El resurgimiento de la ruta de la seda de China

La frase “ruta de la seda” evoca una imagen romántica –mitad real, mitad mito– de caravanas de camellos avanzando a través de los desiertos y montañas sin caminos de Asia Central. Sin embargo, la ruta de la seda no solo es parte de un pasado fabuloso; también es una característica importante de la actual política exterior de China.

La histórica ruta de la seda comprendía una ruta marítima y una terrestre, que facilitaban el tránsito de bienes e ideas desde Asia oriental y central hacia Europa, ya se tratara de té chino o invenciones como el papel, la pólvora y la brújula o productos culturales como la música india y las escrituras budistas. De igual manera, la ruta de la seda –principalmente la ruta terrestre, que también atravesaba el mundo árabe hacia Europa– ofreció a China acceso a la astronomía, plantas y medicinas de hierbas indias, e introdujo la fe budista y la islámica.

Gracias al almirante chino Zheng He, que navegó con su flota en el Océano Índico siete veces, a principios del siglo XV, el wok chino se convirtió en el utensilio favorito para cocinar de las mujeres en Kerala, estado del sudoeste de India. Las redes de pesca chinas siguen utilizándose en las aguas de las costas de Kochi.

En 1411, Zheng erigió una lápida –traducida al chino, persa y tamil– cerca de Galle, ciudad costera de Sri Lanka, con una inscripción que invocaba a los dioses hindúes para que bendijeran sus esfuerzos por construir un mundo pacífico basado en el comercio. Seiscientos años después, el presidente chino, Xi Jinping, está persiguiendo un objetivo similar –solo que él está exhortando a dirigentes políticos de Europa y Asia para avanzar su causa.

En septiembre del año pasado, en un discurso que pronunció en la Universidad Nazarbayev de Kazakstán, Xi anunció el plan “Cinturón económico de la ruta de la seda”, que es una nueva iniciativa de política exterior destinada a impulsar la cooperación internacional y el desarrollo conjunto en Eurasia. Xi identificó cinco objetivos específicos para guiar estas acciones: fortalecer la colaboración económica, mejorar las redes de caminos, promover el comercio y la inversión, facilitar la conversión de divisas y fomentar los intercambios entre personas.

Un mes después, se dio a conocer la segunda parte. Ante el Parlamento indio, Xi llamó al restablecimiento de las antiguas redes marítimas para crear una “ruta marítima de la seda” a fin de fomentar la conectividad internacional, la investigación ambiental y científica y las actividades vinculadas a la pesca.

Posteriormente, el primer ministro chino, Li Keqiang, reiteró dicho objetivo en la Cumbre del Foro de Cooperación Económica de Asia-Pacífico (APEC), y de nuevo en la Cumbre de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN). Desde entonces, el establecimiento de una ruta de la seda terrestre y marítima modernas se ha convertido en política oficial de China, respaldada por el Partido Comunista y el Congreso Popular Nacional.

Xi ha subrayado que el objetivo de la iniciativa económica de la ruta de la seda es reactivar antiguos vínculos en el marco del mundo globalizado contemporáneo. Sin embargo, sin duda también tiene un motivo interno, basado en la creciente diferencia de prosperidad entre China oriental y occidental.

La concentración de la actividad económica en las ciudades y zonas económicas especiales del este ha generado limitaciones y cuellos de botella ambientales y de suministro de energía que están erosionando la capacidad de China para alcanzar el desarrollo sostenible e incluyente que necesita para llegar al nivel de altos ingresos. El gobierno espera que la iniciativa de la ruta de la seda convierta a las regiones del oeste y suroeste en los motores de la siguiente fase del desarrollo del país.

No obstante, la dimensión internacional de la iniciativa sigue siendo la más importante y compleja. Los diplomáticos chinos han señalado una multitud de plataformas y mecanismos creados o fortalecidos en años recientes que podrían contribuir a maximizar su impacto. Entre ellos están la Organización de Cooperación de Shanghai, el Corredor Bangladesh-China-India-Myanmar, el Corredor Económico China-Pakistán, el Ferrocarril Yuxinou, construido por China, que va de Chongqing a Alemania (y desde ahí a los puertos de Europa del norte), y los incipientes corredores energéticos entre China y Asia Central, así como Myanmar.

Además, China ha establecido el Nuevo Banco de Desarrollo junto con los demás miembros del grupo BRICS (Brasil, Rusia, India y Sudáfrica) y el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura, instituciones que se beneficiarán sin duda de los enormes excedentes de inversión de China. Dado el papel preponderante de China en ambos, fácilmente se podrían utilizar para dar financiamiento a los programas relacionados con la ruta de la seda.

Pero si bien puede ser que China no tenga problemas para financiar sus ambiciones relacionadas con la ruta de la seda, sí es probable que se enfrente a resistencias políticas –especialmente en lo que se refiere a la ruta marítima. En una época en que la postura decidida del país en los mares meridional y oriental de China provoca ansiedad entre sus vecinos –incluidos Japón, Vietnam, Filipinas y Singapur – la iniciativa de la ruta de la seda ha provocado un significativo nerviosismo geopolítico.

De hecho, estos temores tienen una base histórica importante. Las expediciones de Zheng incluyeron el uso de la fuerza militar en lo que actualmente es Indonesia, Malasia, Sri Lanka e India, para imponer a dirigentes leales y controlar puntos críticos a lo largo del Océano Índico. Intervino en la política dinástica de Sri Lanka e Indonesia, donde secuestró y ejecutó a dirigentes locales. Incluso se apropió de la reliquia del diente de Buda, símbolo de la soberanía política de Sri Lanka.

Por ende, los países a lo largo de la ruta de Zheng recuerdan sus aventuras no solo como iniciativas para promover el comercio y establecer vínculos comerciales, sino también como una intervención militar directa en sus asuntos, con el pretexto de iniciar un orden mundial armonioso bajo el mando del emperador chino. Puede ser que a China no le convenga del todo recordarles este pasado doloroso.

Esto no quiere decir que la ruta moderna de la seda solo beneficiaría a China. Al contrario, sus rutas terrestres y marítimas podrían atraer inversiones importantes hacia países participantes, –en especial procedentes de China, a medida que busca nuevas vías para movilizar sus amplias reservas. No obstante, el establecimiento de una nueva ruta de la seda también marcará un paso hacia el fortalecimiento del antiguo concepto chino de tianxia, según el cual se consideraba al emperador chino como dirigente de todo el mundo conocido designado por la divinidad.

Muchos asiáticos todavía recuerdan los esfuerzos japoneses antes y durante la Segunda Guerra Mundial para crear una “esfera de co-prosperidad de la gran Asia Oriental” –un bloque de países autosuficientes, bajo el liderazgo de Japón– mediante la conquista. ¿Podría China estar yendo en la misma dirección, aunque de una forma menos agresiva?

Shashi Tharoor, a former UN under-secretary general and former Indian Minister of State for Human Resource Development and Minister of State for External Affairs, is currently an MP for the Indian National Congress and Chairman of the Parliamentary Standing Committee on External Affairs. His most recent book is Pax Indica: India and the World of the 21st Century.

Traducción de Kena Nequiz.

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