El terrorismo de Boko Haram ¿Cómo resolver el secuestro de las niñas?

Hace unos días, pude ver y escuchar, en un programa de debate en una televisión de gran audiencia, a unos tertulianos comentar acerca del secuestro de las niñas nigerianas por el grupo terrorista Boko Haram. Uno de los participantes en ese programa, periodista de un reputado periódico de tirada nacional con gran influencia, propuso con vehemencia realizar una operación militar para rescatar a las niñas; más aún, insinuó que unidades de élite de las fuerzas armadas españolas podrían ser parte activa de este operativo.

No quiero entrar en valoraciones de las manifestaciones de este periodista y prefiero pensar que sus declaraciones fueron el fruto del deseo compartido de liberar a las niñas de ese terrible secuestro. No obstante, me he permitido hacer unas reflexiones sobre esa intervención televisiva relacionada con el terrorismo.

La primera es sobre la falta de rigurosidad, que tantas veces va unida a la pasión a la hora de tratar cualquier crisis o conflicto. Se echa de menos un análisis profundo de las causas que producen la violencia como primer paso para acabar con ella, y eso conduce a simplificar la solución. Y por último, la responsabilidad de los medios de comunicación en la información, análisis y propuestas para resolver crisis y conflictos.

La mayoría de la opinión pública mundial ha oído por primera vez la palabra Boko Haram con motivo del mencionado secuestro de doscientas niñas nigerianas, pero ni esta organización ni su actividad terrorista han comenzado con ese secuestro.

La falta de rigurosidad comienza por presentar el conflicto nigeriano, o de otras zonas del planeta, como civilizador, como guerra de religiones. Efectivamente, en Nigeria, como en otros lugares, existen enfrentamientos entre personas y grupos de diferentes religiones. Sin embargo, el factor religioso no es el desencadenante de los conflictos, sólo es un potenciador.

En Nigeria hay una gran desigualdad entre regiones y entre sus habitantes, sea cual fuere el lugar donde habitan y la religión que profesen. En ese país hay un desempleo cercano al veinticinco por ciento, que alcanza al ochenta por ciento entre los jóvenes. Además la corrupción es la norma entre sus clases dirigentes. Nigeria está dentro de los veinticinco países más corruptos del mundo. Dentro de la pobreza general del país, el Norte, de mayoría musulmana, es más pobre que el Sur.

Es rico en recursos naturales, el octavo productor mundial de petróleo y el primero de África. En los últimos tiempos se ha convertido en la segunda economía africana, por detrás de Sudáfrica, con un crecimiento de su PIB cercano al noventa por ciento. Tiene una importante industria cinematográfica, Nollywood, al estilo de la norteamericana Hollywood, pero por delante de esta en producción de películas, casi mil al año.

Sin embargo, toda esta creciente riqueza económica no se redistribuye de una manera equitativa. El lujo convive con la miseria y esa percepción de la desigualdad conduce a la violencia. Nigeria tiene unos ciento ochenta millones de habitantes, más de la mitad de los cuales malviven con menos de dos dólares al día.

Habría que estudiar por qué una organización adquiere ese nombre de Boko Haram, que en lengua nativa hasua significa literalmente “la educación occidental es pecado”. ¿Cómo es posible que una gran parte de la población nigeriana pueda ser convencida de que esa educación es nefasta y pecaminosa para sus niños y niñas? ¿Cómo y por qué se ha generado esa creencia? Hay que revolver en la historia, también en el presente, para averiguar la razón por la que millones de nigerianos son convencidos de que lo occidental no les conviene.

Hay que tener en cuenta que en Nigeria, como en otros países, los militares son parte del problema y no la solución. Allí, según informes de ONG,s de reconocido prestigio en la defensa de los derechos humanos, miembros de las fuerzas armadas nigerianas han cometido graves violaciones de de esos derechos, con detenciones ilegales, secuestros, torturas y asesinatos. Hay que recordar que Boko Haram recrudece su gran actividad terrorista cuando la policía mata a su líder y fundador Mohammed Yusuf en el año 2009. Y que detrás del secuestro de las niñas está el móvil de la venganza por la detención de esposas y familiares de ser sospechosos de pertenecer a Boko Haram, entre los que se encontraban la mujer y un hijo menor del actual líder del grupo Abubakar Shekau. Tras esos acontecimientos, Shekau anunció que las mujeres cristianas pasaban a ser su objetivo.

Sin descartar operaciones militares puntuales, que deben ser planificadas y ejecutadas de acuerdo con la legalidad internacional y evitando siempre las llamadas “víctimas colaterales”, se deben optar por otras vías. La agenda militar exclusiva produce resultados espectaculares momentáneos cuando las grandes potencias, con su inmenso poder, las llevan a cabo, pero son poco eficaces en el medio y largo plazo para conseguir una estabilidad que conduzca a una paz justa y definitiva. Ejemplos reciente los tenemos en Afganistán, Irak o Libia.

Además, el problema no es exclusivamente de naturaleza terrorista. Los miembros de Boko Haram, tienen un fuerte componente mafioso, ligado al tráfico de armas, droga y seres humanos, de donde obtienen parte de su financiación. Por lo que es necesario cooperación policial internacional y seguimiento del dinero ilícito, entre otros lugares en los consentidos paraísos fiscales.

En las reuniones de Nigeria con sus países vecinos, Niger, Chad, Togo Y Benín, con las potencias occidentales Estados Unidos, Francia y Reino Unido, para abordar el problema de la expansión del terrorismo de Boko Haram, se ha diseñado una estrategia para compartir inteligencia y planificar operaciones policiales y militares. Pero ha sido el presidente de Niger, Mohamadu Isufu, quien más ha hecho hincapié en que la pobreza debe ser el objetivo a combatir porque es la causa principal del terrorismo y que, por lo tanto, es fundamental la ayuda al desarrollo.

Intentar averiguar las razones del conflicto desde lo puramente étnico, cultural o religioso es limitar su análisis y contribuye la perpetuación de un sistema que favorece la corrupción, la explotación y el expolio. El fanatismo religioso, étnico o nacionalista recluta adeptos entre los más desfavorecidos, entre los desencantados, entre los desesperados. El norte de Nigeria, históricamente castigado por la miseria y la desigualdad, por la corrupción y la opresión, es un terreno abonado para la yihad en el sentido más depravado de la palabra.

Presentar como solución exclusiva y excluyente la militar es querer perpetuar un sistema de seguridad basado en la agenda militar y olvidar que la verdadera paz se alcanza mediante la seguridad humana, que contempla a la persona como objeto principal de la misma, a través del desarrollo, el bienestar social, la justa redistribución de la riqueza y la atención prioritaria a los derechos y la dignidad humana.

Por todo ello, se debe ser muy cuidadoso a la hora de exponer opiniones y proponer soluciones, sobre todo por aquellos medios de comunicación o personas con gran influencia. Porque los problemas son complejos, con mucha historia y muchas derivadas, y las soluciones exigen análisis rigurosos y objetivos.

Bienvenidas todas las decisiones que se lleven a cabo para liberar a las niñas víctimas de la violencia terrorista, siempre que se respete la legalidad internacional y los derechos humanos. Pero no debemos olvidar que para ayudarlas en el futuro, para ayudar a todas las niñas nigerianas se debe trabajar para proporcionarles una vida digna y eso requiere de una profunda reforma del actual sistema socioeconómico global y de la zona.

Javier Jiménez Olmos. Doctor en “Paz y Seguridad Internacional” por la UNED y miembro de la Fundación “Seminario de Investigación para la Paz”.

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