El Rey que trajo la democracia

El Rey Juan Carlos es seguramente el único monarca europeo contemporáneo que ha conseguido revalidar la Monarquía como institución, aunque los escépticos dirán que más bien consiguió introducir un nuevo régimen político que consolidar la Monarquía en sí , y que los españoles son mucho más juancarlistas que monárquicos. Sea como sea, durante su vida las otras dos monarquías del sur de Europa -las de Italia y Grecia- fueron abolidas y en otros países monárquicos la tendencia ha sido que las monarquías se debiliten más. De lo que no cabe duda es de que, en términos generales, ha tenido más éxito que cualquier otro Rey de España desde el reinado de Carlos III y que, a la edad de 70 años, puede considerarse, con este último, solamente el segundo de los Borbones de España que ha gozado de un largo reinado constructivo.

Esto no ha sido por suerte, aunque contó con una serie de circunstancias altamente favorables, y sin la existencia de estas circunstancias objetivas, de ningún modo creadas por él, no habría podido tener éxito. Pero cualquier persona que conoce la Historia Contemporánea del país sabe bien que el Rey ha tenido igualmente que vencer una serie de obstáculos formidables, y que en sortearlos ha demostrado astucia, sensatez y un buen sentido político.

Ciertamente, no nació en circunstancias políticamente muy prometedoras, en medio de una de las guerras civiles más espantosas de la época contemporánea. Igualmente desalentador fue el hecho que, por un siglo y medio, todos los ocupantes del trono español, con la breve excepción de Alfonso XII, habían demostrado poco talento o responsabilidad política, y que el siglo XX fue un tiempo de la democracia de masas en un lado y de nuevos regímenes de fuerte dictadura en el otro. A esto hay que añadir la triste historia familiar de los Borbones españoles, que llegó a su cénit con los hermanos de su padre. La maldición de los Borbones pareció igualmente haber tocado fuertemente a su propia familia inmediata con la ceguera de una hermana y, de un modo aún más horrible, con el accidente en Estoril, cuando una pistola manejada por Juan Carlos se disparó y mató a su único hermano. Esto ya es bastante tragedia para haber dejado fuera de juego a muchas personas.

En la formación de su propia familia, en cambio, Don Juan Carlos acertó plenamente y a la vez tuvo mucha suerte, porque estas cosas no siempre pueden calcularse de antemano. El matrimonio con la princesa Sofía fue, literalmente, una bendición y una fuente de lealtad, estabilidad, inteligencia y sensatez. Contribuyó no poco a los éxitos posteriores.

Por supuesto, en circunstancias normales no habría sucedido a Franco, llegando al trono -si hubiese llegado- solamente a la muerte de su padre, a quien habría tocado torear con la difícil herencia política del Caudillo. Pero las circunstancias históricas cancelaron las posibilidades de sucesión de su propio padre, Don Juan, porque a éste le tocó vivir la difcilísima etapa política de la Guerra Civil, la Guerra Mundial y, luego, toda la larga dictadura de Franco. Aunque Juan Carlos ha sabido jugar sus cartas con mucho más destreza que su desgraciado padre, si las circunstancias hubieran sido puestas al revés y a Juan Carlos le hubiese tocado vivir en las condiciones complicadísimas de su padre, es dudoso que hubiera podido torearlas con más éxito. Don Juan tuvo que pasar por las condiciones de la Guerra Civil, del auge del Tercer Reich, de la victoria de los aliados, del ostracismo del régimen de Franco y después de la victoria política y dominación interminable de éste. Adoptó una larga y desconcertante serie de posiciones diferentes ante acontecimientos tan dispares y en el proceso pareció asumir formas aún más camaleónicas que las del propio Franco, ganándose el desprecio del dictador. Ortega solía dictar que la verdad individual para una persona se encuentra en la fórmula «Yo soy yo y mi circunstancia». No cabe duda de que las circunstancias, aunque complicadas, eran más favorables para Juan Carlos.

