El tamaño importa

Por Antón Costas, catedrático de Política Económica, UB (EL PERIODICO, 22/02/04):

El caso Samsung, empresa que teniendo beneficios ha decidido cerrar para aprovechar las ventajas que ofrece la globalización de los mercados, puede haber llevado a muchas personas a acusar a las leyes de la economía y la empresa de despiadadas e insensibles. Esta percepción de insensibilidad me ha hecho recordar la observación de uno de los grandes economistas del siglo XIX, John Stuart Mill: "Lo más insensible que conozco es la ley de la gravedad: rompe sin escrúpulos el cuello de la persona más buena y más afable si esta se olvida por un momento de tener cuidado. El viento y las olas también son muy insensibles. ¿Aconsejaría a los que van por el mar que no tuvieran en cuenta el viento y las olas o, por el contrario, que las utilizaran y encontraran la forma de guardarse de sus peligros? Esté seguro de que si usted no es ya egoísta o despiadado, la Economía no hará que usted lo sea".

LO QUE HACE que las acciones de algunas empresas parezcan insensibles no son las leyes de la economía, sino la forma de comportarse de algunos directivos o la ideología de aquellos que sólo saben concebir la competitividad en su versión más despiadada: caídas de salarios y empleo más precario.La globalización y la deslocalización no son nada nuevo. Sucede que ahora son más intensas como consecuencia de tres cosas. De la revolución de las nuevas tecnologías de la informática y las telecomunicaciones, que hacen que las empresas puedan gestionar con más facilidad sus fábricas a distancia; de la revolución en los transportes; y de la incorporación a la economía mundial de países que hasta ahora tenían sus fronteras cerradas al movimiento de capitales, mercancías y personas.Para comprender la facilidad que tienen ahora las empresas para controlar y fragmentar su producción alrededor del mundo basta ver lo que sucede con la muñeca Barby: el diseño y la pintura son estadounidenses, el pelo y el plástico, de Japón y Taiwán, la ropa, de China, y el ensamblaje se realiza en Indonesia y Malaisia. Hay que caminar a favor del viento, de la globalización. Y para lograrlo, entre otras cosas, importa el tamaño de las empresas. Por eso es necesario contar con empresas propias capaces de operar como verdaderas multinacionales, arrastrando a otras a internacionalizarse y mejorar su competitividad. Así, al año de que Gas Natural se hubiese instalado en Argentina, 62 pequeñas y medianas empresas españolas estaban ya operando como proveedoras en aquel país.No todo es cuestión de tamaño, pero la solución a otras carencias de nuestras empresas --baja I+D, reducido nivel de capital humano, escasa innovación o limitada presencia en bolsa-- se verán beneficiadas con el aumento de dimensión.Si estamos de acuerdo, entonces tenemos un problema. Según datos de Trigo, Tremosa y Guillermo (L'empresa catalana en l'economia global), en Catalunya existen alrededor de unas 32.000 empresas autóctonas. De ellas, unas 100 son muy competitivas. Son el gran activo de nuestra economía. Pero no han sabido o podido seguir una trayectoria ascendente de crecimiento y aumento de tamaño. ¿Por qué no han operado aquí los mecanismos de selección natural? Un misterio.

LA DECISIÓN de ganar tamaño es asunto de los propios empresarios. Pero es necesario crear un clima de presión social y un medio ambiente político económico que incentive el aumento de tamaño. El estudio señalado enumera una serie de medidas de política pública en esta dirección.Por mi parte sólo quiero resaltar una, que considero esencial: la complicidad entre los gobiernos central y catalán. Sin esa confianza recíproca y colaboración no es posible hacer casi nada a favor de la modernización de nuestra industria. No defiendo un intervencionismo estéril. El simple voluntarismo político no puede hacer crecer nada estable allí donde no exista ya un dinamismo privado. Pero cuando ese germen existe, la apuesta pública puede resultar exitosa. Ahí está el ejemplo de Airbus, que a través de alianzas y fusiones ha dado lugar a un gigante europeo muy competitivo de la aviación comercial. A nivel nacional también es posible hacer apuestas industriales de este tipo. Pero hay también una cuestión de tamaño: juntos es posible lograr cosas que cada gobierno por su cuenta no puede lograr. El futuro de nuestra industria y del empleo depende de esa complicidad. Tenemos derecho a exigirla.