El tercer factor

En los últimos meses se ha desarrollado en El País un interesante debate sobre los factores que pueden decidir las próximas elecciones generales. Como es sabido, una gran mayoría de los electores - se calcula que unos 20 millones- tiene el voto determinado de antemano, sin albergar ninguna duda acerca de la papeleta que depositarán en las urnas. Pero una minoría amplia tiene serias dudas y hasta los últimos días, a veces las últimas horas, no sabe qué hacer: si votar a uno o a otro partido, votar en blanco o abstenerse. Esta minoría dubitativa - unos seis millones de electores- es la que resuelve definitivamente el resultado final.

Ayer La Vanguardia y El Mundo publicaron dos encuestas sobre la intención de voto el 9 de marzo. Ambas coincidían en lo esencial: ligera ventaja en votos del PSOE sobre el PP y virtual empate en escaños. Son previsiones hipotéticas y, por tanto, perfectamente falibles: recordemos que en las anteriores generales del 2004, también celebradas en marzo, los sondeos de enero daban una ventaja de diez puntos al PP sobre el PSOE y después este último ganó por un margen de seis puntos: nada menos que un error de 16 puntos.

Pero volvamos al debate anunciado al principio. En un primer artículo, César Molinas opinaba, con buenos argumentos, que el factor que decidiría las elecciones sería el voto de lo que denominaba "la izquierda volátil", es decir, aquellos electores ideológicamente izquierdistas que solían inclinarse por IU o por la abstención, a menos que consideran que el PP podía llegar a extremar sus posiciones derechistas. Esto es lo que, según Molinas, había sucedido en el 2004 tras el trágico atentado de Madrid, al contrario que en las elecciones del 2001, en las cuales Aznar alcanzó la mayoría absoluta debido a la abstención o el voto a IU de estos votantes izquierdistas. Frente a esta posición de Molinas, la socióloga Belén Barreiro sostuvo recientemente una posición más clásica, también muy fundada: las elecciones las gana quien es capaz de atraerse al centro, es decir, una buena parte de los electores indecisos que votan más por pragmatismo que por ideología.

El lunes pasado, en La Tercera del ABC, el prestigioso analista electoral José Ignacio Wert intentaba hacer una síntesis entre ambas posiciones y sostenía básicamente que, para ganar, el PSOE debe captar a los votantes de centro sin abandonar a la izquierda y el PP debe poner buen cuidado en moderarse para no asustar a la "izquierda volátil" y provocar su irrupción en los comicios como sucedió en el 2004. Sin duda, según esta opinión, ambos partidos tienen ante sí el reto de mantener un difícil y medido equilibrio. En todo caso, las tres opiniones reseñadas utilizan sólo como factor determinante el eje clásico derecha/ izquierda, sin duda el más influyente en unas elecciones generales, pero, a mi modo de ver, no el único, sobre todo tras la última legislatura. Efectivamente, hay un tercer factor que también influirá poderosamente en el voto de los españoles: las posibilidades reales de socialistas y populares para formar gobierno y sus posibles aliados parlamentarios.

No hace falta recordar que nuestra forma de gobierno es parlamentaria, es decir, los ciudadanos elegimos a los diputados, no al presidente del Gobierno. Este será elegido posteriormente en el Congreso por quien logre formar una mayoría parlamentaria. También es sabido que el ciudadano al votar lo que pretende es elegir un presidente del Gobierno, la persona que encabezará el Ejecutivo y será el principal responsable de la política del país en los próximos cuatro años. A la vista de que los sondeos de opinión - y el olfato político- no parecen vaticinar para nada la mayoría absoluta de uno de los dos grandes partidos, sino que cualquiera de ellos necesitará para gobernar apoyos parlamentarios, el voto de muchos ciudadanos puede muy bien decidirse por los hipotéticos aliados de PSOE y PP tras las elecciones. Y aquí hallamos una gran paradoja que, de momento, no sabemos a quién puede beneficiar.

Esta paradoja es la siguiente: en principio, cualquiera de los partidos menores parece estar dispuesto a dar apoyo parlamentario al PSOE y ninguno - o casi ninguno, porque CiU y PNV expresan dudas y Coalición Canaria se alía siempre con quien gana- parece apoyar al PP. Pues bien, teniendo en cuenta que hay un acuerdo generalizado en que los dos principales errores del PSOE en esta legislatura han sido el Estatut de Catalunya y el llamado proceso de paz en el País Vasco, los posibles aliados del PSOE en un futuro gobierno pueden ser una carga para este partido, ya que su futura alianza con partidos nacionalistas puede disuadir a posibles votantes, aunque después sea una solución para formar gobierno tras las elecciones. Y puede darse el caso de que el PP sea la minoría mayoritaria y no pueda formar gobierno al no lograr apoyos suficientes: como actualmente CiU en Catalunya, el mismo PP en Galicia o el PSOE en Canarias. ¿Hasta qué punto esta incapacidad pactista del PP puede disuadir a algunos de sus potenciales votantes?

A mi modo de ver, este tercer factor puede condicionar el voto de un número significativo - quizás decisivo- de electores.

Francesc de Carreras, catedrático de Derecho Constitucional de la UAB.