la red de terroristas. Los londinenses y los que utilizan los transportes públicos están tranquilos y confían en que el nuevo Gobierno controla por completo la situación. Por supuesto, todo eso podría cambiar si hay un nuevo atentado que sí salga adelante, pero, por ahora, no ha sido así.

Es evidente que el nuevo Gobierno estaba bien preparado para los atentados de esta semana y supo aprovechar la ocasión para dejar clara su independencia respecto al Gobierno anterior. No es casualidad que el regreso de la cool Britannia coincidiera con dos grandes acontecimientos que podían servir de ocasión para un atentado. De hecho, los servicios antiterroristas habían advertido de que los yihadistas querían atacar después del traspaso de poder, y a Brown le habían dicho que en su primera semana como primer ministro era cuando más probabilidades había de producirse un atentado, por el aniversario de los atentados del 7 de julio de 2005. Los expertos en terrorismo han subrayado la importancia de la numerología para los yihadistas, y la importancia del número 7 para cristianos, judíos y musulmanes. Dios creó el mundo en seis días y el séptimo descansó, el número 7 es el más frecuente y el más poderoso en la Biblia. Muchos lo consideran un número afortunado y también que simboliza el viaje espiritual hacia Dios. Las misiones suicidas no son más que los viajes espirituales de los "mártires" hacia el más allá.

Los yihadistas están obsesionados con la numerología y el simbolismo de las fechas: el 11-S ocurrió en el aniversario del golpe promovido por Estados Unidos en Chile, considerado como una de las muestras más flagrantes del imperialismo estadounidense. Los aniversarios son muy importantes, como lo confirma el hecho de que el atentado de Madrid se produjera el 11 de marzo. Y los analistas afirman categóricamente que tres sietes seguidos constituyen una fecha excepcional. En la tradición islámica hay siete cielos y siete tierras, y en el primer capítulo del Corán hay siete versículos.

La mayor diferencia de Tony Blair respecto a la política de Margaret Thatcher fue su estrategia frente al terrorismo. Para la Dama de Hierro, los terroristas eran criminales y no representaban una amenaza para la seguridad nacional. Blair se sumó a la "guerra contra el terror" y conspiró para justificar su mayor locura, la invasión de Irak. Si se consigue evitar un gran atentado a corto plazo, la nueva estrategia antiterrorista de Brown, de sensatez y serenidad, le granjeará el afecto de los ciudadanos y la gente se olvidará hasta de la gran victoria nacional de su antecesor: el final del conflicto en Irlanda del Norte.

Loretta Napoleoni, economista italiana, autora de Yihad: cómo se financia el terrorismo en la nueva economía (Urano). Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.