El ruido enferma y es un problema de salud pública

El ruido es uno de los factores ambientales más importantes a nivel de salud pública. A pesar de la evidencia emergente de estudios experimentales y epidemiológicos, los efectos del ruido sobre la salud han captado poco la atención y a menudo son ignorados.

El ruido se define como un "sonido no deseado". El tráfico rodado es la fuente de contaminación acústica más común tanto dentro como fuera de las ciudades, seguido de los trenes y los aviones. La Organización Mundial de la Salud (OMS) clasifica el ruido del tráfico como el segundo factor medioambiental más perjudicial en Europa, detrás sólo de la contaminación atmosférica.

En 1999, la OMS recomendó que los niveles de ruido en el exterior durante el día no excedieran los 55 decibelios (dB). Diez años después recomendó además un valor máximo nocturno de 40 dB para prevenir efectos adversos sobre nuestra salud.

Hoy en día, en Europa, 100 millones de personas -una de cada cinco- están expuestas a niveles altos de ruido por el tráfico y 32 millones lo están a niveles muy altos. En España, los números son aún más elevados, con una de cada cuatro personas expuestas por encima de 55 dB.

Es bien sabido que la exposición a altos niveles de ruido puede causar efectos directos en la audición. Sin embargo, los niveles regulares de ruido ambiental también se han asociado con molestias, trastornos del sueño, problemas cognitivos y con enfermedades cardiovasculares, en particular la cardiopatía isquémica. Estudios recientes también sugieren que el ruido del tráfico podría estar asociado con la diabetes y la obesidad.

La carga de enfermedad provocada por el ruido en Europa es grande. La Agencia Europea del Medio Ambiente calcula que casi 32 millones de europeos sufren molestias por el ruido, 13 millones tienen trastornos del sueño y el ruido causa 72.000 hospitalizaciones y 16.600 muertes prematuras anuales. Además, un estudio reciente de ISGlobal estimó que más de 1.200 muertes prematuras en Barcelona eran atribuibles a la contaminación del aire y a los niveles de ruido. A su vez, un estudio posterior observó que el ruido del tráfico representaba el 36% de la carga total de la enfermedad debido a la planificación urbana y de transportes, un porcentaje más alto que el atribuible a la contaminación atmosférica.

El ruido puede afectar la salud a través de diferentes mecanismos biológicos. El estrés debido al ruido puede causar molestias mientras estamos despiertos, lo que puede afectar la calidad de vida, cambiar nuestro comportamiento y, por tanto, tener efectos en nuestra la salud. El estrés debido al ruido también puede conducir a reacciones fisiológicas como la liberación de hormonas y el aumento de la presión arterial que parecen ser particularmente importantes durante el sueño, incluso si no percibimos el ruido y no nos despertamos.

El ruido también puede afectar la salud a través de la alteración del sueño ya que afecta el metabolismo y, entre otros, interrumpe el metabolismo de la glucosa o desregula el apetito. Con una exposición a largo plazo al ruido, las diferentes reacciones del cuerpo humano podrían conducir a alteraciones crónicas. Esto explicaría, por ejemplo, la asociación entre la exposición a largo plazo al ruido del tráfico con las enfermedades cardiovasculares o los hallazgos recientes que lo asocian también con la diabetes y la obesidad.

La Unión Europea se ha marcado como objetivo para el 2020 reducir la contaminación acústica hasta niveles cercanos a los recomendados por la OMS. Según la Directiva europea sobre el ruido, los estados miembros de la Unión Europea están obligados a notificar la exposición de las personas a la contaminación acústica en las poblaciones de más de 100.000 habitantes y a preparar planes de acción de mitigación. En Barcelona, el mapa de ruido se puede encontrar en la página web del ayuntamiento y la ciudadanía puede comprobar el nivel de ruido de su calle.

Ejemplos de planes de acción para mitigar el ruido son sustituir las calzadas de las carreteras por pavimento sonorreductor, limitar el flujo de tráfico o disminuir los límites de velocidad. La acción más eficaz para reducir la exposición al ruido es reducir o eliminar las fuentes de ruido. Tener acceso a una zona silenciosa para poder eludir el ruido es esencial. Por lo tanto, también es importante proteger estas zonas silenciosas ya existentes.

Se debe impulsar un cambio en la movilidad, pasar de los vehículos privados al transporte público y a la movilidad activa. Los espacios verdes también mitigan el ruido y proporcionan zonas silenciosas. Así, la planificación urbana puede desempeñar un papel importante para disminuir los niveles de ruido, pero también para reducir los niveles de contaminación atmosférica y promover estilos de vida saludables.

Maria Foraster es investigadora del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), centro impulsado por la Fundación Bancaria La Caixa.

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