El secesionismo, en la geografía carlista

Somos lo que somos y venimos de dónde venimos, es decir, del pasado individual y colectivo, en otras palabras, de nuestra propia historia; la de España y la de Cataluña, a veces juntas, a veces revueltas. Entraron en el siglo XXI juntas, sin embargo, ahora andan revueltas. Desde las elecciones autonómicas del 21 de diciembre de 2017 se han sucedido no uno, sino varios plebiscitos para determinar la fuerza de cada una de ellas en el sistema democrático. En el Parlament de Cataluña los tres partidos independentistas (ERC, JxCat o neo convergentes y CUP) consiguieron el 47,5% de los votos. Esa es su fuerza, que no es poca.

En las recientes elecciones municipales el independentismo ha dominado el mapa catalán, especialmente el interior, donde no aparece casi ningún ayuntamiento del PSC, Ciutadans, PP o En Comú Po-dem como en la Cataluña urbana y costera, el esperpento Tabarnia. El independentismo anida en las zonas geográficas que en el siglo XIX fueron carlistas y se levantaron, al menos, en tres ocasiones contra el poder establecido de los liberales. Ya apunté en estas páginas (Del carlismo al separatismo catalán,16-9-2017) que la coincidencia no era un capricho del azar, sino el resultado del devenir histórico. La tendencia a enlazar independentismo del XXI y carlismo del XIX se ha agudizado.

La ciudad de Berga fue el centro del carlismo en la primera guerra, la que con crueldad se prolongó de 1833 a 1840 con episodios tan atroces como la ejecución de María Griñó en Tortosa, para vengar la fama de su hijo, o el asesinato del capitán general de Cataluña, Carlos España Couserans, arrojado al río Segre con un pedrusco atado al cuello, las manos y los pies atados, y la cara desfigurada. Berga, en las últimas elecciones, ha resultado ser el lugar en el que la anti sistema CUP ha aumentado votos mientras los perdía en Barcelona, el cinturón metropolitano, Gerona y Tarragona. Los cuperos han pasado de seis a ocho concejales, y son independentistas 16 de las 17 concejalías del consistorio. Con una población de 16.000 habitantes, un concejal del PSC es el único constitucionalista.

El historiador Jordi Canal, que ha analizado el carlismo desde todas las vertientes posibles, destaca en su abundante bibliografía el "elemento insurrecto" del movimiento que cada vez se ve más como una actitud colectiva de reacción en lugar y tiempo concreto que como ideario político en defensa de Dios, Patria, Rey y (si conviene) Fueros. Otro historiador, Josep Sánchez Cervelló, aplica la misma consideración de "protesta vinculada al territorio" en el XIX a la zona del Bajo Ebro. En Tortosa también ha habido subida independentista aunque los neo convergentes ha perdido fuelle pasando de ocho a siete concejales de los 21 que forman la corporación municipal.

La segunda guerra carlista, de 1846 a 1849, fue asunto de los catalanes insurrectos. La guerra de los Matiners se desarrolló principalmente en Cataluña aunque hubo brotes de rebelión en toda España. Ramón Cabrera montó su cuartel en Amer (Gerona) a cuatro pasos de la cuna de Carles Puigdemont. Otra casualidad, o causalidad, en la que confluyen el carlismo y el independentismo. En Amer los 11 concejales del Ayuntamiento son independentistas (ocho de JxCat y tres de ERC). En una población de 2.300 habitantes, si hay algún ciudadano constitucionalista, no está representado en el gobierno local.

En la última guerra carlista o civil del XIX, la de 1872 a 1876, que llegó a toda España aunque tuvo mayor incidencia en Navarra, el País Vasco y Cataluña, la zona de Olot aglutinó gran actividad bélica, narrada por el escritor y soldado carlista Marià Vayreda (1853-1903). En Olot, 17 de los 21 concejales son independentistas, con el PSC que tiene tres, el mismo número que en 2015 mientras que los neo convergentes han pasado de nueve a 11.

El elemento sedicioso, la actitud de protesta por el territorio e incluso la afinidad ideológica como la defensa de lo local y los referentes históricos a Dios, Patria y Fueros (el Rey se ha devaluado en más de cien años de historia) coinciden en ambos movimientos. La declaración de independencia de octubre de 2017, el famoso suflé y lo que Artur Mas llamó "la mayoría indestructible" en el 2014, han resultado tan espejismo como el sueño carlista de representar la voluntad divina. Ni convirtiendo el partido constitucionalista CDC, de Jordi Pujol, en el independentista JxSí, JxCat o PDeCat se mantiene el suflé hueco.

El encarcelamiento y autoexilio de políticos y civiles del procés alimenta la narrativa independentista en el interior y la exporta al exterior donde el suflé se ha desinflado. La reciente elección de Oriol Junqueras, Carles Puigdemont y Toni Comín como eurodiputados está llevan-do el caso catalán a la Eurocámara. La huelga de hambre del pasado diciembre de los presos del procés, que resultó de mentirijilla, generó comparaciones en los medios independentistas con las huelgas de Mahatma Gandhi o Bobby Sands. El primero, en una de seis días, de las muchas que hizo, contra los ingleses consiguió que eliminasen de la ley electoral la discriminación entre indios británicos y no británicos. El norirlandés Bobby Sands inició su huelga en la cárcel el 1 de marzo de 1981, fue elegido diputado el 9 de abril y murió el 5 de mayo. Tras la muerte de diez huelguistas, las familias de los otros pidieron el final del ayuno. El goteo de muertes tuvo gran eco internacional.

El procés volverá a la actualidad internacional, aunque sea por breve, cuando se publiquen después del verano las sentencias del juicio a políticos y civiles por los delitos de rebelión y sedición, y malversación, desobediencia y organización criminal. ¿Y después qué? ¿Habrá llegado la hora de negociar para resolver los problemas o continuará la cháchara antagónica que se perpetúa para la historia?

Conxa Rodríguez, autora de Ramon Cabrera, a l'exili, Piano a cuatro manos y Los exilios de Ramón Cabrera, de reciente publicación.

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