No era tan difícil, en los últimos años de Franco, llegar a entender cómo debería proceder una vez muerto el dictador, pero otra cosa sería contar con la determinación y la discreción política para hacerlo. Realmente llegó a ser el motor del cambio, como se decía, aunque los papeles activos fueron asumidos por Adolfo Suárez y otros. La Transición no fue perfecta -no hay perfección en los procesos políticos- pero ciertamente funcionó bien, y pudo servir como modelo para la tercera ola de democratizaciones en el mundo del siglo XX. El único peligro de inversión tuvo lugar en el famoso 23-F de 1981, y es muy posible que no sepamos nunca toda la verdad sobre las conexiones y negociaciones de los conspiradores. En su proyecto fundamental, el golpe no representó un intento de derrocar el sistema constitucional, sino de encauzarlo de otro modo. Fue iniciado de un modo torpe y brutal, a lo cual Juan Carlos respondió con firmeza y valentía, sin duda su mejor hora.

En los primeros años del siglo XXI, el Rey y la Monarquía han sido criticados mucho más que antes en ambos niveles, con comentarios más negativos sobre el Rey de tono personal y un nuevo movimiento republicano que quiere eliminar la constitución monárquica. Aunque la dinastía Borbón ha tenido una historia complicada y a veces censurable, las repúblicas españolas, en comparación, han tenido una historia absolutamente delirante y destructiva. Por eso, se puede preguntar de dónde, exactamente, han surgido estos nuevos sentimientos, y la respuesta no es tan sencilla.

Un aspecto es que, con el tiempo, el sistema político se ha consolidado, creando un sentido de seguridad y normalidad. Ya no existe el menor sentido de peligro de una inversión de tipo clásico, puesto que, en términos estrictos, la derecha española ha dejado de existir -esto, huelga decir, no es el menor obstáculo para que las izquierdas repitan machaconamente su cantieLa fantasmagórica sobre la «extrema derecha», «el franquismo», «el peligro neofranquista», y demás inventos terminológicos-. Por eso, se siente mucho más libre a la hora de criticar y denunciar, sabiendo que no solamente no habrá represalias sino que ni siquiera habrá tanta resistencia o respuesta. Además, la época heroica del Rey se terminó en los años 80. Los últimos 20 años han sido mucho más grises. En un sistema consolidado no puede haber nuevas iniciativas de gran estadista y por eso se ha llegado a enfocar más la vida personal del Rey, que por varias razones es menos edificante.

El otro factor es el cambio político español del siglo XXI, con la emergencia de la nueva izquierda, tanto en el PSOE como en las extremas izquierdas, todo esto aumentado por la intensificación del nacionalismo. Está personificada por una nueva generación que no ha conocido la Transición, sino que tiene la convicción de su propio mérito y derecho a todo, de su superioridad, hasta alcanzar la sensación de la prepotencia. Esto se apunta a la llamada Segunda Transición, para corregir las supuestas deficiencias de la primera. Para algunos, esto asume la forma de una República Confederal.

Durante los años del Gobierno Zapatero, el Rey también ha sido criticado por conservadores por no haber salido al paso, al menos verbalmente, de las extravagancias dudosamente constitucionales del presidente. Técnicamente, sin embargo, ésa es la responsabilidad de un Monarca constitucional solamente en un momento de máxima crisis, como en 1981. Don Juan Carlos entendía muy bien que, con la constitución del sistema democrático y el nuevo Estado de Derecho, abandonaba casi todos los poderes que había heredado de Franco y que, en el futuro, sus propias iniciativas políticas, a distinción de las ceremoniales, serían limitadísimas. Cualquier intento de esta clase constituiría una injerencia y una provocación. Por eso, cualquier nuevo gesto del Rey, como la visita a Ceuta y Melilla, sólo tiene lugar cuando conviene al Gobierno.

La luna de miel duró muchos años, pero ha terminado. El porvenir político de España será complicado y difícil, hasta peligroso. Los contornos posibles no se ven totalmente, al igual que el futuro siempre es indescifrable. A estas alturas, el Rey puede sentirse más que satisfecho de su papel personal en la Historia de su país y de la ejecución de sus responsabilidades en el trono. Superó grandes problemas en su juventud con tacto y un seguro sentido de las cosas, pero los escollos de la vida son interminables y la vejez puede ser, en términos políticos, tan difícil y complicada como la juventud.

Stanley G. Payne, historiador estadounidense e hispanista. Su última obra publicada es 40 Preguntas Fundamentales sobre la Guerra Civil.