El terrorista suicida de ETA

De Juana se muestra tremendamente satisfecho de estar muriéndose. La fotografía del anglosajón 'The Times' es un retrato del fanatismo. No expresa dolor, ni padecimiento, sino soberbia, prepotencia y narcisismo. Ignacio de Juana Chaos no es una víctima sino un verdugo, un terrorista profesional enfermo de sí mismo. El aspecto físico de extrema desnutrición no se corresponde con la apariencia psicológica de ilusoria dominación que refleja la expresión de su rostro. De Juana parece estar convencido de que está marcando un hito para la reconducción del proceso de negociación entre ETA y el Estado. De hecho, en la entrevista con el diario británico es la presunta negociación política la que canaliza el centro del reportaje, que por otra parte es lo suficientemente endeble como para que sea la fotografía lo único que importe. En la negociación política es donde cree estar inmerso ahora De Juana, de la misma manera que lo pensaba cuando en su último enjuiciamiento por amenazas declaraba que él se dedicaba a la política.

El terrorista debe de estar encantando de percibirse como una figura clave en el delicado proceso de reconversión de ETA. El famelismo triunfante de De Juana es la traducción de su fanatismo narcisista, combinado con las carambolas que el azar le ha propiciado para encontrarse, como a él le gusta, en el centro de la fotografía. De Juana debe de pensar que la suerte se le ha puesto de cara y por eso la muestra con altivez. Porque, al contrario de lo que pueda percibir buena parte de la opinión pública, la apuesta del terrorista de ETA no es ser recluido en casa en prisión atenuada por condiciones médicas. Ése era el objetivo que se nos vendía antes del atentado de ETA en el aeropuerto de Barajas. Ahora, el horizonte estratégico es que el Tribunal Supremo reduzca su condena por amenazas.

Ignacio de Juana Chaos es un terrorista profesional, un hombre de la banda criminal totalmente entregado a la causa. Al contrario de lo que se nos ha vendido, su huelga de hambre no está disociada de la estrategia general de ETA sino que es, y ha venido siendo, un elemento instrumental cuyo termostato la banda terrorista ha venido subiendo o bajando según convenía. Ignacio de Juana es el primer terrorista suicida de ETA, imagen especular de los terroristas islamistas. Ya ha grabado su artículo fotográfico de despedida, como los vídeos de los suicidas yihadistas, y se ha rodeado el cuerpo con el explosivo de su propio pellejo. Es una bomba simbólica dirigida por ETA contra Zapatero.

Al principio, cuando De Juana inició su primera huelga de hambre, podía pretenderse que por un fallo orgánico del riñón o el corazón la Audiencia Nacional le enviara a un arresto domiciliario. Ese propósito personalista era un ingrediente de presión lateral en los cálculos estratégicos de ETA, que estaba inmersa en el contexto de conversaciones con el Gobierno de Zapatero y que percibía el narcisismo de De Juana como un factor coadyuvante. El Ejecutivo contemplaba con mucha prevención que el preso muriera en mitad de la negociación y les contaminara el pretendido clima de entendimiento, convirtiéndose en un mártir del fanatismo. Por ahí, De Juana llevó adelante su primera huelga de hambre, comunicando al exterior que lo hacía sin el apoyo explícito de ETA. Con este envoltorio se nos ha despachado la versión de que discutió con la cúpula criminal sobre la oportunidad de la huelga de hambre. No me lo creo. Lo que sobresale cada vez más cristalinamente es que la huelga de hambre siempre ha sido un mecanismo hidráulico más en el alambique coactivo de ETA. Por eso De Juana, debajo del tubo nasogástrico de alimentación forzada, tiene la sonrisa del terrorista que cumple con su deber.

La calibración del termostato de presión que representa Ignacio de Juana pasa a primera línea estratégica cuando ETA comete el atentado en el aeropuerto de Barajas, no para romper las negociaciones con el Gobierno, sino hablando su propio lenguaje en las negociaciones, autoafirmándose en las negociaciones. En un momento en que Zapatero se encuentra sometido a la disyuntiva de remodelar estratégicamente su conceptuación del diálogo con ETA, la banda terrorista aumenta la temperatura de la caldera que simboliza la huelga de hambre de De Juana para recordarle a Zapatero que la presión puede subir antes de que el presidente se decida a retomar el diálogo. Y las elecciones cada vez están más cerca, y el PP y las derechas cada vez movilizan a más gente en las calles.

El objetivo de ETA es la reducción de la condena de Ignacio de Juana. Al principio incubaron el farol de que pretendían la prisión atenuada, tanto que en algún momento el Gobierno pudo creerse la jugada. También habría sido buena para ETA en caso de producirse. Si la banda terrorista mantuvo a Ortega Lara casi eternamente secuestrado o asesinó a Miguel Ángel Blanco sin que el Gobierno español cediera a sus chantajes, haber conseguido la domiciliación penitenciaria de De Juana habría sido un logro que, si se hubiera materializado, habría sido un triunfo abominable de ETA. Afortunadamente para la democracia, la Audiencia Nacional truncó tal posibilidad. No obstante, no amputaban la estrategia de ETA, que tiene la mirada puesta en el Tribunal Supremo y ha visto cómo el azar en la secuencia temporal de los acontecimientos y en la salud de Ignacio de Juana le ha favorecido.

De Juana llega al Supremo casi muriéndose. Si el Tribunal falla una reducción de condena, la fotografía de 'The Times' se ha publicado en el momento más oportuno. ETA va a presentar la reducción de pena como un triunfo de la huelga de hambre de su terrorista Ignacio de Juana. Como sabemos, la verdad importa bastante poco en estos casos, y lo que cuenta es el argumento que se pueda construir con las apariencias. Si, en cambio, De Juana muere atado a la cama, va a ser presentado como un mártir del abertzalismo. Ignacio de Juana siempre ha sido un valor seguro para ETA: asesinaba sin piedad, no se arrepiente de nada sino todo lo contrario, sigue las consignas doctrinales con fanatismo acrítico, es un referente en la estructura de presos y, además, tiene la personalidad narcisista ideal para inmolarse por ETA. Ocurra lo que ocurra, la huelga de hambre tendrá consecuencias. Habría que haberle incapacitado, inducido un coma y mantenido en estado vegetativo hasta que ETA renunciara al terrorismo. Aunque tampoco es tan negativo un mártir en ETA. Al fin y al cabo, sería idolatrado en un universo donde la mitología de la violencia ya es un valor subcultural de adoración abertzale. Los británicos tienen a su Bobby Sands y el IRA ha dejado el terrorismo. Que ETA tenga a su Iñaki, si ésa es su voluntad.

Andrés Montero, director del Instituto de Psicología de la Violencia.