El socialismo y la mujer artífice de su éxito

Los puntos de vista de Ivanka Trump sobre el Green New Deal (nuevo acuerdo verde) han sido calificados como de haberse hecho de oídos sordos. Credit Al Drago para The New York Times
Los puntos de vista de Ivanka Trump sobre el Green New Deal (nuevo acuerdo verde) han sido calificados como de haberse hecho de oídos sordos. Credit Al Drago para The New York Times

Si son como yo, podría venirles bien dejar de hablar un rato sobre Donald Trump. Así que, ¿por qué no mejor hablar de Ivanka Trump? Verán, hace poco, esta mujer dijo algo que habría sido extraordinario en boca de un republicano, pero que fue verdaderamente impresionante viniendo de la hija del comandante jefe.

El tema del que se hablaba era la propuesta, que forma parte del Green New Deal (nuevo acuerdo verde), de que el gobierno ofrezca una garantía de empleos. Ivanka Trump despedazó la idea, alegando que los estadounidenses “querían trabajar por lo que reciben”, que querían vivir en un país “donde existe la posibilidad de subir en la escala social”.

Bueno, esta fue una extraordinaria falta de conciencia de uno mismo: nada mejor que ser sermoneado sobre la confianza en uno mismo por una heredera cuya estrategia empresarial involucra sacarle jugo al nombre de su padre. No obstante, vayamos más allá de lo personal. Sabemos mucho sobre la movilidad social ascendente en distintos países y los hechos no son lo que los republicanos quieren oír.

La observación clave, basada en un creciente cuerpo de investigación, es que en lo que respecta a la movilidad social ascendente, Estados Unidos es verdaderamente excepcional; es decir, tiene un desempeño excepcionalmente malo. Los estadounidenses cuyos padres tienen bajos ingresos tienen mayores posibilidades de tener bajos ingresos y es menos probable que asciendan a la clase media o alta, que las personas en su misma situación en otras naciones avanzadas. Además, del mismo modo, los que nacen pudientes son más propensos a mantener su posición social.

Ahora bien, así no es como nos gusta vernos. De hecho, existe una peculiar desconexión entre la realidad y la percepción: los estadounidenses son mucho más propensos que los europeos a imaginar que su sociedad está marcada por una elevada movilidad social, cuando la realidad es que sucede con mucha menos frecuencia que en esos otros países.

Buena parte de esto parece reflejar una desinformación sistemática. En algunos lugares, los herederos de la élite se jactan de su linaje, pero en Estados Unidos hacen creer a los demás que lograron levantarse solos gracias a sus propios esfuerzos. Por ejemplo, una gran cantidad de estadounidenses aparentemente cree que Donald Trump es un hombre que obtuvo su fortuna por sí mismo.

En todo caso, la movilidad social excepcionalmente baja de Estados Unidos es diferente de su desigualdad en ingresos excepcionalmente elevada, aunque con toda seguridad ambas están relacionadas. En los países avanzados, hay una fuerte correlación negativa entre la desigualdad y la movilidad, algunas veces se le denomina la Curva del Gran Gatsby. Tiene sentido. Después de todo, las enormes disparidades en el ingreso de los padres tienden a traducirse en disparidades importantes en las oportunidades de los hijos.

La gente sí parece entender este punto. Muchos estadounidenses no se dan cuenta de lo desigual que es nuestra sociedad en realidad; cuando se les anteponen hechos sobre la desigualdad de los ingresos, se vuelven más propensos a creer que venir de una familia rica tiene mucho que ver con el éxito personal.

Regresando al “potencial de la movilidad ascendente”: ¿en qué lugar tiene mayores probabilidades de salir adelante la gente de orígenes humildes o modestos? Escandinavia encabeza la lista, aunque a Canadá también le va bien. Además, esta es la clave: los países nórdicos no solo tienen poca desigualdad, además tienen gobiernos mucho más grandes y redes de seguridad social mucho más extensas que nosotros. En otras palabras, tienen lo que los republicanos tildan de “socialismo” (que en realidad no lo es, pero no importa).

Además, la asociación entre “socialismo” y movilidad social no es accidental. Todo lo contrario, es exactamente lo que uno esperaría.

Para ver por qué, hay que ponerlo en un contexto estadounidense y preguntar qué pasaría con la movilidad social si la derecha del Partido Republicano o los demócratas progresistas pudieran implementar sus agendas en materia de políticas públicas en su totalidad.

Si los tipos del Tea Party —el movimiento político de derecha en Estados Unidos centrado en una política conservadora— se salieran con la suya, veríamos recortes drásticos en Medicaid, los cupones de comida y otros programas que ayudan a los estadounidense de bajos ingresos; lo cual, en muchos casos, dejaría a los hijos de familias de bajos ingresos con servicios médicos y nutrición inadecuados. También veríamos recortes en el financiamiento a la educación pública, mientras que en el otro extremo de la escala, veríamos recortes fiscales que elevarían los ingresos de los ricos y la eliminación del impuesto de sucesiones, que les permitiría transferir todo su dinero a sus herederos.

En cambio, los demócratas progresistas están haciendo un llamado para que haya servicios médicos universales, una mayor ayuda a los pobres y programas que ofrezcan colegiaturas universitarias gratuitas o por lo menos subsidiadas. Solicitan ayuda para que los padres de ingresos medios y más bajos tengan acceso y puedan pagar cuidado infantil de calidad, además proponen financiar esas prestaciones con aumentos de impuestos a los que ganan más y a las fortunas considerables.

Entonces, ¿cuál de estas agendas tendería a asegurar nuestro sistema de clases, facilitando que los hijos de los ricos se mantengan ricos y dificultando que los hijos de los pobres escapen de la pobreza? ¿Qué nos acercaría más al sueño americano, al crear una sociedad en la cual los jóvenes con ambiciones que están dispuestos a trabajar arduamente tengan una buena posibilidad de trascender su entorno?

Miren, Ivanka Trump seguramente está en lo correcto en afirmar que la mayoría de nosotros quiere un país en el que haya posibilidades de subir en la escala social. No obstante, las cosas que necesitamos hacer para asegurarnos de que somos ese tipo de país —las políticas asociadas con niveles elevados de movilidad ascendente en el mundo— son exactamente las cosas que los republicanos tachan de socialismo.

Paul Krugman ha sido columnista de la sección de Opinión de The New York Times desde 2000. Es profesor distinguido de la Universidad de la Ciudad de Nueva York y en 2008 fue galardonado con el Premio Nobel de Ciencias Económicas por sus trabajos sobre el comercio internacional y la geografía económica.

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