El reto de Tzipi Livni

Tzipi Livni, líder del partido Kadima desde la dimisión del primer ministro israelí Ehud Olmert, ha fracasado en su intento de formar gobierno y se han convocado elecciones legislativas anticipadas para febrero del 2009. El debate principal de la campaña electoral será sin duda la situación económica y los problemas sociales, pero también las cuestiones de seguridad y las negociaciones con los palestinos.

Y era precisamente Tzipi Livni, ministra de Asuntos Exteriores, quien dirigía estas negociaciones. Se ha anunciado que quedaban interrumpidas durante la campaña electoral. Se han acabado, pues, los sueños y especialmente las ilusiones surgidos de la conferencia de Annapolis de noviembre del 2007 en la que George Bush expresó su voluntad de que pudiera hallarse una solución definitiva a la cuestión palestina antes de que finalizara su mandato. ¿Qué observador serio se había creído que Bush (que ha asistido impotente a la destrucción de todo lo conseguido en el proceso de Oslo) podía ser el presidente de la paz entre

Israel y Palestina? Una vez más, las esperanzas se desvanecen en el mismo momento en que el primer ministro palestino, Salam Fallad, lanza una advertencia solemne: según él, la solución de dos estados sobre la base de las fronteras de 1967 corre el riesgo de quedar sepultada bajo el peso de las 170 colonias y cerca de medio millón de colonos israelíes en territorios palestinos. Desde Annapolis, la colonización ha proseguido. No se ha logrado ningún progreso concreto sobre la cuestión de Jerusalén, de las fronteras o de los refugiados. Hasta el punto de que algunos palestinos, entre ellos los moderados agrupados alrededor de Mahmud Abas, evocan el abandono de la búsqueda de una solución de dos estados en beneficio de un Estado binacional judío y árabe. Pero esta perspectiva es rechazada por los israelíes porque supondría el fin de Israel como Estado judío.

Los palestinos temen que los sucesivos aplazamientos de las negociaciones no sean más que una estrategia usada por los israelíes para hacer irreversible la ocupación de sus territorios. Las negociaciones no serían más que una cortina de humo para ocultar la realidad de una ocupación que se transforma en continua anexión. Los palestinos temen que los israelíes apuesten por la política del hecho consumado. Es así como han podido convertir en definitivas y aceptadas por todos - incluidos los palestinos-sus conquistas de 1948, haciendo pasar del 51% al 78% la parte de la Palestina mandataria devuelta al Estado judío. También podrían así hacer definitivo el control de Jerusalén y de una parte de Cisjordania, aprovechando la voluntaria impotencia de la comunidad internacional. Las profundas divisiones de los palestinos - políticas y territoriales-entre la Autoridad Palestina (que apenas merece su nombre) y Hamas son un obstáculo más a la paz. La elección del líder del Likud, Beniamin Netanyahu, como primer ministro arruinaría las últimas esperanzas de paz.

Sin embargo, hay algunas razones para ser optimista, aunque desde hace 15 años el optimismo sobre la paz ha sido siempre desmentido por la realidad. En primer lugar, con la elección de Barack Obama existe la esperanza de que, en tanto que presidente de Estados Unidos, se comprometa seriamente desde el comienzo de su mandato en la solución del conflicto israelí-palestino. Simplemente porque su prolongación perjudica los intereses nacionales americanos y porque el presidente electo ha comprendido que es necesario actuar rápidamente aprovechando el inmenso apoyo nacional e internacional de que dispone.

Por otra parte la señora Livni, que viene de la derecha, puede ser considerada pragmática. Ha renunciado al Gran Israel. Si ha fracasado en su intento de formar una coalición es en gran parte porque ha rechazado las exigencias del partido religioso Shas, que exigía el compromiso de no negociar nada sobre Jerusalén, haciendo así imposible un acuerdo con los palestinos. Livni puede aparecer a los ojos de los israelíes como quien mejor puede mantener la alianza estratégica con Estados Unidos al precio de concesiones políticas y territoriales.

Bien considerada por su integridad, cualidad no muy extendida entre los líderes israelíes, Livni ha fortalecido su posición de líder. Si llega al poder, respaldada por un mandato popular sobre la base de rechazar las exigencias de los partidarios del Gran Israel y con el respaldo de un presidente estadounidense más flexible, habrá de nuevo esperanzas de un verdadero avance.

Pascal Boniface, director del Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicasde París.