El sí y el no (Joseba Arregi)

No se trata de remedar el clásico del teatro escrito por Bertolt Brecht: 'Der Jasager und der Neinsager' ('El que decía que sí y el que decía que no'). Aunque en todas las discusiones críticas en torno a esta obra se subrayaba que decir que sí significaba aceptar el destino, y decir que no era afirmar la autonomía del hombre. Claro que entonces se trataba de decir sí o no a lo que la Historia parecía prometer éxito, al auge de los fascismos. Decir no era un deber ético.

Hoy, sin embargo, vivimos momentos en los que las connotaciones positivas se las lleva el decir sí, mientras que todo lo que comienza con un no es visto como negativo. Sí encierra, al parecer, voluntad de diálogo. No implica cerrazón. Sí significa futuro, esperanza. No parece indicar impedimento a la solución de los problemas. Hace algún tiempo un buen amigo a quien pedí que leyera un artículo que había preparado me dijo que quitara el no del título, pues lo que así se enunciaba 'no vendía' en el clima que vivíamos.

Y, sin embargo, no existe, que yo sepa y sin ser un especialista del tema, ninguna lengua que funcione sin la capacidad de decir que no. Posean o no un término específico para indicar la negación, que yo creo que todas lo tienen, la capacidad lingüística implica capacidad de definir la realidad. Y la capacidad de definir la realidad consiste en delimitarla: lo que entra en la definición, lo que queda fuera. Definir es delimitar, poner límites, marcar un terreno, decir no a lo que queda fuera.

Toda sociedad se constituye por medio del mismo mecanismo: lo que pertenece a ella y lo que no. Fundamentalmente, sociedad existe cuando un grupo humano expulsa de su interior a la violencia, la relega al exterior, mientras que crea mecanismos para controlar la violencia en su seno y para defenderse del acoso de la violencia exterior. Ése es su mecanismo de constitución, ésa su gramática fundamental, ésa la condición de su diálogo interno: un no claro a la violencia exterior y un no en la forma de control a la violencia interior que no esté legitimada. No existe derecho sin negar lo que atenta contra él.

Por todo ello, es fácil a la vez que tramposo colocarse como campeón del sí, mientras se lanza a las fauces de la crítica a quienes dicen que no. Es tramposo además de fácil proclamarse campeón del sí mientras no se diga a qué se dice sí y a qué se dice no. Esconder el contenido, seleccionarlo de forma arbitraria, ocultar las implicaciones del sí que se pretende dar es engañoso.

Afirmar que uno mismo, como lo ha hecho Ibarretxe, dice sí -a la negociación, a la resolución de los problemas, a tender la mano, al diálogo-, mientras que el contrario político se encierra en el no es tratar de engañar. Porque Zapatero ha dicho sí al Estado de Derecho, a las leyes, al marco que garantiza la libertad de los ciudadanos vascos. Ha dicho sí a un acuerdo entre los vascos diferentes.

Lo que importa, pues, es el contenido del sí y del no. El no puede ser necesario y puede estar guiado por un imperativo ético. Decir no al terrorismo es positivo y necesario, y ético. Decir no a los medios y a los fines de ETA puede estar cargado de razones éticas, como lo hizo Ardanza en septiembre de 1987. Decir no a la división de la sociedad vasca está lleno de sentido ético y político. Decir no a la definición unilateral del futuro político vasco es un deber democrático.

Ibarretxe dice sí a los fines del nacionalismo, incluyendo los fines de ETA. Ibarretxe dice sí a definir la sociedad vasca sólo y exclusivamente desde la perspectiva nacionalista. Ibarretxe dice sí a la uniformidad, a la homogeneidad. Ibarretxe dice sí a una visión mistificada de la historia vasca. Ibarretxe dice sí a la amputación de la nación cívica vasca. Y ninguno de estos síes es positivo ni democrático.

Y, en sentido contrario, Ibarretxe, con su propuesta aparentemente enrollada en la bandera exclusiva del sí, está diciendo no a muchas cosas muy importantes. Está diciendo no en primer lugar a la claridad. En un tema de enorme envergadura y que afecta profundamente al futuro de los ciudadanos vascos, plantea procesos llenos de interrogantes, de condicionales, procesos que se intuye poseen un fin claro, dejar de pertenecer al ámbito jurídico-institucional que se llama España, pero que se plantean de forma que no produzcan miedo, sin aclarar ni las condiciones, ni las consecuencias.

