El terrorismo checheno

Por Gustavo de Arístegui, diplomático, diputado por Ciudad Real y portavoz del PP en la Comisión de Asuntos Exteriores del Congreso. Este artículo es una adaptación de un capítulo de su libro El islamismo contra el islam, que aparecerá el próximo mes de octubre en Ediciones B (EL MUNDO, 04/09/04):

Los últimos acontecimientos protagonizados por el terrorismo yihadista checheno han colocado este espinoso asunto en el centro de la actualidad. Se trata de un conflicto histórico extremadamente complejo dentro de la Federación Rusa, ya que los chechenos nunca gozaron de independencia real y tampoco son los únicos musulmanes de aquélla. La resistencia chechena contra la Rusia zarista empezó -según la propaganda islamista que se encuentra en la Red, en páginas que al poco tiempo desaparecen- en 1552 contra Iván El Terrible, por haber tomado y destruido Kazan, la gran ciudad musulmana de Alto Volga. Pero en realidad se inicia en el siglo XVIII, concretamente con la batalla de Tatar-Toub en 1791 protagonizada por el jeque Mansour Ushurma, el primer líder musulmán checheno del que se tiene noticia y jefe de una rama de la escuela sufí Naqshbandi. El sufismo ha tenido siempre una enorme fuerza y popularidad entre los pueblos musulmanes del Cáucaso. Su resistencia se ha centrado en torno a esos movimientos y escuelas estructuradas alrededor de unas organizaciones secretas de gran disciplina interna múridas (muridin en árabe), de las que llegó a haber más de 300.000 en Chechenia. Al movimiento de resistencia del jeque Mansour, le siguió hacia el año 1824 el de diversos imames sufíes y duraría otros 30 años. El jefe más popular y activo de la revuelta era el jeque Imam Shamil, quien llegó a establecer una especie de Estado islámico en Chechenia que nunca fue reconocido por ningún otro país, por lo que la pérdida de la independencia de Chechenia es más un mito de los resistentes que una realidad, sin por ello minimizar la importancia de las matanzas y abusos cometidas por los zaristas primero y por el régimen soviético después. De hecho, la guerra contra los rusos se extiende entre 1834 y 1859, año en el que es detenido Shamil.

Se sabe que, además de matanzas y deportaciones masivas, confiscación de tierras o cierre de madrasas y de mezquitas, Stalin sometió a los chechenos a una persecución implacable, que, según cuentan las crónicas más fiables, fue casi un genocidio (250.000 víctimas de un millón de habitantes sólo en Ingushetia). Todo esto contribuyó a exacerbar los sentimientos de profundo resentimiento hacia los rusos, que están intentando ser explotados, como en todos los demás casos, por el islamismo radical.

Como consecuencia de esas persecuciones, internamientos, deportaciones y matanzas, se produjo una importante emigración de chechenos a Oriente Medio en el siglo XIX. Se establecieron en Siria pero sobre todo en Jordania, donde la comunidad chechena es muy próspera y respetada, teniendo incluso escaños reservados en el Parlamento del reino hachemí junto a los circasianos, otro pueblo eslavo musulmán huido de la persecución zarista.

El último líder musulmán checheno destacado del siglo XIX fue, según los propios islamistas de la región, Ghazi Mollah, autor de unas arengas yihadistas verdaderamente violentas, al declarar la yihad contra los rusos diciendo: «Un musulmán puede que siga todos los preceptos de la sharia, pero no vale nada si es bajo dominio ruso. ¡Vuestros hijos serán bastardos; vuestros matrimonios, nulos, mientras haya un solo ruso en vuestras tierras!»

Hoy en Chechenia los movimientos islamistas son aún minoritarios, pero están creciendo de manera muy preocupante. De hecho, hay una penetración de movimientos islamistas internacionales que han llevado a un importante número de estudiantes de movimientos ultrarrigoristas, que se dedican al proselitismo activo, reclutando militantes para los grupos terroristas. Sin embargo, los sondeos de opinión demuestran que una mayoría de chechenos considera la guerra en su país como un esfuerzo de independencia y no como una yihad o guerra santa. Es cierto que no se debe confundir a los chechenos pacíficos, ya sean autonomistas o independentistas, con los abyectos terroristas inspirados por la fanática ideología islamista radical, pero tampoco se puede decir que su violencia pueda estar justificada por su causa. No obstante todo lo dicho y lamentablemente, la rama más conservadora del wahabismo y principalmente su versión salafista, así como otros movimientos islamistas conservadores o radicales, están avanzando peligrosamente, especialmente entre la juventud, para la que ese mundo creó la Liga Islámica Juvenil de Chechenia, que tiene un periódico propio y hogares de acogida de niños, además de madrasas y otras instituciones benéficas.

