El reto que es América Latina para España en 2022

En 2023, España ostentará la presidencia de la Unión Europea. Será un momento muy relevante para un país que destaca por su europeísmo. Pero el fuerte interés por la UE no puede hacernos perder de vista la importancia fundamental de América Latina, incluso como componente estratégico de la pujanza española en el continente.

Por ese motivo, y por la importancia de las relaciones económicas, culturales y políticas con América Latina, los retos que se plantean en el futuro próximo en la región requieren un abordaje estratégico de política exterior. También el alineamiento de actores públicos y privados interesados en el futuro de la relación.

Es cierto que España ha hecho un esfuerzo por mantener la cooperación a pesar de la graduación como países de renta media de prácticamente la totalidad de la región. Sin embargo, los desafíos estructurales se han agudizado con la pandemia y el apoyo español es determinante. El anteproyecto de Ley de cooperación que ha sido aprobado recientemente apunta a mejorar algunos instrumentos indispensables.

En materia económica, Latinoamérica ha perdido presencia española, tanto por la entrada de otros inversores y socios comerciales como por la situación de decrecimiento económico que ya arrastraba desde antes de que el coronavirus se convirtiera en pandemia mundial. Las empresas españolas, a pesar de ello, siguen estando muy presentes en la región, incluso en sectores emergentes.

Sin embargo, se enfrentan a la gran estrategia internacional de China y sus capacidades financieras y productivas. Esto hace que nuestras empresas necesiten apoyo y respaldo político para operar de forma competitiva en el nuevo escenario internacional. También necesitan ofrecer ventajas cualitativas frente a otros oferentes de bienes y servicios.

Es importante reconocer, asimismo, las potencialidades de la relación, del mercado del español y su presencia dominante en los escenarios de la música y la creación de contenidos en el mundo. Y valorar el potencial del talento humano compartido, las sinergias en la visión del sistema internacional e incluso la importancia de los flujos humanos, que han apuntalado déficits estructurales de la demografía española, en un proceso de adaptación cuyo éxito no tiene parangón en Europa.

Uno de los grandes desafíos para la definición de la estrategia hacia la región es el escenario político. En 2022 el panorama político de América Latina puede consolidar un giro que llevará a una nueva mayoría de izquierdas. Sin embargo, la movilización de votantes que han llevado y llevarán al poder a los nuevos gobernantes está llena de retos: el ciclo económico no acompaña, los déficits estructurales se han agudizado y la desafección por la frustración de las expectativas de movilidad social y bienestar dan poco margen para conseguir resultados a los nuevos gobiernos.

Los desafíos políticos no son solo externos. En España, América Latina ha perdido relevancia en la agenda pública por varios motivos. El primero de ellos es la preminencia de la agenda europea que plantea una falsa dicotomía. Para España, más América Latina tiene que ser más Europa.

El segundo, y más grave, es una tendencia reduccionista de la visión y presencia latinoamericana que constriñe el debate a unos pocos países, invisibilizando la amplitud de las relaciones con la región y desconociendo su estructura regional, sus asimetrías y sus oportunidades. Este reduccionismo nos hace vulnerables: ha llevado a descuidar la relación con algunos países y ha fortalecido la degradación del debate político.

Este problema se suele achacar a la polarización en torno a la deriva dictatorial de Venezuela, que ha servido de excusa para la creación de trincheras ideológicas, tanto a nivel latinoamericano como español. Esta polarización es un signo más de la falta de estrategia que conduce a convertir el caso venezolano en arma arrojadiza, útil para el fango político nacional. Pero es nefasta para las relaciones exteriores e incluso para los venezolanos.

A España le interesa una relación fuerte con América Latina, más allá de los signos políticos de sus gobiernos, siempre que sean resultado de elecciones libres, y siempre que sean trasparentes y respetuosos del Estado de derecho y los derechos humanos. Esto,también conlleva a la necesidad de establecer líneas rojas y sistemas de alerta ante la evidencia de pérdida de calidad de la democracia.

Otro desafío es el de la construcción de relato sobre la relación entre las partes. España fue exitosa en su planteamiento estratégico de Iberoamérica, lo que supuso una horizontalización de la relación y la superación de las narrativas hispanistas contrapuestas a la construcción identitaria de las Repúblicas latinoamericanas.

No conviene que la construcción de los relatos identitarios sea liderada por actores políticos extremistas, que legítimamente buscan sus nichos electorales, pero que pueden afectar intereses estratégicos y rasgar la relación que se ha construido tan cuidadosamente a lo largo de los últimos 35 años.

Esta tendencia al debate revisionista va a ser aún más fuerte en los próximos años, tanto en América Latina como en España. La necesaria ampliación de los espacios de la representación política va a traer desafíos en este sentido. Hay que anticiparse (si no es que llegamos tarde), construir relato, institucionalizarlo, trabajar en una diplomacia prospectiva que ponga por delante las ventajas de la relación y sus fortalezas limitando los espacios y peligros de las narrativas nativistas.

Esto no supone olvidar el pasado, supone reconocer la legitimidad de sus distintas percepciones y la necesidad de ampliar las narrativas. También poner en valor los esfuerzos y valores del presente.

América Latina vuelve a jugar un papel crucial. La ruptura del histórico consenso regional en la reciente elección del secretario general iberoamericano es un fuerte reclamo. Sin embargo, aprovechando el gran trabajo de los organismos que componen la conferencia, el inicio del periodo de un nuevo secretario es una buena ocasión para revitalizar y renovar el constructo político común.

De forma transversal a la estrategia hacia Iberoamérica se deben incluir de forma efectiva nuevos temas en la agenda: género, digitalización, ciencia, sostenibilidad ambiental, y alinearlos con la estrategia europea. Son temas determinantes en un mundo en el que, en el marco de la pulsión constante entre China y Estados Unidos, las asociaciones regionales se convierten en apuestas de poder internacional.

España conoce como nadie América Latina. Más aún, los españoles allí han sido magníficos embajadores. Sus académicos han sido los impulsores de la mejora de la calidad de la educación superior en América Latina y han ayudado a poner a la región en los rankings científicos. Hay numerosos españoles en los primeres niveles de los organismos multilaterales presentes en la región. Las organizaciones no gubernamentales españolas tienen un enorme arraigo y la empresa española ha tenido un trampolín estratégico en América Latina para su internacionalización.

2022 será decisivo para definir una estrategia a largo plazo y a la medida de los retos que se presentan. Unos retos que permitan aprovechar más ampliamente la presidencia española de la Unión Europea en 2023.

Erika Rodríguez Pinzón es doctora en Relaciones Internacionales, profesora de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid y coordinadora de América Latina en la Fundación Alternativas.

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