El sentido de la moción de censura

El presidente de Vox, Santiago Abascal (en el centro, mostrando un documento), acompañado por su portavoz en el Cámara Baja, Iván Espinosa de los Monteros (a su derecha), entre otros parlamentarios, en el registro de su moción de censura en el Congreso, este lunes.JUAN CARLOS HIDALGO (EFE)
El presidente de Vox, Santiago Abascal (en el centro, mostrando un documento), acompañado por su portavoz en el Cámara Baja, Iván Espinosa de los Monteros (a su derecha), entre otros parlamentarios, en el registro de su moción de censura en el Congreso, este lunes. JUAN CARLOS HIDALGO (EFE)

Me refiero, en concreto, al artículo ‘El síndrome Ramón Tamames’, de Ignacio Sánchez Cuenca, publicado este jueves en EL PAÍS. Un texto en el que hay elementos muy a considerar, a partir de la Transición y hasta la situación actual. Sin embargo, entiendo que en varios casos se trata de una visión demasiado admirativa de lo que hoy es España, gobernada por un Ejecutivo al que sustenta una coalición de investidura de lo más antitética en sus términos. Una coalición compuesta con personas con las que el propio Pedro Sánchez dijo que nunca se aliaría: separatistas como los de Bildu, ciertas formaciones catalanas independentistas y grupos políticos populistas que van a lo suyo y hablan de la Constitución como el candado de 1978.

Por lo demás, de la moción de censura próxima se dice a veces que hay un cierto morbo por encabezarla yo, con el apoyo de los diputados de Vox. Sencillamente, no veo morbo alguno, porque, como se ha dicho desde el propio PSOE, la moción de censura es una operación normal dentro de la Constitución y el señor Sánchez llegó a presidente de Gobierno gracias a ella. Y no hay que buscarle más misterios a algo tan regulado en los artículos 113 y 114 de la Constitución. Lo que pasa es que se ataca esa moción para que no se celebre, porque en ella pueden esclarecerse algunos males de la patria, que habría dicho el regeneracionista Lucas Mallada.

En el repaso histórico del artículo que comento parece como si hubiera una lamentación por las tristes referencias que se hacen al presidente José Luis Rodríguez Zapatero, quien sometió la política española de su momento en una serie de avatares tan innecesarios como contraproducentes. Entre ellos, la revisión, que nadie pedía seriamente, de unos estatutos de autonomía que iban funcionando más o menos, para acabar convirtiendo el nuevo trance de revisión en la vía imposible del separatismo en el caso de Cataluña, además de otras inconveniencias graves.

Adicionalmente, con el entretenimiento de esos temas y otros, Rodríguez Zapatero parece que se enteró de la Gran Recesión, la fuerte crisis económica mundial, muy tardíamente, hecho por el cual tiró la toalla en el otoño de 2011 y fue a las elecciones generales que le dieron mayoría absoluta a Rajoy. Rajoy, por cierto, no supo gobernar España de la manera más adecuada, y perdió finalmente su presidencia en una moción de censura que le ganó Sánchez. Así son las cosas de la vida.

Han venido después otras historias igualmente lamentables, como la Memoria Democrática, y se ha ensalzado a la II República por doquier —contra la que atentó en 1934 el propio Partido Socialista con una revolución terrible de más de mil muertos—, de tal forma que la impresión que hoy tienen los escolares y estudiantes de bachillerato es que esa II República fue la que realmente ganó la Guerra Civil.

Todo lo anterior es un repaso que no pretende enmendar ninguna plana, sino ofrecer una visión, también crítica, de la trayectoria que se lleva últimamente desde La Moncloa, al igual que ya han hecho muchos otros, entre los cuales podrían mencionarse a Felipe González y Alfonso Guerra.

Ramón Tamames es candidato a presidente del Gobierno en la moción de censura presentada por Vox y firma este artículo como “cofundador del diario EL PAÍS, estuvo en su Consejo de Administración durante 12 años, y otro tanto como director del Anuario EL PAÍS, que él mismo fundó con José Manuel Revuelta”.

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