El teatro delirante

Vivimos un momento muy sugestivo para la dramaturgia. Las fuerzas políticas de nuestro país llevan largo camino instaladas en la incomprensión de la situación, falseando la realidad e impregnando a la sociedad española de sombras.

Hasta para vivir en el mundo «negro» hay que tener talento e imaginación, lo cual no es el caso. Así sucede...

Esta conducta se expresa muy acertadamente con una palabra, la cual es muy posible hayan intentado ya deformar en su significado: delirio.

También sabemos que el delirio está al borde de la locura.

Tendría que bastarnos para ponernos a temblar y pensar en el uso de nuestro voto, o en la falsaria utilidad que nos venden los mayoritarios partidos de nuestro teatro en el Congreso.

Y es que el disfraz ya es muy pesado y de alguna manera «carga» en exceso a los propios actores.

Sus conciencias están redimidas por el angustioso momento que se avecina, de manera que el temor pone una venda a la sociedad y nos incita a cada uno de nosotros a tener que acudir a elegir a un mal intérprete.

Ya sabemos lo que nos ha sucedido en esta última década vestida con dramáticos acontecimientos, pandemia y guerra. Armaduras pesadas que nos han ocultado a los protagonistas bajo su fatua sonrisa.

Por cierto, ¿de qué se ríen señores políticos? ¿De verdad encuentran motivos para ello? ¿No les parece que esto ya es delirante? ¿No será que se han vuelto locos con el esfuerzo y dinero de los demás?

Ustedes se han instalado en el quijotismo donde «la ventura va guiando nuestras cosas, mejor de lo que acertamos a desear». Así es...

¿Imaginan por un momento que les plantamos en las urnas? Ya está...

Que no les queremos por ambiciosos, falsarios, corruptos, pusilánimes, incompetentes, vagos, ausentes... y, por supuesto, la excepción confirma la regla.

¿Quién de ustedes se atreve a levantar la mano tímidamente y eximirse de la purga? Seguro que alguno hay, pero quedarán marcados como un reo al patíbulo, porque el sistema está ya corrompido y dormido en un delirio.

Mientras ustedes nos dan su falaz ejemplo, continuamos cosidos a impuestos, faltos de empleo, los empresarios pensando en hacer las maletas, el orden cívico cogido con alfileres, la sanidad manipulada en la calle, la justicia perdió su balanza, la cultura ideológica en máximos y el ocio desbordado.

¿No les parece significativo que los partidos más radicales y los sindicatos sean los más eufóricos del salón de butacas?

¿No les parece preocupante que los actores más deprimidos sean la monarquía, la lengua y la educación?

La situación es delirante. Cada día que llega asistimos a un nuevo sainete y es que, nos han sucedido cosas tan graves a nuestro viejo país. No sabemos que hacer. Necesitamos que se vayan pero no sabemos a quién poner.

¿No les da vergüenza la situación a la que nos han llevado, con sus leyes torticeras, sus responsabilidades ambiguas y vanas?

Ahora las familias padecemos en todos los órdenes de nuestra vida sus delirios.

Padres que se enfrentan a hijos que no saben ni cómo tienen que sentir, con sus «cazas de brujas» en los colegios a la búsqueda de padres incompetentes, trabajadores que no pueden continuar por la falta de recursos, ciudadanos de toda condición que son distraídos con leyes de educación de dudosa constitucionalidad, mientras nos dicen como tenemos que conducir nuestras propias emociones...

La mayor responsabilidad consiste en no plantarles en las urnas. El ciudadano va a dar el ejemplo que ustedes no dan.

Tal como decía Sócrates, «la esperanza de encontrar en una vida mejor que la nuestra hombres justicieros y buenos, basta para incitar al sabio a sonreír ante la muerte».

Vamos a ser sabios e iremos a votar el día señalado para dejar sin entrada al teatro delirante a todos aquellos que quieren quebrar nuestro orden constitucional, que nos quieren dejar a la espera de la ocupación ilegal, que nos quieren gobernar con los hijos de la ira y del terror... deroguemos el sanchismo.

Tenemos un gobierno que es posible en su delirio y políticos falazes que sobreviven gracias al neoliberalismo del que tanto se quejan... Demasiada estupidez demagógica.

La gran paradoja es que, tal como dijo Lewis Carroll en Alicia en el país de las maravillas, «hace falta mucha locura para soportar tanta realidad».

Pedro Fuentes es humanista y ensayista.

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