Ibarretxe dice no al pluralismo vasco. Asumir en serio el pluralismo vasco y la complejidad de la sociedad vasca implica definir desde la transacción de las diferencias la institucionalización jurídico-política de la sociedad vasca. No basta con convocar a todos, nacionalistas y no nacionalistas, a votar en un hipotético referéndum. ¿Faltaría más! Asumir la complejidad vasca exige transaccionar entre las distintas formas de ver, sentir y vivir la realidad vasca. Y sin pluralismo no existe libertad. Por lo tanto, Ibarretxe dice no a la libertad de los ciudadanos vascos. Sin reconocimiento del pluralismo interno a la sociedad vasca no es posible la libertad, porque no se reconoce la diferencia, no se reconoce el derecho a la diferencia, no se reconoce el derecho a que la definición válida para todos recoja las diferentes formas de imaginarse la sociedad vasca.

Ibarretxe está diciendo no, un no rotundo a la sociedad vasca en su realidad compleja. Está intentando reducir dicha complejidad a una unilateralidad en el momento de la definición. Ibarretxe está diciendo no a todos aquellos en Euskadi cuya identidad no se deja reducir en su complejidad a una definición unilateral. Ibarretxe con su no está oprimiendo a todo aquello que en la realidad de la sociedad vasca no se deja integrar en la visión nacionalista de esa misma sociedad. Ibarretxe está negando un trozo de humanidad en la sociedad vasca. Según referencias de prensa, Ibarretxe ha afirmado que su propuesta es legal porque Euskadi no es una parte subordinada a España. No quiero perder el tiempo pensando si es consciente o no de que al afirmar tal cosa está diciendo que muchos en Euskadi no pertenecen a Euskadi. La realidad es que a todos aquellos que de una u otra forma se sienten relacionados con la realidad España los ha expulsado de Euskadi, los ha convertido en exiliados en su propia tierra.

Con dicha afirmación además está diciendo que hoy en Euskadi existe una legalidad ajena al entramado jurídico español, entramado que incluye la legitimidad de su propio poder como lehendakari, toda la legislación producida por el Parlamento vasco, y la legitimidad de las actuaciones de la Ertzaintza, por ejemplo cuando detiene a traficantes de drogas en virtud del Código Penal español. Es un despropósito de tal calibre que uno se queda sin palabras para poder valorarlo y calificarlo adecuadamente.

Y esa afirmación entra en contradicción con la apariencia de modernidad con la que se pretende presentar. Si algo va exigiendo el mundo de hoy es la superación de la dicotomía entre soberanía absoluta y subordinación, para sustituir estos conceptos por otros como interdependencia, relación, colaboración, participación, complejidad. Pero todo esto le es perfectamente ajeno a Ibarretxe como se deduce de lo que sus propuestas y afirmaciones ponen permanentemente de manifiesto.

Alguien que vivió en propia carne la negación más grande que se ha producido en la historia, el no de los nazis y de Hitler a la vida, a la dignidad humana en la figura del judío, el poeta nacido en la Bukowina y alemán de lengua Paul Celan, escribió la siguiente poesía tratando de aclarar lo que implica la palabra humana: 'Habla tú también': habla tú también, habla como último, di tu dicho/ Habla- Pero no separes el NO del SÍ. Dale a tu dicho también el sentido: dale la sombra./ Dale suficiente sombra, dale tanta como la sabes repartida entorno a ti entre la medianoche y el mediodía y la medianoche./ Mira alrededor: ve cómo todo se vuelve vivo en el entorno- ¿En la muerte! ¿Vivo! Habla verdad quien habla sombra./ Pero ahora se reduce el lugar en el que estás: ¿Hacia dónde ahora, tú, desnudo de sombra, hacia dónde? Sube. Hacia arriba tanteando. ¿Cada vez más delgado, irreconocible, fino! Fino, un hilo en el que quiere bajar ella, la estrella: para nadar abajo, abajo donde se ve en destellos: en las olas residuales de palabras caminantes.

Joseba Arregui