El retorno del fin de la historia

El retorno del fin de la historia
John Moore/Getty Images

Treinta años después de que Francis Fukuyama publicara su famoso libro El fin de la historia y el último hombre, la historia regresó con venganza. Luego de la invasión no provocada de Ucrania por parte de Rusia, Europa una vez más es el escenario de una guerra de gran escala tan característica del siglo XX que nadie esperaba ver algo así hoy. Lejos del “choque de civilizaciones” que, a decir del politólogo Samuel Huntington, forjaría el siglo XXI, Rusia quiere erradicar a un país independiente con un contexto etnolingüístico y religioso similar. El conflicto tiene que ver principalmente con sistemas políticos diferentes: autocracia versus democracia, imperio versus soberanía nacional.

Si bien la guerra ha producido innumerables tragedias, creo que demostrará que Fukuyama estaba más en lo cierto que equivocado. Él sostenía que la implosión del comunismo había introducido un mundo en el que las democracias con economías de mercado serían una mejor opción que otras formas alternativas de gobierno. La guerra de agresión de Rusia nunca debería haber sucedido, pero claramente es una excepción que prueba la regla de Fukuyama. Les ha causado un enorme sufrimiento a los ucranianos, pero ellos han luchado valientemente con la certeza de que la historia está de su lado.

Mientras tanto, la expectativa de vida del régimen de Vladimir Putin ha caído abruptamente. Para parafrasear a Talleyrand, la guerra de Putin es peor que un crimen; es un error fatal que otros potenciales invasores sabrán no repetir. También nos recuerda que la insensatez es un rasgo, más que un error, de las dictaduras. Sin controles y equilibrios políticos, medios libres y una sociedad civil independiente, los autócratas no reciben la retroalimentación necesaria para tomar decisiones inteligentes y competentes.

En el caso de Putin, vivir en una burbuja ha resultado ser excepcionalmente costoso. La economía de Rusia atraviesa una profunda recesión, sus ingresos fiscales han recibido un duro golpe y el daño seguirá agravándose en 2023 después de que el embargo petrolero de la Unión Europea y el tope del precio del petróleo del G7 surtan efecto. Sin dinero, Putin ya ha pasado de una estrategia de reclutar soldados a cambio de un pago a movilizarlos por conscripción, socavando su propia popularidad y obligando a cientos de miles de rusos educados a huir del país. Pero, aún peor para él, Rusia está perdiendo la guerra.

El pésimo desempeño de Rusia no es accidental. Después del “fin de la historia” hace 30 años, la mayoría de los dictadores aprendieron que los antiguos métodos del siglo XX de mantener un régimen antidemocrático ya no funcionaban. En un mundo globalizado e interconectado tecnológicamente, la represión abierta es decididamente demasiado costosa. Como demostramos con Daniel Treisman en Spin Dictators: The Changing Face of Tyranny in the 21st Century, la mayoría de los líderes antidemocráticos han adoptado una nueva estrategia: pretenden ser demócratas. Llevan a cabo elecciones (que no son ni libres ni justas), permiten la existencia de algunos medios independientes (aunque ninguno con una gran audiencia) y les dan cabida a algunos partidos opositores, todo para crear la ilusión de que gobierna un mandato popular.

Putin fue un maestro de esta estrategia durante 20 años. Pero en la medida que la corrupción y el clientelismo de su régimen minaron el crecimiento económico, y en tanto los medios digitales y sociales comenzaron a propagarse, su popularidad empezó a declinar. Consciente de esta tendencia, se apresuró a anexar a Crimea en 2014, lo que impulsó su popularidad por un tiempo. Luego, en 2022, intentó volver a aplicar esta estrategia en una escala aún mayor. Pero subestimó seriamente la resolución ucraniana y la unidad occidental a la hora de apoyar a Ucrania e imponerle a Rusia sanciones económicas sin precedentes.

Putin ha aprendido por las malas que no es inteligente lanzar una guerra del siglo XX en el siglo XXI. Y otros regímenes autocráticos y autoritarios prestarán atención a esta lección en los años por venir. Uno ciertamente espera que la debacle de Rusia en Ucrania disuadirá a China de intentar apoderarse de Taiwán por la fuerza. Los altos funcionarios del Partido Comunista Chino deberían ver que la consolidación del poder del presidente Xi Jinping plantea muchos riesgos para el régimen.

Asimismo, la guerra de Putin también ha provocado un daño sustancial a la economía global, lo que a su vez ha contribuido a la desaceleración económica sin precedentes de China. Las élites chinas probablemente se estén preguntando si Xi debería haber hecho algo más para impedir la invasión o acortar la guerra. Ese interrogante se suma a una larga lista de otras preguntas sobre la política de COVID cero de Xi, su persecución de las empresas privadas y de la industria tecnológica y la incapacidad de su gobierno para manejar el colapso de una burbuja inmobiliaria. En un sistema tan opaco como el de China, es difícil predecir si estos cuestionamientos afectarán el giro del país hacia el autoritarismo. Pero los errores de Xi claramente han hecho que el “modelo chino” resulte menos atractivo para otros en todo el mundo.

Finalmente, el año pasado ha puesto de manifiesto la importancia de la solidaridad. Durante la Guerra Fría, el Occidente geopolítico enfrentaba una amenaza perpetua y existencial que eclipsaba las diferencias y los desacuerdos internos. Pero, luego del colapso de la Unión Soviética, no había tanto que uniera a los países occidentales y muchos sucumbieron a las divisiones domésticas. La polarización al interior de las democracias y entre ellas se profundizó, y factores como la creciente desigualdad y la propagación de las redes sociales aceleraron el proceso. De todos modos, las sociedades occidentales se unieron en 2022 en los momentos importantes. Si bien muchos políticos occidentales abiertamente elogiaban a Putin a comienzos de año, prácticamente ninguno lo hace hoy.

Eso nos lleva a la pregunta más importante para el año próximo. Si la guerra termina en 2023 -cosa que parece probable- ¿retornaremos al status quo ante polarizado? ¿O encontraremos un nuevo proyecto común? No hace falta mirar muy lejos. El verano del 2022 puede haber sido muy caluroso, pero probablemente sea uno de los veranos más fríos del resto de nuestras vidas. El cambio climático es un desafío que debería unir no sólo a las democracias occidentales sino a todos los gobiernos del mundo. Parece un desenlace poco factible en el corto plazo, pero no debemos dejar de trabajar hacia ese objetivo.

Sergei Guriev, Provost and Professor of Economics at Sciences Po, is the co-author (with Daniel Treisman) of Spin Dictators: The Changing Face of Tyranny in the 21st Century (Princeton University Press, 2022).

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