El terrorismo de ETA: memoria permanente

El 30 de enero de 1998 dos terroristas de ETA, José Luis Barrios y Mikel Azurmendi, asesinaron en Sevilla al concejal del PP en el ayuntamiento de la ciudad, Alberto Jiménez Becerril, y a su esposa, la procuradora ante los tribunales Ascension García Ortiz. Era entonces la alcaldesa Soledad Becerril, que describió con lágrimas en las letras la terrible dureza del momento en su libro de memorias Años de soledad. En el veinticinco aniversario de la matanza, Soledad ha publicado en ABC un artículo recordatorio del doble asesinato. Y también descriptivo del trato que el terrorismo y sus asesinos reciben actualmente en el sistema político y legislativo español. La que fuera alcaldesa sevillana recuerda que uno de los asesinos, José Luis Barrios Martín, «desde hace pocos días ya está más cerca de su tierra, como el 93 por ciento de los etarras en cárceles... porque de lo que se trata es hacer que los presos de ETA progresen de grado lo más rápido posible, de tal manera que pronto puedan estar todos en la calle». Y añade Soledad Becerril: «Hasta tal punto se quiere borrar de la historia los más de cuarenta años de actos terroristas que una ley que se denomina Ley de Memoria Democrática... no dedica una sola línea a las décadas de terrorismo de ETA... como si los años de terrorismo no hubieran existido en nuestra historia contemporánea».

Gregorio Ordóñez, concejal por el PP en el ayuntamiento de San Sebastián, fue asesinado por un comando terrorista de ETA, integrado por Valentín Lasarte, Francisco Javier Garcia Gaztelu, «Txapote», y Juan Ramón Carazatorre «Zapata», el 23 de enero de 1995. Su hermana Consuelo recuerda anualmente la terrible historia con un acto cívico en el cementerio donostiarra de Polloe, donde está enterrado Gregorio. Este año, y como siempre en presencia de la viuda de Gregorio, Ana Iribar, y de una nutrida representación ciudadana, Consuelo, fundadora y presidenta de la fundación antiterrorista COVITE, y según la crónica publicada en El Diario Vasco, «ha acusado a EH Bildu de buscar la impunidad de los presos de ETA a través de los terceros grados. Ha acusado a la izquierda aberztale de haber dado la orden de asesinar a su hermano y de no haber pagado por ello». Siempre según el relato del DV, Consuelo afirmó: «Esos políticos que diseñaban las estrategias de terror y señalaban los objetivos a eliminar... fueron quienes ordenaron impedir que alguien con el arrojo de Gregorio fuese alcalde de San Sebastián». Añadiendo: «Esos líderes de la izquierda abertzale, que siempre han hecho política gracias a ETA y que mandaban a sus peones de la muerte a mancharse las manos de sangre, siguen hoy haciendo política en primera línea y se han visto beneficiados de una impunidad de facto que nadie se atreve a cuestionar... Queda claro que para la izquierda aberztale todo lo que no sea poner a los terroristas en la calle cuanto antes, y sin cumplir con la ley, sería excepcional». En su vigorosa intervención, Consuelo Ordóñez recordó que «el 40 por ciento de las víctimas del terrorismo nunca han llegado a contemplar cómo la condena recaía sobre el autor material de los atentados». La razón del encuentro, el contexto en que tenía lugar y las acusadoras advertencias de la presidente de COVITE tenían una clara e inevitable referencia personal y política: el actual líder de EH Bildu y de la izquierda aberzale, Arnaldo Otegui, en su momento terrorista convicto y actualmente soporte parlamentario del Gobierno español presidido por el socialista Pedro Sánchez.

Fernando Aramburu, conocido novelista español de origen donostiarra, habitualmente residente en Alemania, se encuentra en su tierra natal para presentar su última novela, Hijos de la fábula. Con ella retoma su aproximación al terrorismo etarra, que ya tuvo en Patria su primera y abrumadora plasmación. «La gran novela de la etapa negra del terrorismo etarra», la califica El País en la entrevista que recientemente ha realizado al escritor. (Aunque siempre cupiera inquirir si el terrorismo etarra hubiera tenido una etapa que no fuera negra). Cuando se le pregunta si los protagonistas de la reciente novela, también etarras, son víctimas del absurdo, Aramburi precisa que no sufren de ello sino de «algún tipo de fábula que se les ha incoado en el cerebro... consideran legítimo liquidar a quien piense de otra manera». Y siendo la continuación si en el País Vasco ha terminado esa fábula, el escritor no se anda con rodeos: «No, no, la fábula del nacionalismo está en su momento hegemónico. Prevalece con gran apoyo social y lo que ha desaparecido por fortuna es la pretensión de imponerla por medios violentos, pero el proyecto continúa». Aramburu encuentra en el País Vasco de ahora «tranquilidad en las calles, limpieza en las paredes, no se ven amenazas y esto ya es positivo. También veo la ausencia del Estado, veo la enorme hegemonía nacionalista y observo que su relato ha triunfado».

Soledad Becerril, Consuelo Ordóñez, Fernando Aramburu, tres voces a escuchar atentamente. La «patria común e indisoluble de todos los españoles» bien que lo precisa.

Javier Rupérez es embajador de España.

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