El rescate total de Europa

La Unión Europea se ha ganado su lugar como instrumento de paz en Europa. El libre comercio ha llevado prosperidad a su gente y la libertad para elegir un lugar de residencia la protege contra el resurgimiento de regímenes totalitarios. El Acervo Comunitario protege a los ciudadanos de todos los estados miembros bajo el imperio de la ley. Quien dude de la existencia de estos beneficios solo necesita dar una mirada a las «Euromaidan» de Kiev, donde cientos de miles de personas se han reunido durante semanas para demostrar su apoyo a una mayor vinculación con Europa, en vez de una alianza con la Rusia de Vladimir Putin.

La paradoja es que los mismos beneficios y entusiasmo no se mantienen cuando se trata de la moneda común europea. Por el contrario, el euro ha sumergido al sur de Europa y a Francia en una profunda crisis económica que está enervando a todos los involucrados. Nunca vi tantas esvásticas y eslóganes de odio dirigidos hacia Alemania. El expresidente del Eurogrupo, Jean-Claude Juncker, primer ministro luxemburgués durante muchos años, ha dicho que 2013 lo retrotrae a 1913, cuando nadie podía imaginar qué sucedería un año después. Tal vez sea un tanto exagerado, pero una afirmación de ese tipo por parte de un político tan distinguido, resulta escalofriante.

Desafortunadamente, la crisis dista de haber terminado. Si bien el seguro que el Banco Central Europeo ha ofrecido sin costo alguno a los compradores de bonos de los gobiernos miembros de la UE calmó temporalmente a los mercados financieros, los trabajadores comunes preocupados por sus empleos miran al futuro con inquietud. En Grecia y España, la mitad de los jóvenes no estudia ni tiene empleo, al igual que un cuarto de la población activa. Resulta especialmente preocupante el continuo aumento del desempleo en Francia e Italia, donde la producción industrial se ha reducido y la competitividad de los precios continúa deteriorándose.

El propio euro es responsable de esta debacle. Durante los primeros años después del inicio oficial en la Cumbre de Madrid de 1995 de las actividades en pos de una moneda común, se promovió un excesivo flujo de capital hacia el sur de Europa, que creó allí una burbuja de crédito inflacionaria. Un entorno legal desmedidamente relajado produjo consecuencias letales: fomentó que los bancos del norte de Europa rellenaran sus balances con bonos de los gobiernos y bancos del sur de Europa. Cuando estalló la burbuja, dejó una estela de economías deplorablemente caras, que habían perdido su competitividad.

Europa debe usar ahora la calma entre los frentes de tormenta para repensar la unión de la moneda europea desde cero. El esfuerzo para crear un equivalente europeo al dólar e imponer una unión fiscal, a pesar de la ausencia de un estado común europeo, está destinada al fracaso. Convertirá a los estados miembros en deudores y acreedores entre sí, y alimentará una animosidad aún mayor.

El requisito fundamental para uniones monetarias y fiscales que funcionen en Europa es el establecimiento de los Estados Unidos de Europa, con un parlamento real que brinde a los ciudadanos igual representación y un sistema legal común. Por sobre todo, el éxito del proyecto para la paz europea requiere un ejército común y una política exterior común, esto es, una unión genuina y duradera de aseguramiento mutuo basada en la reciprocidad para asegurar la seguridad y la estabilidad. Quienes quieran anticipar un estado común de esas características con una unión fiscal, nunca lograrán su cometido.

Como Francia no está aún dispuesta a aceptar un estado común europeo, necesitamos una situación intermedia que proteja y estabilice la zona del euro. Esto requiere solucionar los problemas actuales e introducir un sistema de mebresía flexible basado en duras restricciones presupuestarias. Para ello son necesarias cuatro medidas.

En primer lugar, es necesaria una conferencia sobre la deuda, donde los acreedores y bancos de los gobiernos del sur de Europa condonen una fracción de lo adeudado. Entre los acreedores que renuncien a parte de sus reclamos deben contarse las entidades públicas –principalmente y en primer lugar el BCE– que han reemplazado actualmente en gran medida a los prestamistas privados.

En segundo lugar, los miembros de la zona del euro cuya búsqueda para recuperar la competitividad a través de reducciones de precios y salarios resulte demasiado larga y agotadora y cuyas sociedades se arriesguen a una división por la necesaria imposición de la austeridad, deben abandonar temporalmente la unión monetaria. Los problemas de la salida deben ser amortiguados con ayuda financiera comunitaria, que no sería necesaria por mucho tiempo, porque una devaluación de la nueva moneda les devolvería rápidamente la competitividad. De hecho, se debe estipular claramente una «eurozona de respiración» que permita –y regule– la salida y el reingreso. Europa necesita un sistema a mitad de camino entre el dólar y uno de tipos de cambio fijos, como el de Bretton Woods.

En tercer lugar, esta unión monetaria de respiración debe incluir duras restricciones presupuestarias a los bancos centrales de sus miembros. Específicamente, debe fijarse un techo a la creación de dinero local mediante la obligación de cancelar los desequilibrios del balance de pagos con oro u otros medios de pago seguros comparable.

Finalmente, la regulación de quiebras para los países es esencial para dejar en claro a los inversores desde el principio que están asumiendo riesgos. Es la única forma de evitar los flujos de crédito desestabilizadores que empujaron al sur de Europa a la ruina.

Si nos tomamos en serio la profundización de la integración europea debemos reconocer que no hay alternativa creíble a la reforma total del euro. De otra manera, quienes admiran y aspiran a ser parte de Europa –como los ucranianos– buscarán eventualmente otros horizontes.

Hans-Werner Sinn, Professor of Economics at the University of Munich, is President of the Ifo Institute for Economic Research and serves on the German economy ministry’s Advisory Council. He is the author of Can Germany be Saved?. Traducción al español por Leopoldo Gurman.

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