Por Xavier Ortega Aramburu, catedrático de la UPC (LA VANGUARDIA, 02/02/06):
La situación de crisis nuclear de Irán se ha reactivado tras la liberación unilateral de algunos precintos que bloqueaban el
funcionamiento de diversas instalaciones nucleares. La Agencia Internacional para la Energía Atómica (AIEA) y la opinión internacional han expresado su inquietud por las posibles implicaciones militares del programa nuclear iraní. No obstante, la triste experiencia de la invasión de Iraq debe hacernos reflexionar sobre las circunstancias que configuran esta compleja situación y las posibles implicaciones. Para ayudar en esta reflexión examinemos algunos elementos de interés. Respecto a la situación geográfica de Irán se observa la extraordinaria complejidad de su entorno: fronteras con Iraq, Turquía, Armenia, Azerbaiyán, Turkmenistán, Afganistán y Pakistán; alta demografía (70 millones), grandes reservas de petróleo y de gas, Gobierno de corte teocrático surgido tras la revolución islamista. En el desarrollo de su programa nuclear pueden destacarse diversos hitos. Así, inició su andadura de las manos de EE. UU. en los años sesenta con la construcción del centro de investigación nuclear en Teherán, puesto en marcha en 1967 por la organización de la energía atómica de Irán y que estaba dotado con un reactor nuclear experimental de 5MWde potencia. En 1968 Irán firmó el tratado de no proliferación nuclear y, en el marco de este tratado, el gobierno del sha Rezla Pahlavi planeó construir más de veinte centrales nucleares en un ambicioso programa de diversificación energética. A mediados de los años setenta el máximo dignatario iraní declaraba que el petróleo iraní era un producto demasiado importante como para ser quemado con finalidades de generación eléctrica. Buen argumento que hoy compartiría un gran número de observadores en Occidente. La primera decisión adoptada fue la de construir dos centrales nucleares generadoras de electricidad en Bushehr, en la costa del golfo Pérsico, a cargo de la corporación industrial alemana KWU. Pude comprobar personalmente el interés de Irán por el desarrollo nuclear en la reunión internacional sobre transferencia de tecnología nuclear celebrada en aquel país, en Persépolis, el año 1977. A dicha reunión, con más de 400 asistentes de todas las nacionalidades, incluyendo Israel, se apostaba por la internacionalización de los conocimientos y técnicas nucleares para usos civiles. No obstante, la revolución islámica de 1979 junto a los acontecimientos bélicos con Iraq provocaron la paralización de aquellos proyectos, durante los años ochenta. En los años noventa Irán mostró su interés por el desarrollo de un programa nuclear basado principalmente en sus propios recursos. En 1995 Irán firma un acuerdo con Rusia para instalar en Bushehr una central nuclear, en fase avanzada de construcción. Adicionalmente, Irán decidió disponer de la totalidad del ciclo de combustible nuclear: minería del uranio en Saghand, conversión en hexafluoruro de uranio en Isfahán, enriquecimiento del uranio por técnicas de centrifugación en Natanz, planta de producción de agua pesada en Arak, material que utilizar en un reactor que pudiera sustituir al viejo reactor del centro de Teherán. También parecen existir, en el centro de tecnología nuclear de Isfahán, diversos equipos suministrados por China. En este contexto, cabe recordar que países como Israel, India o Pakistán no han suscrito dicho tratado y gozan de inmunidad respecto a sus programas nucleares. Irán reclama el derecho a dotarse de tecnología de fabricación de combustible nuclear para su programa energético. La cuestión de saber si disponer de esa tecnología nuclear civil puede dar lugar a una tecnología armamentista, desde mi punto de vista, tiene una respuesta afirmativa, pero con el matiz de que no es fácil ni a corto plazo esa transformación que necesitaría pasar de un enriquecimiento de uranio U235 del orden del 3% al 90%, lo que representa un salto tecnológico y económico considerable. Parecida consideración es válida si se opta por reprocesar combustible usado en un reactor moderado con agua pesada que permita separar plutonio para uso militar. Cabe preguntarse también si es factible y conveniente obligar a interrumpir un programa nuclear ante la sospecha de que se pueda producir esa desviación militar a medio plazo. La UE lo ha intentado, hasta ahora sin fortuna. Los antecedentes sobre la actuación occidental en aquella zona, la denuncia que una medida de contención en el desarrollo nuclear por parte de los países poseedores del arma nuclear sería lesivo para el futuro del desarrollo nuclear civil en países emergentes y las recientes declaraciones de Francia sobre el uso de su potencial nuclear no ayudan a instaurar un clima de confianza. Es necesario que la AIEA intente restablecer un diálogo con Irán, con un amplio apoyo internacional, Rusia y China incluidas. Eventualmente podría acordarse el refuerzo de los procedimientos de control recogidos en la cláusula adicional del tratado de no proliferación nuclear, que obligan tanto al país firmante como a los países suministradores de tecnología. Otras medidas precipitadas de orden sancionador o intervencionista podrían alejar el control internacional y agudizar un problema con un difícil retorno.