El islamismo radical ha venido a complicar enormemente un conflicto histórico: su terrorismo indiscriminado ha causado miles de muertos inocentes fuera de Chechenia, donde la guerra, por otra parte, ha asolado un país depauperado por la dictadura comunista y por decenios de guerra y destrucción recrudecidos tras la caída del régimen soviético. El Gobierno de Moscú fue cuestionado en el Consejo de Europa y suspendido su derecho a voto hasta que aceptaron la creación de una comisión parlamentaria de investigación a la que asistimos algunos diputados miembros. Fuimos testigos del aceptable esfuerzo de autocrítica y transparencia que hizo la Federación Rusa, y en consecuencia le fueron restituidos sus plenos derechos de miembro del Consejo. Es en este contexto general de avance del radicalismo islamista y de ciertos excesos y errores rusos en el que tristemente se ha producido el mejor caldo de cultivo para que el islamismo radical se extienda como un reguero de pólvora por el Cáucaso.

Todo esto culminó, después de la caída del imperio soviético, con una confrontación cada vez mayor con la Federación Rusa.Esta había logrado someter a los chechenos a sangre y fuego, tras una oleada feroz de atentados y una táctica de guerrillas que llegó a causar numerosas bajas al Ejército ruso, desconcertado después de la desaparición del poderío soviético. El presidente Yeltsin encargó al polémico general Lebed que llegase a un acuerdo con los rebeldes, y él se lo tomó al pie de la letra y prácticamente entregó Chechenia a los movimientos islamistas.

Desde la elección de Vladimir Putin como presidente de la Federación Rusa, las cosas cambiaron extraordinariamente. Se reiniciaron las operaciones contra grupos chechenos, sobre todo al incorporar a uno de los líderes más emblemáticos de la resistencia chechena, Ahmed Kadirov, a quien nombró presidente de Chechenia en el año 2000, para presentar a un ex combatiente antirruso como paladín prorruso. Hasta tal punto llegó el odio islamista hacia los que optaron por el diálogo -ellos dicen sometimiento- con Rusia que el presidente Kadirov fue asesinado el 9 de mayo de 2004, junto a más de 30 personas, todos ellos miembros de la cúpula de su país, durante el desfile militar que conmemoraba la victoria soviética sobre el nazismo.

Tras la puesta en marcha de esta nueva estrategia, los atentados del terrorismo yihadista checheno no se hicieron esperar; algunos espeluznantemente sanguinarios, como lo fue la destrucción de varios edificios de viviendas con decenas de víctimas en cada atentado, sin olvidar la toma de rehenes del teatro Dubrovka de Moscú el 23 de octubre de 2002. En la madrugada del 26 de octubre, las unidades especiales del Ministerio del Interior asaltaron el teatro causando la muerte de los 50 secuestradores y nada menos que de 118 rehenes. Los atentados contra autobuses, comisarías de policía y cuarteles han sido calificados de actos de resistencia por algunos medios de comunicación y, sin embargo, han sido eficazmente capitalizados, dirigidos o inspirados por los grupos islamistas más radicales. Más recientemente, el 24 de agosto, se cometieron dos atroces atentados contra sendos aviones civiles, de forma casi simultánea. Además, han perpetrado atentados contra el metro de Moscú, otros en mercados abarrotados y ahora este espeluznante secuestro.

El líder terrorista checheno más activo en este momento es Shamil Bassaiev, nacido en 1965, veterano de la resistencia frente al fallido golpe de Estado contra el Parlamento Ruso en agosto de 1991, de la guerra del Nagorno-Karabaj -donde lucha junto a los azeríes contra los armenios- y de la de Abjasia en Georgia, y ha sido entrenado en los campos de adiestramiento terrorista de Afganistán. En 1998, tras haber perdido las elecciones presidenciales contra Aslan Masjadov (un activista antirruso que condena la violencia terrorista), crea el Congreso Islamista Checheno y forja una sólida alianza con el islamista radical y terrorista Samer bin Saleh-Sueilem, conocido como el Comandante Khatab.Ambos están relacionados con el internacionalismo yihadista y con la red de Al Qaeda, y muy probablemente sean los máximos responsables de los ataques con explosivos contra varias casas de pisos en Moscú, así como el secuestro, ya mencionado, del teatro Dubrovka de Moscú. Lo que parece claro es que los últimos atentados llevan inequívocamente su sanguinaria firma.

La violencia en Chechenia se está desbordando y ha contagiado a la vecina república de Ingushetia, así como a Osetia del Sur, a la que el menor grado de preparación de sus fuerzas de seguridad y la permeabilidad de las fronteras está convirtiendo en uno de los focos más violentos del terrorismo islamista. La violencia se está instalando con diferente intensidad en todas las repúblicas caucásicas en las que hay presencia musulmana, especialmente si ésta se encuentra en minoría, pues en ese caso intentarán obtener ventajas políticas por medio de la violencia. La rigidez de Moscú, la miopía de Shevardnadze cuando era presidente de Georgia, la imprevisión y la falta de conocimiento profundo y de visión estratégica están convirtiendo a ese rincón de Europa en un polvorín del que los medios no se preocupan lo suficiente.El desenlace final podrá ser mucho más grave para el resto de Europa de lo que queramos reconocer. El terrorismo yihadista checheno ha vuelto a demostrar que carece de los más mínimos escrúpulos, como ha quedado patente con estas últimas monstruosidades y muy especialmente con la tragedia de la escuela de Beslam.Ninguna de estas acciones puede ser considerada bajo ningún concepto legítima resistencia en pro de la independencia chechena; es simple y llana barbarie, químicamente pura.