El ‘tigre digital’ báltico

Estonia es uno de los tres países bálticos que forma parte del grupo de naciones más adelantadas en la enseñanza y utilización de tecnologías de la información y comunicación. Según la organización “Freedom House”, es también uno de los países donde la economía, la prensa e Internet gozan de más libertad. ¿Cómo se ha colocado esta pequeña nación de 1,3 millones de habitantes en posición puntera en el campo de las nuevas tecnologías? Este logro se explica por la adopción de una iniciativa de vanguardia en pro de una Estonia digital, que apuesta por la educación innovadora, la empresa virtual y la ciudadanía digital.


En 1991, después de independizarse de la Unión Soviética, Estonia optó por fomentar la economía digital y la innovación tecnológica masiva, debido a que era un país diminuto y carente de recursos naturales propios. