La guerra civil siria está provocando una crisis humanitaria como no la recuerdan ni los trabajadores humanitarios más experimentados del mundo. Los dirigentes de las Naciones Unidas están diciendo que ya basta y reclamando una intervención urgente de la comunidad internacional. Espero que sean escuchados, pero me temo que estamos caminando como sonámbulos hacia un desastre no solo para el propio pueblo sirio, sino también para el Oriente Medio y el mundo entero.
Hemos alcanzado el punto en que la situación de emergencia humanitaria supera la capacidad de enfrentarse a ella. La comunidad internacional está paralizada por el bloqueo político. En lugar de verse las pruebas de la catástrofe como un imperativo para actuar políticamente, parece ser que sobre nosotros, la comunidad humanitaria, está recayendo el peso de «gestionar el conflicto» lo mejor que podamos.
En la actualidad, Siria se ve desgarrada por un combate entre facciones que se ha cobrado las vidas de más de 70 000 hombres, mujeres y niños. El mes pasado fue el más sangriento, habiéndose registrado 6 000 víctimas mortales.
El conflicto ha dejado un mínimo de seis millones de personas necesitadas de ayuda urgente. El número de personas que buscan refugio en Turquía, Irak, Líbano y Jordania está aumentando hasta alcanzar niveles imposibles de gestionar: hay 200 000 nuevos refugiados cada mes o 7 000 cada día. Esto tendrá unas consecuencias de gran alcance para la estabilidad de la región.
Hemos superado la marca del millón de refugiados mucho antes de lo previsto. Cuando visité en diciembre a los refugiados en Líbano y Jordania con António Guterres, Alto Comisionado de la ACNUR, no se preveía alcanzar este hito escalofriante hasta finales de año y existía desde luego la esperanza de que se conseguiría evitar mediante una solución política.
Sin embargo, los refugiados huyen de Siria a un ritmo que prácticamente se ha triplicado desde entonces. De mantenerse los niveles de incremento actuales, se podría alcanzar la cifra de dos millones de refugiados dentro de unos meses.
Europa ya ha aportado más de 460 millones de euros en financiación humanitaria y confío en que este importe se incremente hasta 600 millones de euros una vez cumplidos todos los compromisos suscritos en la conferencia de donantes celebrada en enero en Kuwait. La Comisión Europea ha cumplido sus compromisos en su totalidad, pero es lamentable que, de los 1 500 millones de dólares prometidos en Kuwait, solo se hayan entregado la mitad a los organismos de ayuda.
El problema al que nos enfrentamos no es solo de financiación. Nuestros principios humanitarios más básicos de acceso y protección a las víctimas se pisotean y vulneran diariamente. Los hospitales, las panaderías, los convoyes de ayuda y el personal médico son blanco de ataques. Las violaciones son cada vez más comunes, habiéndose convertido en una nueva arma de guerra.
En el año en que celebramos el 150º aniversario de la Cruz Roja, sus valores se están quedando en un mero punto de referencia en el horizonte. La política está contaminando nuestra ayuda. El objetivo de la ayuda humanitaria no es dar ventajas a una parte frente a otra; no estamos a favor o en contra de nadie. De lo que se trata es de prestar asistencia a las víctimas civiles de forma no discriminatoria. La ayuda humanitaria es un salvavidas y no la definen las líneas del frente.
Lo que necesitamos con urgencia es una respuesta financiera mucho más enérgica por parte de la comunidad internacional. Hace falta un enorme paquete global de ayuda para apoyar a la población civil afectada en Siria y a los países vecinos que están acogiendo generosamente a los refugiados.
Por nuestra parte, en la Unión Europea, intensificaremos nuestra asistencia considerablemente. Instamos a otros donantes a financiar a las Naciones Unidas, la Cruz Roja/Media Luna Roja y las ONG internacionales y a que cumplan sus promesas de aportar fondos sustanciales.
Necesitamos recuperar la independencia de la ayuda humanitaria, librándola de cualquier tendencia política o tentativa de manipulación y velar por el respeto del Derecho internacional humanitario.
Necesitamos un compromiso por parte de todas las partes envueltas en el conflicto de permitir a los trabajadores humanitarios operar en cada zona de intervención y a no obstaculizar o impedir la entrega de ayuda, comprometiéndose también a proteger a la población civil, especialmente a las mujeres y los niños, así como a los servicios médicos y su personal.
El hecho de no alcanzar un acuerdo no solo redundaría en un descrédito moral, sino que sería también un terrible error político. Cuánto más sufra la población civil, más difícil será la tarea de reconstruir una Siria en paz.
Existe una expresión según la cual se puede evitar la realidad, pero no se pueden evitar las consecuencias de evitar la realidad. El tiempo apremia.
Kristalina Georgieva, comisaria europea de Ayuda humanitaria.