El sistema de comercio internacional corre riesgo de desintegración

Diez años después de la quiebra de Lehman Brothers, sabemos que la respuesta multilateral fue crucial para evitar que la “Gran Recesión” terminara siendo peor de lo que fue. En aquel momento se tambaleó el sistema financiero global. Pero hoy lo que está en riesgo es el sistema de comercio internacional.

El mundo ha obtenido muchos beneficios del multilateralismo en los últimos setenta años. Tras la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos tuvo el buen gesto de abstenerse de represalias y de exigir reparaciones; en vez de eso, lideró la creación de las tres grandes instituciones económicas –el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio (sucesora del Acuerdo General de Aranceles Aduaneros y Comercio, o GATT)– que forman la base del orden económico internacional todavía vigente.

Cada una de estas instituciones ha hecho un importante aporte al crecimiento económico global, pero sobre todo la OMC. Gracias a la expansión de un sistema de comercio multilateral abierto bajo el GATT y la OMC, desde la Segunda Guerra Mundial el comercio internacional ha crecido 1,5 veces más rápido que el PIB global.

Hoy el multilateralismo sigue siendo tan importante como durante toda la posguerra, pero la OMC enfrenta cada vez más amenazas, entre las que se destacan los ataques en curso del gobierno del presidente estadounidense Donald Trump, que está tratando de debilitar a la institución en letra y en espíritu.

Cuando hace diez años se declaró la crisis financiera, muchos temieron que los países alzaran nuevas barreras comerciales como en los años treinta y en otras recesiones de la posguerra. Pero en general eso no ocurrió, porque la OMC y el G20 intervinieron para facilitar la cooperación multilateral. El volumen global de comercio se redujo muy poco en relación con lo que hubiera podido ser, y en 2011 se había recuperado al nivel anterior a la crisis.

Las 164 economías integrantes de la OMC se han comprometido a apoyar un sistema multilateral abierto y a respetar normas y procedimientos compartidos cuyo propósito es ayudar al crecimiento de ese sistema. Estas normas cumplen para el comercio internacional el mismo papel que los códigos de comercio nacionales cumplen para los contratos y transacciones entre partes dentro de una jurisdicción dada.

Según las normas de la OMC, las empresas que comercian con otros países están sujetas a las mismas regulaciones nacionales que las empresas locales, y tienen los mismos derechos ante los tribunales de aquellos países. Los gobiernos no pueden aplicar medidas discriminatorias contra otros miembros de la OMC; es decir, si aplican un beneficio a un socio comercial, deben extenderlo a todos. Sólo se permiten aranceles en ciertas circunstancias. Y toda supuesta infracción de las normas se remite al Órgano de Solución de Diferencias de la OMC.

La garantía de que las empresas extranjeras recibirán un trato regulatorio y judicial justo por parte de los gobiernos de los estados miembros de la OMC es esencial; y el principio de no discriminación ha sido un elemento fundamental del sistema de comercio internacional desde su creación. Son las disposiciones que hacen realmente multilateral al sistema.

En el marco de la OMC, el principio de nación más favorecida (NMF) permite negociaciones comerciales multilaterales entre iguales; estas han reducido el arancel promedio aplicado a bienes fabriles entre economías avanzadas, de más de 40% a fines de los cuarenta a cerca del 4% en la actualidad, con beneficios para todos los estados miembros.

El mecanismo de solución de diferencias (MSD) de la OMC también es vital para el comercio internacional. Cuando las autoridades de un país consideran que un socio comercial está en infracción de normas mutuamente acordadas, pueden plantear el caso a la OMC, que designará un panel arbitral para estudiar los argumentos de cada lado y dictar sanciones cuando corresponda. Estados Unidos ganó más del 90% de los casos que inició.

Como el muelle de un reloj mecánico, la OMC es el corazón del sistema de comercio internacional. No es visible, pero es absolutamente esencial para mantener el mecanismo andando.

Y sin embargo, pese a la importancia vital de la OMC, hoy se la está debilitando. La amenaza más inmediata es al MSD. Para analizar una apelación se necesitan al menos tres árbitros, pero el gobierno de Trump ha bloqueado las nominaciones de todos los candidatos a reemplazar a aquellos cuyo mandato está próximo a caducar. La falta de quórum impedirá tratar las apelaciones, y es posible que algunos países empiecen a violar las normas de la OMC impunemente.

Otra amenaza importante al marco de la OMC es el uso que hace el gobierno de Trump de la cláusula de seguridad nacional para justificar sus aranceles discriminatorios a las importaciones de acero y aluminio. Es evidente que países aliados como Canadá o Japón no plantean ninguna amenaza a la seguridad nacional de Estados Unidos; de modo que los aranceles estadounidenses son claramente contrarios al espíritu –y probablemente también a la letra– de las normas de la OMC.

Esos aranceles ya han afectado el crecimiento global y debilitado a la OMC. En un mundo de cadenas de suministro transfronterizas y creciente interconectividad, la disrupción innecesaria del comercio de hierro y acero reducirá la producción no sólo en los países exportadores, sino también en Estados Unidos. Y la probabilidad de que otros países tomen represalias vuelve la situación más peligrosa.

En cualquier caso, es casi seguro que los aranceles discriminatorios no cumplirán el objetivo declarado por Trump: reducir los desequilibrios comerciales bilaterales de Estados Unidos. El balance de cuenta corriente de cualquier país es la diferencia entre su ahorro interno (público y privado) y la inversión local, y un desequilibrio de cuenta corriente no se puede reducir sin aumentar lo primero o disminuir lo segundo.

Cualquier intento de debilitar el comercio internacional –uno de los principales motores del crecimiento económico global desde el final de la Segunda Guerra Mundial– impondrá inevitablemente altos costos a todos, incluidos los simpatizantes de clase trabajadora de Trump. La comunidad internacional debe hacer frente a Trump y reafirmar los principios de un sistema multilateral abierto, antes de que sea demasiado tarde.

Anne O. Krueger, a former World Bank chief economist and former first deputy managing director of the International Monetary Fund, is Senior Research Professor of International Economics at the School of Advanced International Studies, Johns Hopkins University, and Senior Fellow at the Center for International Development, Stanford University. Traducción: Esteban Flamini.

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