El retorno de la estrategia industrial

La política industrial se está poniendo de moda nuevamente en muchas economías avanzadas. Desestimada en los dinámicos 1980 por considerársela un factor que contribuyó al estancamiento de la década previa, cada vez más se la ve como un medio para frenar la deserción de los votantes de la clase trabajadora hacia partidos populistas de derecha. Pero desarrollar una estrategia industrial efectiva no será tarea sencilla.

La Unión Europea ha intentado definir un marco consistente para abordar este tema desde 2014, cuando publicó un análisis de las ventajas y desventajas de la política industrial. El Reino Unido está más avanzado, al haber difundido en enero un documento sobre la creación de una estrategia industrial. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, también se centró en la política industrial, aunque su versión supuestamente conllevaría una intervención estatal sustancial y medidas proteccionistas.

La visión regresiva de Trump, a pesar de no abundar en detalles, ya parece defectuosa. Pero las posturas de Europa frente a la estrategia industrial son bastante alentadoras, sobre todo porque probablemente eviten las amplias intervenciones del pasado que hacían hincapié en la "elección de ganadores". En el Reino Unido, por ejemplo, el gobierno espera centrarse en cambio en "intervenciones específicas" destinadas a crear incentivos positivos, corregir errores de mercado y abordar los desequilibrios sociales, geográficos y sectoriales. Claramente, los líderes políticos han aprendido algunas lecciones importantes de la historia.

Pero sigue habiendo problemas serios. Los gobiernos de Europa parecen pensar que pueden implementar políticas ad hoc que fortalezcan su "mano invisible" hoy, y que esas políticas de alguna manera terminarán encajando prolijamente en un marco coherente. Eso parece optimista, en el mejor de los casos.

El nuevo plan del Reino Unido ni siquiera señala el principal objetivo de la estrategia. ¿Es apuntalar el crecimiento del PIB cuando el Reino Unido ya no forme parte del mercado único y la unión aduanera de Europa? ¿O es impulsar la potencial producción de la economía británica (es decir, aumentar el crecimiento a largo plazo)? El plan del gobierno menciona ambos objetivos, pero dice poco sobre cómo estarán equilibrados.

Los líderes del Reino Unido deben reconocer que, donde la estrategia apunte a fortalecer el crecimiento post-Brexit, probablemente sea necesario establecerla en el contexto de mayores aranceles frente a la UE, que seguiría siendo el principal mercado de Gran Bretaña. Una estrategia de estas características también tendría que tener en cuenta la competitividad global de la industria británica, y complementar la nueva política comercial independiente del país.

Al mismo tiempo, el gobierno británico no debe quedar tan atrapado en preservar el crecimiento y el empleo a corto plazo en medio del Brexit como para perder de vista la necesidad de impulsar el potencial crecimiento a largo plazo. Sin embargo, y esto inquieta, la estrategia propuesta tal vez haga un excesivo hincapié en proteger la propia participación del gobierno en la economía.

Si bien los gobiernos tienen razón al evitar la elección de ganadores, deben seguir buscando otras maneras de ser activos. Específicamente, deben analizar qué sectores e industrias tienen más probabilidades de contribuir al crecimiento a largo plazo, y facilitar su éxito -inclusive, por qué no, de maneras que impliquen riesgos financieros reales.

Por ejemplo, los gobiernos deberían considerar grandes inversiones en infraestructura que tengan externalidades positivas -digamos, tiempos de traslado más cortos para ir a trabajar, con sus beneficios económicos y sociales- y que puedan ser demasiado grandes o demasiado riesgosas para el sector privado. Esto es particularmente relevante donde el gobierno tiene acceso a un rango mayor de información que el sector privado, fortaleciendo su capacidad de optimizar sus inversiones.

Otro componente ausente en la discusión actual de la política industrial en Europa es un cronograma claro. La realidad es que una estrategia desarrollada hoy podría llevar una generación hasta que arroje resultados (pensemos en la reforma educativa). De manera que una estrategia industrial efectiva debe establecer no sólo un período de tiempo general, sino también hitos importantes en el camino

En el caso del Reino Unido, esos hitos deberían incluir objetivos de más corto plazo y resultados asociados con el proceso del Brexit. Después de todo, una estrategia industrial moderna y efectiva requiere de una contabilización cuidadosa de los activos y recursos, incluido el capital humano, que la economía necesitará en los próximos años. Para el Reino Unido, esa contabilización no se puede desacoplar del Brexit. En particular, los líderes del Reino Unido deben identificar qué recursos están asociados al mercado único de Europa, cómo se los puede reemplazar y cuánto tiempo llevará ese proceso.

El elemento crítico final de una estrategia industrial efectiva es el marco institucional del cual depende. El gobierno del Reino Unido reconoce la importancia de crear las instituciones correctas para hacer frente a las disparidades regionales. Pero las instituciones deben ir más allá de vincular sectores y regiones, y garantizar transparencia y responsabilidad, especialmente en la relación entre los sectores privado y público.

Con eso en mente, los líderes británicos deberían reflexionar sobre cuáles son las instituciones necesarias que ya existen y cuáles es preciso mejorar. Es importante resistir el deseo de simplemente cerrar las instituciones débiles o ineficientes y considerar, en cambio, cómo se las puede reformar y fortalecer.

Las economías de Gran Bretaña y Europa se enfrentan a desafíos importantes. Los líderes deben actuar ahora para definir una visión estratégica integral que les permita hacer frente a los desafíos por delante. Esa visión debe ser audaz y ambiciosa. Por sobre todo, debe ser compartida. En un momento en el que la polarización se intensifica, ésa bien puede ser la parte más difícil.

Paola Subacchi is Research Director of International Economics at Chatham House and Professor of Economics at the University of Bologna. She is the author of The People's Money: How China is Building an International Currency.

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