El sí de los niños

Hoy albergas alguna esperanza y te toman por julai, pero yo les respondo con lo de la segunda inocencia machadiana, que da en no creer en nada. Ser un julai está decididamente reñido con el recio columnismo, que es mi Ítaca. (De momento sigo en Ogigia.) Solo expondré algunos hechos que, si bien no van a inundarnos de luz, sí abren una rendija, dejan pasar un rayo de sol.

No apelaré, aunque siga creyendo en ella con la fe del carbonero, a la acreditada coherencia de Sánchez con su principio de no cumplir nunca nada con nadie. Tampoco a la fría matemática, que convierte su defecto en algo positivo por la multiplicación de dos negativos.

Pero tiene razón Pablo Echenique cuando recurre, como científico que es, y de los serios, al principio de no contradicción: «Hay dos afirmaciones que no pueden ser verdad a la vez: 1) UP controla el Gobierno para llevarnos a un apocalipsis etarra-narcocomunista-bolivariano, y 2) UP no pinta nada en el Gobierno». Pues bien, yo comprendo la pulcritud de su razonamiento y me inclino por lo segundo. ¿Julai? Ya veremos.

El sí de los niñosDe entrada, Sánchez, contrariando al socio, se ha ido de vacaciones como primera medida de la nueva etapa política. Sus prisas por ser investido, su conculcar la conciliación de los trabajadores del Congreso y de los periodistas, habían alimentado la razonable expectativa podemita de verse ipso facto en el Ejecutivo para estrenar como ministros el Scalextric y el Yutiboti de los Reyes Magos. Si les llegan a decir el día 7 que no iban a estar sentados ayer viernes en el preceptivo Consejo de Ministros, sus lágrimas no habrían sido de alegría sino de juvenil decepción.

Luego le deslucen la vicepresidencia a Iglesias abaratando el cargo. «No puedes decir que te haya mentido, Pablo, eres vicepresidente». «Sí, claro, y también todas esas. Ya puestos, haz vicepresidentes a Viva la Gente». La de guasa que ha habido en las internetes. Por cierto, en buena gramática inclusiva, exigiremos que la flamante portavoz se refiera siempre a «las vicepresidentas», por el tres a uno.

Una forma de testar la validez de la fábula del escorpión, que aquí sería Sánchez, es comprobando si los nombres de los ministros filtrados por Podemos se confirman en el Gobierno de las veintiuna carteras. Quizá se conozca cuando lean esta página. Pero a quien no se conoce tanto es al propio Sánchez. A Sánchez no le queda paciencia. Sánchez no está para bromas. Bueno es Sánchez. Después de tanto sufrimiento, de su caída, de su travesía del desierto, de su regreso a dentelladas, de la purga, de su moción de censura (triunfo suyo y decepción de muchos por la sed de venganza exhibida desde el primer día), de sus cinco intentonas fallidas... cuando por fin lo invistieron por la vía recta fue rozando el larguero, 167 a 165. Sin respiro hasta el último instante, pobre Sánchez, es posible que le haya enojado verse privado simbólicamente de esa atribución presidencial personalísima que consiste en rasgar el celofán de la caja de bombones ministeriales sin interferencias, en abrirla despacio manteniendo el suspense, y que por ese prurito le dé algún cambiazo a su socio como castigo a las filtraciones. No sé.

Los aliados se han tenido que coordinar sobre cómo coordinarse, signo de una luna de melaza. Encima están los malentendidos típicos de quienes redactan acuerdos sin excesivo cuidado. Iglesias debió haber consultado a los experimentados en pactos de gobierno y de legislatura. Con el mejor espíritu deportivo, les habríamos subrayado con rotulador rojo todas las trampas. Por ejemplo, él estaba convencido de que se iba a ocupar de la Seguridad Social, y no.

Qué decir de Garzón. ¿Consumo? Sin competencias. Será un Ministerio de juguete. Quizá disponga de un pequeño edificio, coquetón, en Madrid, con despachos aparentes y tal, pero será una aldea Potemkin. Contratarán actores en prácticas que caminen con aire resuelto de un lado a otro fingiéndose ocupados. Por supuesto, las competencias de Consumo están transferidas; ni siquiera Sánchez daría competencias reales en esa materia a un señor que considera a Cuba «único país modelo de consumo sostenible». Y tan sostenible. Eternamente. La nada. Además, le pones «sostenible» a cualquier sustantivo, al azar, y parece que sea algo enjundioso, solidario y responsable. Aparto la vista de la pantalla; ahora mismo veo sobre mi escritorio una botella de agua, un teléfono y libros. Añadan «sostenible» y compruébenlo ustedes mismos. Me da hasta un poco de pena; lo de Garzón es como robar a un niño. ¿Ingenuidad? La de la peña del sí.

¿Y el pacto con ERC? Ahí pasa desapercibido en demasiados análisis lo que está más a la vista, como en La carta robada de Poe: su jefe esté entre rejas, y eso lo condiciona todo. La nueva etapa política se ha abierto con la constatación definitiva de que Junqueras no es eurodiputado. En contra de lo que con tanto voluntarismo o ignorancia afirmaban los palmeros políticos y mediáticos de la mayoría investidora, con perdón, la sentencia del TJUE no cambió en nada el estatus de Junqueras. Bastaba con leer aquella resolución para comprender que todo quedaba en manos del Tribunal Supremo. Y este ya ha hablado. Desjudicialízame eso, anda. La carta robada.

No vaya a ser que lo de aplazar el nombramiento del nuevo gobierno, librándose ayer de un Consejo de Ministros, tenga que ver con el cantado chasco del Supremo a Junqueras, con evitar ruedas de prensa, con eludir el riesgo de dos opiniones gubernamentales. Total, la Abogacía del Estado se lleva una reprimenda y Sánchez una presidencia. Las dudas jurídicas de Adriana Lastra sobre las competencias de la Junta Electoral Central se han disipado. No porque la portavoz socialista se haya entregado a un estudio profundo de la Loreg y de la jurisprudencia con penetrante ojo profesoral, sino porque, literalmente, se ha disipado todo en su cabeza. Qué relax. Ya no hay que simular. El jefe está bien servido, todo fluye, ella pudo inundar la tribuna de emoción (¡carne de gallina!), y ahí quedó, para la posteridad, su pieza de oratoria, unida de algún modo intemporal en el Diario de Sesiones a los mejores momentos de Castelar.

Juan Carlos Girauta

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