El ‘seny’ y la ‘rauxa’

Existen dos palabras en el diccionario catalán que antes se mencionaban constantemente y ahora apenas aparecen: ‘seny’ (sensatez) y ‘rauxa’ (arrebato), dos principios contradictorios que al parecer anidan en el alma catalana.

Vicens Vives, el sabio historiador catalán, advierte «la paradoja que sella el alma de los catalanes (…) por un lado laboriosos, constructivos, reposados, previsores, capaces de encontrar fórmulas adecuadas para el normal desarrollo de las relaciones públicas y privadas (…) Y por otro lado (…) una actitud en la que se hermanan la exasperación y el sentimentalismo, como si se nos pusiera ante los ojos un tupido velo que nos deformara la visión y nos hiciera ver falsos espejismos».

«‘L´arrauxament’ es, precisamente, andar falto de prudencia, obedecer los impulsos emocionales, actuar según caprichos irreales (…) En tales circunstancias arrinconamos el entendimiento nos encolerizamos, perdemos el mundo de vista».

A un arrebato de ‘rauxa’ hay que atribuir los lamentables sucesos de Canet de Mar en los que la petición de un 25% de clases en castellano que marca la ley por la familia de un alumno ha provocado la airada reacción nacional-separatista de diversos colectivos que se han propuesto la erradicación del castellano en Cataluña. Todo esto se inscribe en ese movimiento seguidor de los desvaríos del hijo de charnegos Pau Vidal i Gavilán autor del libro ‘El bilingüisme mata’ que reclama la erradicación del castellano hasta que «en Catalunya no se entienda a las personas que hablen en español».

Como español que también se siente catalán quisiera hacer un llamamiento a mis connacionales. A ver, seamos sensatos, o sea usemos el ‘seny’ antes que la ‘rauxa’. ¿Qué ventaja sacaremos de erradicar el español?

Ventaja ninguna. Solo perjuicios. Si en la escuela catalana se impartieran el 75% de las clases en catalán y el 25% en castellano ¿cuál sería el resultado? Que esos alumnos serían el día de mañana perfectamente bilingües. Hablarían y escribirían el castellano y el catalán con igual perfección. Y eso ¿a qué conduciría? Para esos alumnos tendrían opción a puestos de trabajo no solo en el resto de España sino en todos los países donde se habla español (o castellano).

Recapitulemos y no nos dejemos cegar por el odio a la lengua de Cervantes. El castellano es un idioma, nada despreciable, el segundo o tercero más hablado en el mundo, con casi seiscientos millones de practicantes. Y los países en los que se habla español son todos emergentes, lo que quiere decir que necesitan técnicos y personas preparadas, un estupendo mercado de trabajo para las nuevas generaciones de catalanes siempre que hablen y escriban el odiado español.

Piensen, amigos separatistas, que el nicho de empleo creado por el catalanismo nacionalista, el que permitió a Gabriel Rufián, un chico con una preparación manifiestamente mejorable, abandonar la cola del paro y encontrar un trabajo estupendamente remunerado en Madrid, está ya tan saturado que comienza a retroalimentarse de sus propios cuadros (hijos, cuñados, amantes, etcétera. de los primeros enchufados). La mamandurria del separatismo se satura, amigos. No estará disponible en el futuro. Esas instituciones culturales para promocionar señas de identidad, embajadas oficiosas y otras sinecuras no serán solución para las generaciones venideras, las de vuestros hijos.

Pensemos con seny en el futuro: el nacionalismo extremo perjudica al mercado de trabajo catalán. Con la fuga de empresas que nos desangra, muchos de esos niños que hoy comparten aula con el párvulo linchado en Canet de Mar tendrán dificultades para encontrar trabajo en nuestro paraíso independentista. ¿Por qué renunciar desde ahora a la ventaja del bilingüismo? Vean el chollo: los puestos oficiales en Cataluña (administración, educación, sanidad...) se les reservan a los catalanohablantes por ser requisito indispensable hablar catalán (lo mismo ocurre en el País Vasco con el euskera). Pero además, si sus hijos hablan castellano podrán concurrir a puestos de trabajo en la administración de todo el estado español. O sea lo mío es solo mío porque soy catalán y lo vuestro es mío también porque como ciudadano del Estado español tengo los mismos derechos que el nacido en Guadalajara o en Huelva. ¿Por qué renunciar a esa gran ventaja?

Está bien, porque se le saca gran provecho, reescribir la historia de Cataluña desde la perspectiva del victimismo y ‘les greuges’ (agravios), pero no perdamos de vista nuestra condición de perpetuos beneficiados que los catalanes hemos disfrutado y disfrutamos por estar integrados en España.

Basamos nuestra historia en la ofensa que el odiado Borbón Felipe V nos hizo al suprimir nuestras Cortes medievales al imponernos sus Decretos de Nueva Planta, pero no olvidemos que esas Cortes eran censitarias (excluían a los no contribuyentes, solo protegían a los ricos). El odiado Borbón solo trajo riqueza a Cataluña porque al eliminar las aduanas interiores abrió mercados a nuestros productos que desde entonces han inundado el resto del territorio español.

El Borbón prohibió la importación de telas y tejidos de algodón del extranjero (pragmáticas o leyes reales de 1718 y 1728) que marcaron el camino del monopolio catalán sostenido casi hasta nuestros días y causa principal de la prosperidad de nuestra región. Otro Borbón, Carlos III, hizo extensiva esa pragmática al lino y a la lana en 1769, 1771 y 1778 con lo que las fábricas textiles de Barcelona aumentaron de veintinueve que eran en 1768 a ciento trece en 1786. Y ya entrado el siglo XIX, su nieto Fernando VII prohibió en 1816 la importación de textiles extranjeros lo que garantizó al textil catalán un mercado en régimen de monopolio.

Desde entonces hemos vivido dos siglos políticamente revueltos en los que Cataluña ha disfrutado de la protección de los distintos gobiernos y sistemas, tanto en república como en monarquía, tanto con gobiernos de izquierdas como con las derechas. Hoy disfrutamos de una posición envidiable en el concierto de España gracias al ‘seny’ del disimulado y acaudalado patriarca Pujol que lo dejó todo atado y bien atado.

¿Qué necesidad hay de expulsar al castellano? El día de mañana podría ser el pan de nuestros hijos.

Juan Eslava Galán es escritor.

1 comentario


  1. Qué bien ha empezado el texto.. y qué rápido se te ha notado lo escocido qué estás, en fin, "periodístas" que dan opiniones y no son pragmáticos..

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