El renacimiento de Al Qaeda

Mucho se está especulando sobre la naturaleza del actual terrorismo global, es decir, del terrorismo relacionado de uno u otro modo con Al Qaeda. Se trata de una polémica muy extendida en los círculos académicos y en las comunidades de inteligencia, con implicaciones para el enfoque que ha de darse a las políticas nacionales de seguridad y a la cooperación internacional en dicha materia. Una polémica en torno a cómo ha evolucionado ese fenómeno tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 y al tipo de amenaza que supone en nuestros días tanto para los países cuyas poblaciones son mayoritariamente musulmanas como para otras sociedades, incluidas por supuesto las del mundo occidental.

Como consecuencia de la reacción estadounidense a lo ocurrido aquel día en Nueva York y Washington, la estructura terrorista liderada por Osama Bin Laden perdió el santuario del cual venía disfrutando en Afganistán desde mediados los noventa y quedó seriamente menoscabada. No pocos de sus grupos afines, que de igual manera contaban con campos de entrenamiento y otras infraestructuras al amparo del régimen de los talibanes, se vieron asimismo afectados. Y las organizaciones directa o indirectamente vinculadas con Al Qaeda que tenían sus bases fuera de ese país surasiático fueron desde entonces objeto de una decidida represión por parte de los Gobiernos con autoridad sobre las diferentes jurisdicciones estatales donde se encontraban.

Estos acontecimientos son suficientemente conocidos y no parece que respecto a ellos exista demasiada controversia entre los observadores atentos del fenómeno. Sin embargo, no pocos de éstos concluyeron, a partir de aquellos hechos, que Al Qaeda había dejado de existir, transformada en una ideología o en un movimiento. Concluyeron también que el terrorismo global se había convertido en un fenómeno amorfo, carente de estructuración formal y de liderazgo. Concluyeron, finalmente, que la verdadera amenaza terrorista procede ahora de células locales constituidas de manera espontánea y compuestas por individuos radicalizados a sí mismos bajo el influjo de una serie de ideas diseminadas sobre todo a través de Internet.

A esta visión ha contribuido la obra de un influyente doctrinario del terrorismo yihadista. Un individuo de origen sirio pero nacionalizado español que responde al sobrenombre de Abu Musab al Suri, miembro fundador de la célula establecida por Al Qaeda en nuestro país una década antes del 11-M y luego incorporado al círculo inmediato de Osama Bin Laden. Fue detenido en Pakistán en 2005, no sin que antes publicase su Llamada a la resistencia islámica mundial.

Ahora bien, afirmar que aquella estructura terrorista ha desaparecido, que el terrorismo global es ahora un fenómeno amorfo y que la amenaza emana hoy de células locales surgidas espontáneamente no parece que se corresponda con la realidad. Para empezar, Al Qaeda sigue existiendo. Se ha transformado en los últimos años, mostrando gran resistencia y una sobresaliente capacidad de adaptación, pero está regenerada y los servicios de inteligencia occidentales lo saben. Su núcleo de liderazgo, reconstituido en distintas ocasiones, permanece en la zona fronteriza de Pakistán con Afganistán, donde dispondría de algunos centenares, si no unos miles, de miembros propios. Dispone además de tramas y células, así como de agentes y colaboradores, fuera de aquella zona. Eso sí, ha venido subsanando su estado previo, como remanente de la estructura terrorista que existía antes del 11-S, con una extraordinaria producción de propaganda audiovisual. Sus capacidades operativas no son las mismas que en el pasado, pero han vuelto a ser considerables.

Más aún, Al Qaeda ha conseguido establecer, aunque no siempre de la misma manera, algunas extensiones territoriales. Es el caso de la denominada Al Qaeda en la península Arábiga, que dio comienzo a su campaña terrorista en 2003. O el de la altamente burocratizada Al Qaeda para la Yihad en la Tierra de los Dos Ríos, constituida en 2004 en Irak, a partir de un grupo denominado Unicidad de Dios y Yihad, muy activo en ese país desde que fuera militarmente invadido el año anterior. A inicios de 2007, apareció la no menos estructurada Al Qaeda en el Magreb Islámico, resultante de una fusión, anunciada unos meses antes, entre la propia Al Qaeda y el Grupo Salafista para la Predicación y el Combate, de origen argelino.

Por otra parte, alrededor de 30 grupos y organizaciones activos en distintos lugares del mundo mantienen algún tipo de asociación con Al Qaeda. Difieren mucho en sus dimensiones, grado de articulación, composición y alcance operativo. Entre ellos se encuentran los talibanes afganos, los neotalibanes paquistaníes de Tehrik e Taliban (Fuerza de Talibán), Lashkar e Tayiba (Ejército de los Puros), el Movimiento Islámico del Turkestán Oriental, Harakat ul Jihad ul Islami (Movimiento de la Yihad Islámica), Abu Sayaf (Portadores de la Espada), la Yemaa Islamiya (Asamblea Islámica), Jund as Sham (Ejército del Levante), Asbat al Ansar (Liga de los Seguidores) o Harakat Shabab al Muyahidín (Movimiento de la Juventud Combatiente) o la Unión de la Yihad Islámica escindida del Movimiento Islámico de Uzbekistán.

Cierto que Al Qaeda ha inspirado la formación y el desarrollo, en numerosos países del mundo pero quizá especialmente en los occidentales, de grupúsculos o células carentes, al menos en un principio, de ligámenes con alguno de esos otros componentes del actual terrorismo global. Sin embargo, estos grupúsculos o células que se autoconstituyen influenciados por los fines y los medios propugnados desde el núcleo de Al Qaeda pueden llegar a establecer esos vínculos. En cualquier caso, estas redes y células autoconstituidas no deben confundirse, como a menudo ocurre, con las que están bajo el mando directo de Al Qaeda, situadas en la periferia de sus extensiones territoriales o integradas en grupos y organizaciones afiliados con esa estructura terrorista.

Como tampoco debe exagerarse su importancia a expensas de los otros componentes del terrorismo global. La inmensa mayoría de los atentados relacionados con Al Qaeda que se han perpetrado en los últimos seis años y medio son obra de esta misma y, sobre todo, de sus extensiones territoriales y de grupos u organizaciones afines. Y esos tres componentes del terrorismo global destacan en general por un significativo grado de articulación, con disciplina interna, especialización funcional, jerarquía y dirección reconocida. Algo que no casa con la noción de un fenómeno desorganizado que sería la suma de grupúsculos independientes y células espontáneas. Estos actores locales son parte del terrorismo global, pero no debe tomarse esa parte por el todo.

En conjunto, tanto Al Qaeda y sus extensiones territoriales, como los grupos y organizaciones relacionados con aquella estructura terrorista o los grupúsculos y células que se autoconstituyen influenciados por la misma forman un heterogéneo pero definido entramado internacional. Es una urdimbre que evoluciona, cuyos componentes están interconectados entre sí de muy diferentes maneras y pueden variar con el tiempo en número, condición e importancia relativa. Los riesgos y amenazas que el terrorismo global plantea para distintos países o regiones del planeta dependen precisamente del modo en que se combinan esos distintos componentes.

En todo caso no es el modelo de Abu Musab Al Suri el que impera, sino el diseñado por otro ideólogo del yihadismo violento, Abu Bakar Naji, en su La gestión de la ferocidad. En suma, el actual terrorismo global no es un fenómeno amorfo sino polimorfo. Que es distinto.

Fernando Reinares, director del Programa sobre Terrorismo Global en el Real Instituto Elcano y catedrático de Ciencia Política en la Universidad Rey Juan Carlos.