El silencio sobre Chechenia

Firman conjuntamente este artículo Václav Have, André Glücksmann, príncipe Hassan bin Talal, Frederik Willem de Klerk, Mary Robinson, Yohei Sasakawa, Karel Schwarzenberg, George Soros y Desmond Tutu (EL PAÍS, 06/03/06):

Para un sencillo observador, es extremadamente difícil franquear las puertas cerradas que separan a Chechenia del resto del mundo. De hecho, nadie sabe siquiera cuántas bajas civiles se han producido en diez años de guerra. De acuerdo con los cálculos de Organizaciones No Gubernamentales, la cifra oscila entre los 100.000 (es decir, uno de cada diez civiles) y los 300.000 (uno de cada cuatro). ¿Cuántos votantes participaron en las elecciones celebradas en noviembre de 2005? Entre el 60 y el 80%, según las autoridades rusas; en torno al 20%, calculan observadores independientes. El mutismo impuesto sobre Chechenia impide evaluar con precisión las devastadoras consecuencias de un conflicto despiadado. Pero la censura no puede ocultar por completo el horror. Ante la mismísima mirada del mundo, ha sido arrasada una capital -Grozny, con 400.000 habitantes- por primera vez desde el castigo de Hitler a Varsovia en 1944. No es posible calificar convincentemente de "antiterrorismo" tamaña inhumanidad, como insiste el presidente Vladímir Putin. Los altos mandos castrenses rusos dicen estar luchando contra una partida de entre 700 y 2.000 combatientes. ¿Qué diríamos si el Gobierno británico hubiera bombardeado Belfast o si el Gobierno español bombardeara Bilbao, con el pretexto de estar reprimiendo al IRA o a ETA?

Y sin embargo, el mundo calla ante el saqueo de Grozny y otras ciudades y pueblos chechenos. ¿Tienen las mujeres, los niños y todos los civiles chechenos menos derecho al respeto que el resto de la humanidad? ¿Se les sigue considerando humanos? Nada puede excusar la aparente indiferencia que manifiesta nuestro silencio en todo el mundo. En Chechenia está en juego nuestra moral básica. ¿Debe el mundo aceptar la violación de niñas raptadas por las fuerzas ocupantes o por sus milicias? ¿Debemos tolerar el asesinato y el secuestro de niños para torturarlos, destrozarlos, y revenderlos a sus familias, vivos o muertos? ¿Qué hay de los campos de "filtración" o de la "leña humana"? ¿Y de las aldeas exterminadas para dar ejemplo? Unas cuantas ONG y algunos periodistas valientes, rusos y occidentales, han presenciado incontables crímenes. Así que no podemos decir que "no lo sabíamos". De hecho, en Chechenia está en juego el principio fundamental de las democracias y de los Estados civilizados: el derecho de los civiles a la vida, incluida la protección de inocentes, viudas y huérfanos. Los acuerdos internacionales y la Carta de Naciones Unidas son tan vinculantes en Chechenia como en cualquier otra parte. El derecho de las naciones a la autodeterminación no supone el derecho de los gobernantes a deshacerse de su gente.

También está en juego la lucha contra el terrorismo. ¿Quién no se ha dado cuenta aún de que el Ejército ruso está actuando de hecho como un grupo de bomberos pirómanos, que con su comportamiento avivan las hogueras del terrorismo? Después de diez años de represión a gran escala, el fuego, lejos de extinguirse, se está propagando, cruzando fronteras, haciendo estallar en llamas el norte del Cáucaso y volviendo todavía más fieros a los combatientes. ¿Durante cuánto tiempo más podemos pasar por alto el hecho de que, resucitando el coco del "terrorismo checheno", el Gobierno ruso está suprimiendo las libertades alcanzadas cuando se vino abajo el imperio soviético? La guerra chechena enmascara y motiva el restablecimiento en Rusia del poder centralizado: poniendo nuevamente a los medios bajo el control estatal, aprobando leyes contra las ONG y reforzando la "línea de poder vertical", que incapacita a las instituciones y a las autoridades para oponerse o limitar al Kremlin. Parece que la guerra oculta una vuelta a la autocracia.

Por desgracia, Chechenia lleva 300 años de guerras. Fueron conflictos coloniales crueles durante el reinado del zar y casi genocidas con Stalin, que deportó a toda la población chechena, un tercio de la cual pereció durante su traslado al Gulag. Porque rechazamos las empresas coloniales y exterminadoras, porque amamos la cultura rusa y creemos que Rusia puede prosperar en un futuro democrático, y porque creemos que el terrorismo -ya sea de grupos sin Estado o de Ejércitos estatales- debería ser condenado, exigimos que se ponga fin al mutismo mundial sobre el problema checheno. Debemos ayudar a las autoridades rusas a escapar de la trampa que ellas mismas han construido y en la que han caído, poniendo en peligro no sólo a los chechenos y a los rusos, sino al mundo. Sería trágico que, durante la cumbre del G-8 que se celebrará en San Petersburgo, Rusia, en junio de 2006, se dejara a un lado la cuestión chechena. Esta guerra atroz e interminable debe discutirse abiertamente si queremos que acabe en paz.