El sindicalismo en España

Durante el último cuarto de siglo, una serie de cambios estructurales en las economías y los mercados laborales de los países desarrollados han minado las bases y el poder del sindicalismo. En general, el número de trabajadores afiliados a los sindicatos y las tasas de afiliación sindical han bajado. Los cambios actuales en el perfil de la población activa en los países desarrollados representan un desafío muy serio para el futuro del sindicalismo: al tiempo que sus baluartes tradicionales han disminuido, los nuevos sectores de crecimiento del empleo tienen poca o ninguna tradición sindical. Al mismo tiempo, con el debilitamiento de sus vínculos históricos con los partidos políticos de izquierdas, los sindicatos han perdido también influencia política.

El caso español no es excepcional: en los últimos años, los sindicatos han perdido militantes y la tasa de afiliación sindical, tradicionalmente muy baja en España, ha bajado todavía más. Una vez dicho esto, ciertas tendencias en España –elevados niveles de paro y, sobre todo, de trabajo temporal– han generado una fuerte segmentación del mercado laboral, causando así problemas especialmente graves a los sindicatos. Esta división del mercado laboral entre, por un lado, trabajadores con puestos de trabajo fijos y seguros, que forman la base principal del sindicalismo, y, por otro lado, aquellos trabajadores (especialmente las mujeres y los inmigrantes) con puestos de trabajo mucho más precarios, está cuestionando la representatividad de los sindicatos en España. Hasta ahora, éstos se identificaban mucho más con los intereses de los trabajadores fijos que con los trabajadores temporales. Sin embargo, es muy cuestionable hasta qué punto tienen la capacidad, los incentivos y el deseo para superar tal segmentación, reclutar a nuevos afiliados en los sectores más marginales del mercado laboral y ampliar así su grado de representatividad:

  • La creciente independencia política de los sindicatos no ha ido acompañada por la construcción de alianzas a largo plazo con otros actores políticos y sociales progresistas.
  • A pesar del alto nivel de huelgas en España, los sindicatos han apostado por una estrategia de reforzar su posición institucional, dejando atrás la tradición de movimientos movilizadores.
  • El coste principal de tal estrategia ha sido el debilitamiento del sindicalismo en los centros de trabajo. Sin embargo, la baja tasa de afiliación sindical es consecuencia, en gran medida, de la ausencia organizativa de los sindicatos en los centros de trabajo y no de las actitudes supuestamente negativas de los trabajadores no afiliados. De modo que, al igual que en otros países desarrollados, existe en España un representation gap (falta de representatividad) muy llamativo.
  • Por todo ello, la clave para empezar a resolver este problema de la representatividad reside en dedicar más recursos al desarrollo y la reconstrucción de una presencia organizativa sindical en los centros de trabajo.
  • Sin embargo, el contexto institucional que actualmente apoya al sindicalismo en España disminuye sus incentivos para adoptar estrategias más agresivas de organización, reclutamiento y representación.
  • Ahora bien, dadas la creciente presencia de nuevas categorías de trabajadores, la existencia de ciertos rasgos muy preocupantes del mercado laboral (por ejemplo, el predominio de una gran inestabilidad en el empleo, o el nivel escandaloso de accidentes de trabajo), así como la persistente baja tasa de afiliación sindical, si los sindicatos no desarrollan estrategias más robustas de reclutamiento corren el riesgo de ser cada vez menos representativos de la población activa en su conjunto y tener cada vez menor importancia como actores políticos y sociales.

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Andrew J. Richards, profesor del Centro de Estudios Avanzados en Ciencias Sociales, Instituto Juan March de Estudios e Investigaciones.