El talento de los cretinos

«La oratoria es el talento de los cretinos», escribió Enrique Jardiel Poncela ( por boca de un personaje, como se escriben las cosas que se quieren dar por válidas sin insistir demasiado). La oratoria escasea, pero los cretinos no. De hecho, tenemos tantos cretinos que el mercado laboral no ha sido capaz de absorberlos y, pobrecitos, se han tenido que meter a mandar donde se les ha dejado, y eso que quien más y quien menos tiene o ha tenido un cretino cerca, uno de los que no tienen ni el que, según Jardiel Poncela, es su talento intrínseco.

A día de hoy, a cualquiera que afirme que cretinos hay en todas partes se le llama equidistante, que es un insulto que equivale a facha, o sea, a mala persona. Ya no vale lo del mismo perro con distinto collar. Hay que ser de galgos o de podencos, pero hay que pronunciarse, hombre. El español de a pie se ve, una vez más, obligado a elegir entre unos que odia y unos que le dan vergüenza ajena. Aunque aún los hay que tienen fe en algo, e incluso quienes tienen fe en alguien.

Y hay quien –pensando precisamente en esos cuatro raros que aún tienen fe en el orden establecido o en el orden por establecer – redacta los mensajes que se emiten desde los partidos. Ese responsable se me antoja como el ente que retrata el combo Astrud en Hay un hombre en España que lo hace todo: «Es el que ha escrito en todas las esquinas otro mundo es posible y menos policía». Un señor con bigote y bombín, una señora con pelo crespo y gafas con cordoncillo que enciende el ordenador y vomita barbaridades en connivencia con un equipo de comunicación que se dedica, es de suponer, al peloteo más vil y evidente. Es la única explicación. O peor: es la mejor explicación. Imagine que son ellos mismos, los propios ministros, parlamentarios, aspirantes, los que redactan esos mensajes pueriles y cizañeros que aparecen día tras día en las redes sociales y que, al final, son noticia.

Usted, que no me conoce de nada y bien que hace, no tiene ni idea de que yo a tiempo parcial me dedico a escribir mensajes para empresas. He escrito mensajes y editado fotos para empresas audiovisuales, hoteles, restaurantes, marcas de gadgets tecnológicos y artículos de belleza. Y en todos lados me piden, como a todos los community manager, que sea amable, divertida, concisa, y que me ciña a un guión para que no se pierda el mensaje. Se me pide que haga mi trabajo.

¿Recuerda usted el D.E.C.? Era el programa al que iba la gente a insultarse antes de que existiera Sálvame. Además de insultarse entre los colaboradores y los invitados –que al final eran los mismos–, el público podía interactuar enviando un SMS que no recuerdo cuánto costaba, pero aproximadamente una barbaridad más IVA. Estos mensajes los pasaban en una faja en la parte inferior de la pantalla y tenían la siguiente estructura: opinión, insulto, saludo, firma y broma privada.

Por ejemplo: «Belén vividora, hola Calpe, TQM Teresa, arriba los corazones coloraos». Este recurso estilístico ha viajado desde 2006 hasta nuestros días, por ejemplo, en la cuenta de Twitter del senador del PP Rafael Hernando, quien espiritualmente vive en un piano bar en la madrugada del martes; ahí están, para ilustrar cualquier cosa, su careto, un insulto y una falta de ortografía. Un halo de misterio recorre las redes y la gente se pregunta si Hernando escribe personalmente estas cosas o si, por el contrario, paga a alguien para que lo haga.

Nuestro presidente, mucho más cercano que sus predecesores, opta por otro modelo de comunicación y fintea entre el relleno tipo EBAU (si vas al examen sin haber dado un palo al agua) y la alegría gañana vendecorbatas. «Ser malos! Buenas noches colegas» (circa 2010) es algo que cualquier experto en comunicación te diría que borres cuando llegues a presidente. Y uno que no sea experto en nada, también te lo diría. Pero a Pedro Sánchez, presidente del Gobierno, se conoce que nadie le ha dicho nada en mucho tiempo. Hay redes sociales llevadas con mucho más tino. ¿Qué estrategia hay detrás de grabar un vídeo vertical llevándole una tarta a la ministra de Igualdad en el día de su cumple? Hacer la pelota, claro está.

¿Por qué Andrea Levy llamó «paniaguados» a todos los colaboradores de M21 a los que acababa de despedir? Pues porque puede. A lo mejor comportarse como Dakota (la estrella de Hermano Mayor) no es lo más constructivo del mundo, pero ella puede y lo vale. Es, sin embargo, Pablo Iglesias quien aglutina más méritos en sus mensajes. Es faltón, pelota y un dispensador de bromas que él cree privadas. Se dice que, si lees uno de sus tuits sobre Juego de tronos frente al espejo, se te aparece el Sr. Burns con camiseta y gorra, y te saluda con la mano.

La casta bonguera ha entrado con fuerza en el mundo de la comunicación corporativa y ha tomado, por ejemplo, TikTok (la red de moda entre menores de 14 años) para invadir nuestro móviles con gifs de gatos DJ, perros con gafas de sol, cartelones de Zasca y fotos del matrimonio líder. También sale Santiago Abascal de vez en cuando. El pobre Echenique creo ni ha salido. Las redes sociales de Vox son capítulo aparte. Si no supiera que el artífice de la estrategia del matón pasivo-agresivo es obra Mariscal Zabala, pensaría que detrás de todo esto están el Arropiero y el Conde Draco agitando unas cifras de gomaespuma (cifras sobre el maltrato, claro).

Pero no, no es tan idílico. Son ellos mismos, todos, los que vierten datos maquillados o inventados, cursiladas coyunturales, los que felicitan a sus propios palmeros, escurren el bulto o se vienen arriba contando anécdotas que posiblemente nunca sucedieron. Es inconcebible que estas personas bloqueen en redes a quienes representan. Es inconcebible, claro está, salvo que ignoren que hay un botón de silenciar. Pero pedir clase o desempeño a gente que jamás ha pisado una empresa privada salvo para pagar mariscadas con dinero de otros es mucho pedir.

En 2006 existía D.E.C. y en 2020 existe Sálvame. En 2006 las redes apenas empezaban a andar, pero en este camino hay cosas que se han ido y se han quedado. La oratoria se fue, aunque no está muy claro si alguna vez estuvo. Los cretinos se quedaron y trajeron el insulto, la clá y la cutrez.

Escriban ellos sus mensajes o no, son los que que nos van a enterrar en desesperación y odio. Y pasará lo que pasa siempre con los incompetentes y los trepas cuando llegan lejos y serán, de toda la vida, un cerebro, una persona encantadora y muy europeo, y sobre todo, una persona preparadísima. Como también decía Jardiel, «en fin: las idioteces que suelen decir las gentes para elogiar».

Jimina Sabadú es escritora, periodista y guionista.

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