El reto salafista de Egipto

"Queremos democracia, pero limitada por las leyes de Dios. Gobernar sin las leyes de Dios es infidelidad", declaró hace poco Yasser Burhami, segunda figura principal de la Sociedad del Llamado Salafista (SLS) y su líder más carismático. El inesperado aumento del voto salafista en las elecciones parlamentarias de Egipto ha generado inquietud de que el país árabe sunita más populoso pueda estar en camino de convertirse en una teocracia fundamentalista similar al Irán chií.

Conocida por su ultraconservadurismo social, su interpretación literal y estricta del Islam, y la potencial exclusión del "otro" ideológico y religioso, la salafista "Coalición por Egipto", también conocida como la Coalición Islámica, ganó un total de 34 escaños en el parlamento elegido para redactar la nueva constitución del país. Esto se suma a los 78 escaños obtenidos por la Coalición Democrática, encabezada por el Partido Justicia y Libertad (PJL) de los Hermanos Musulmanes.

De los 168 escaños en contienda, los islamistas han obtenido 112, o un 66,6%. Aunque todavía es pronto para determinar el resultado final, que se sabrá el 11 de enero, es poco probable que las próximas rondas se aparten de los primeros patrones de votación. Las gobernaciones que se consideran bastiones tradicionales de los islamistas votarán en la segunda ronda (como Al-Sharqiya y Suez) y en la tercera (como Matruh y Qalyubiyah).

Antes de las elecciones de noviembre, muchos dudaban de que los grupos salafistas, descentralizados, sin líderes, carentes de experiencia política y socialmente controvertidos, pudieran lograr un fuerte apoyo en las elecciones. Sin embargo, participaron en las elecciones con varios partidos, de los cuales el más organizado y políticamente experimentado es Al Nur (La Luz), que ha formado una coalición con Al Asala (Originalidad) y el Partido de la Construcción y el Desarrollo, del Grupo Islámico.

Al Nur es uno de los dos grupos salafistas egipcios organizados y centralizados décadas atrás, mientras el otro es el relativamente apolítico Ansar Al Sunnah (Partidarios de la Sunna). Las raíces de la organización se remontan a 1977, cuando los hermanos musulmanes dominaban el Grupo Islámico de la Universidad de Alejandría. En respuesta, los estudiantes con convicciones salafistas, principalmente los que estudiaban en la facultad de medicina, crearon la "Escuela de salafistas", argumentando en contra de la ideología de los Hermanos Musulmanes y su dominio del activismo islamista.

Para mediados de 1985, la Escuela de Salafistas se hace llamar "Sociedad del Llamado Salafista". Tuvo su propia institución educativa, el Instituto Al Furqan, una revista titulada Sawt Al Dawa (La voz del llamado), y una compleja red de servicios sociales. El Comité Zakat (Diezmo islámico) estuvo a cargo de la financiación y la administración de orfanatos, apoyo de viudas, labores de socorro, clínicas de salud gratuitas y otras prestaciones comunitarias.

Para manejar sus operaciones en Alejandría y en otros lugares, la dirección de la SLS creó un comité ejecutivo, un comité de gobernaciones, un comité de jóvenes, un comité social y una asamblea general. Todo esto bajo las peligrosas condiciones del régimen de Mubarak, que prohibió a los líderes salir de de Alejandría sin contar con permisos del Servicio de Investigaciones de la Seguridad del Estado. Con regularidad, el régimen cerró su instituto, prohibió sus publicaciones y arrestó a sus dirigentes.

Tal vez esta opresión explique la reacción inicial de la dirección de la SLS a la revolución de enero pasado. "¡Nos habrían bombardeado desde el aire si hubieran visto nuestras barbas en Tahrir!", según uno de sus líderes. De hecho, la dirección de la organización no apoyó oficialmente la revolución sino hasta los últimos días de Mubarak, aunque los activistas de base y los rangos medios sí se unieron a las protestas, entre ellos Emad Abdel Ghafour, jefe del Partido Al Nur

La principal diferencia entre la SLS y su brazo político, Al Nur, con otros salafistas es su larga experiencia administrativa y de organización y sus carismáticos líderes. Muhammad Nour, portavoz de Al Nur en El Cairo, me explica un factor adicional del ascenso del partido: "Los medios liberales se centran en nosotros. Hicieron nuestra campaña de forma gratuita", sonríe. "Cuando hacen todo lo posible por desprestigiarnos, y entonces la gente ve lo que hacemos en terreno, entiende que algo anda mal con los medios... no con nosotros."

Por supuesto, hoy el gran temor -no sólo en Occidente, sino también en otras partes del mundo árabe- es que los Hermanos Musulmanes (los grandes ganadores en las elecciones) y los salafistas unan sus fuerzas una vez que las elecciones finalmente acaben en enero. Pero es poco probable. Como Nabil Na'im, co-fundador de la Organización Al Jihad y figura destacada en la transición hacia el activismo no violento, planteara hace poco: "¿Qué coalición? Acabo de ser mediador de un alto al fuego en Fayum entre los Hermanos Musulmanes y los salafistas."

De hecho, es probable que la composición del gobierno se vea determinada más bien por la movilización popular en curso y las divisiones ideológicas entre los partidos islamistas, las acciones -y la falta de acción- del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (SCAF), y el comportamiento de los partidos liberales.

En estos momentos, la Hermandad Musulmana parece decidida sobre todo a limitar el papel del ejército en la nueva Constitución. También quiere potenciar el parlamento y controlar los servicios de seguridad de manera más eficaz. Por otra parte, los salafistas se centran en impulsar una agenda social conservadora para satisfacer su base electoral.

Si el CSFA continúa apoyando tácitamente uno de los bandos, como lo ha venido haciendo, es probable que genere una mayor polarización entre islamistas y seculares, en lugar de profundizar la brecha entre los Hermanos Musulmanes y los salafistas; en tal caso, aumentaría la posibilidad de una coalición PJL-Nur.

Será fundamental para los liberales trabajar por limitar la polarización, centrándose en medidas de confianza con los Hermanos Musulmanes, más que depender únicamente del CSFA para ello. Un joven revolucionario lo expresó con elocuencia: "La mayoría de los activistas no tenemos problema en disputar en la calle y en las elecciones la influencia de los Hermanos Musulmanes y los salafistas si se infringen los derechos ciudadanos. Pero se trata de nuestra lucha, no la del ejército."

Por Omar Ashour, director del Programa de Estudios de Posgrado sobre Oriente Próximo en el Instituto de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad de Exeter (RU), y autor de The De-Radicalization of Jihadists: Transforming Armed Islamist Movements. En la actualidad es investigador visitante del Centro Brookings de Doha. Traducido del inglés por David Meléndez Tormen.

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