El reino del dólar y el euro

El euro ha vuelto a superar sus máximos y se ha situado por encima de la barrera de los 1,50 dólares. Recuerdo ahora la alegría de algunos medios norteamericanos cuando, tras el lanzamiento de la moneda única en 1999 a 1,15 dólares, se asistió a su progresiva pérdida de valor hasta los 0,84 dólares de julio del 2001. ¿Cuál ha sido el trasfondo de las relaciones euro-dólar? Estas han estado presididas, de forma muy especial, por el creciente endeudamiento exterior de EEUU, que traduce su empeño en mantener un nivel de vida que no pueden permitirse. Y, en segundo término, por las diferencias en el crecimiento econó- mico y, por tanto, en las perspectivas de sus tipos de interés. Así, la tendencia a la baja del dólar que se inició en verano del 2001, vinculada a sus problemas externos, se extendió hasta principios del 2005 (cuando cotizó a 1,35 dólares/euro), cota mínima desde la que retrocedió a lo largo del 2005, hasta los 1,18 dólares en enero del 2006. A partir de entonces, asistimos a su caída continuada, de forma que el pasado verano se situó en el entorno de los 1,38 dólares, y hoy ya ha superado los 1,50.

¿Qué está pasando ahora? Porque no deja de ser curioso que, en el momento en que el déficit exterior de EEUU mejora, su divisa cotice en mínimos históricos respecto del euro. En esta situación confluyen diversos factores. Entre los más importantes, destacan algunos vinculados a la situación actual y otros de carácter más estructural.

Entre los elementos más coyunturales hay que citar, en primer lugar, el papel de las intervenciones de bancos centrales de algunos importantes países de Asia, en especial de China, frenando la pérdida del dólar respecto de sus propias monedas. Con ello, intentan mantener sus exportaciones, pero también desplazan la depreciación del dólar sobre los hombros del euro, y también de otras divisas occidentales. En segundo lugar, las perspectivas de los tipos de interés en ambos lados del Atlántico juegan también en contra del dólar. Hoy, el precio del dinero del BCE (4%) y de la Reserva Federal (3%) muestran ya una diferencia apreciable. Pero, además, las perspectivas para los próximos trimestres son de caída en el caso americano (hasta el 2% en verano) y de mantenimiento en el europeo. Y ese diferencial de tipos de interés está reflejando las distintas visiones acerca del futuro en el corto y medio plazo de sus respectivas economías.

En EEUU, su mayor inflación y los desequilibrios acumulados los últimos años (endeudamiento de los hogares, crisis inmobiliaria, déficit exterior) no auguran un futuro inmediato prometedor, ni en el frente de los precios (su mayor crecimiento refleja, también, la pérdida de valor del dólar) ni en el del crecimiento económico (se anticipa la entrada en recesión próximamente). En cambio, en el área del euro, aunque la situación también es difícil, ni tenemos esos desequilibrios de fondo, ni los precios crecen con esa intensidad. Finalmente, la inquietud que plantea el futuro a corto plazo de la divisa americana se refleja, también, en la entrada de capitales en los mercados de primeras materias, de forma que se venden activos en dólares y se compran primeras materias, cosa que eleva su cotización (en el caso del petróleo, por encima de los 100 dólares) y deprime el dólar.

Desde un punto de vista más estructural, la caída del dólar respecto del euro refleja un profundo cambio en la economía mundial, expresión de la creciente desconfianza del resto del mundo respecto de la capacidad de EEUU para devolver su deuda exterior sin provocar pérdidas a sus acreedores. Esos temores se traducen en el creciente peso del euro, y otras monedas, en las reservas internacionales de países del Este de Europa, Oriente Próximo o Asia. Así, sus bancos centrales están aumentando el peso del euro en sus carteras y reduciendo el del dólar, lo que acentúa el alza de nuestra moneda respecto la divisa americana. Finalmente, las reticencias sobre el exceso de endeudamiento americano se han acentuado con la crisis financiera que estalló en verano. Y las difíciles perspectivas de solución que se dibujan en el horizonte para los graves problemas del sistema financiero de EEUU presionan, también, en contra de su moneda.

Por todas estas razones, y aunque algunos elementos coyunturales puedan modificar su sentido, nos enfrentamos a una época en la que el recorrido alcista del euro no ha acabado. Cotizaciones alrededor de los 1,60/1,70 dólares no son impensables. Para nosotros, tiene un aspecto positivo en términos de menos presiones inflacionarias procedentes del exterior. Pero, para los exportadores del área del euro, este nuevo marco es mucho más severo, lo que exige reforzar la competitividad por otras vías. Para bien o para mal, el sistema monetario internacional que emergió en los 70, y en el que el dólar tenía un papel preponderante, se encamina a su final. Y el proceso de pérdida de la corona del rey dólar se acentúa. Y ahí aparece el joven euro, un firme candidato a la sucesión. Aunque su reinado, seguro, será compartido con otras divisas emergentes.

Josep Oliver, catedrático de Economía Aplicada de la UAB.