El suspense de las elecciones en Hungría

En vísperas de las elecciones del 8 de abril en Hungría, las tensiones se han vuelto casi tangibles en una sociedad muy polarizada. Lo único importante es saber si el partido populista y antiliberal de Viktor Orbán, Fidesz, puede caer derrotado por los votos de una mayoría que quiere cambiar de Gobierno. Esta opción era impensable hace solo dos meses, pero la sorprendente victoria, a finales de febrero, del candidato común de la oposición en una pequeña ciudad del sur en la que solo ganaba la derecha desde hacía veintitantos años ha cambiado el panorama.

Desde entonces han arreciado las presiones sobre la oposición dividida para que presente un candidato común en todas las circunscripciones. Cuando Fidesz se hizo con el poder, en 2010, cambió las reglas del juego y eliminó la segunda vuelta, por lo que, ahora, la formación de coaliciones antes de acudir a las urnas es una necesidad y una obligación moral, de acuerdo con los ciudadanos que desean un cambio fundamental después de ocho años de soportar un Gobierno semiautoritario y a un líder detestado. Los grupos de la sociedad civil y los institutos de opinión hacen constantes sondeos para escoger al más atractivo entre los numerosos candidatos de oposición.

Pero los partidos de la oposición negocian tarde y a regañadientes. Los partidismos, las rivalidades y las imprecisas estrategias a largo plazo hacen que sea muy difícil alcanzar acuerdos de última hora entre grupos grandes y pequeños, viejos y nuevos, de izquierda, de centro y ecologistas, que han peleado tan encarnizadamente y durante tanto tiempo entre sí. Además, para poder derrotar a Orbán y deshacer el Estado iliberal construido por él, el bloque democrático necesitaría cooperar también en muchas circunscripciones con Jobbik, un partido creado hace 10 años con un programa nacionalista, antigitanos, antisemita y semifascista. Un pacto así sería mal recibido en el extranjero y plantearía un grave dilema, especialmente a los intelectuales progresistas, pese a que da la impresión de que Jobbik ha cambiado, se inclina cada vez más hacia el centro, da prioridad a la lucha contra la corrupción y la vulneración del Estado de derecho y ha dejado atrás el racismo. Ahora, el dilema será teórico, porque Jobbik se resiste a negociar con las fuerzas liberales y de izquierdas y presenta sus propios candidatos en todo el país.

Eso quiere decir que lo más probable será una nueva victoria de Fidesz. Con el sistema actual, a Orbán le bastaría un 40% de los votos para obtener una clara mayoría, tal vez incluso dos tercios, por tercera vez consecutiva. En la campaña, el partido ha lanzado un mensaje para movilizar a sus partidarios: Fidesz defenderá a Hungría de los inmigrantes, mientras que la oposición dejaría entrar a un millón de personas que no son blancas ni cristianas. Aunque quedan muy pocos refugiados de 2015 en el país, la propaganda contra la “invasión musulmana” en unos medios dominados por el Gobierno ejerce una gran influencia. También se han intensificado otros mensajes populistas, como la promesa de “parar” al multimillonario y filántropo húngaro-estadounidense George Soros, el principal enemigo del régimen, cuya fundación sostiene organizaciones civiles independientes, y a “Bruselas”, que representa el declive de las élites democráticas y laicas de Occidente.

Si Fidesz vuelve a ganar, los conflictos con Europa continuarán. Tras las recomendaciones de las debidas comisiones del Parlamento Europeo, es muy probable que el pleno decida sugerir el artículo 7 en contra de Hungría —por segunda vez después de Polonia—, que podría desembocar en la suspensión de su derecho a voto en el Consejo Europeo y posibles sanciones. Al menos en teoría. Fidesz sigue formando parte del Partido Popular Europeo, cuyos líderes enviaron sus mejores deseos a Orbán ante las elecciones, si bien ninguno ha ido a Budapest a ensalzarle en persona.

En su discurso del 15 de marzo, aniversario de la revolución de 1848, Orbán dijo que se vengaría moral, política y legalmente de sus adversarios, sin dejar claro quiénes son, aunque después habló de 2.000 “mercenarios”. El régimen podría entrar en una nueva fase más cruel para la oposición, los grupos civiles, las personas y los empresarios no leales, mientras una UE crítica pero vacilante observa sin actuar. Como dicen los habitantes de la capital húngara, donde Fidesz seguramente tendrá malos resultados: tenemos que ir a votar para poder volver a votar dentro de cuatro años.

István Hegedüs es presidente de la Sociedad Europea de Hungría. Traducción del inglés de María Luisa Rodríguez Tapia.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *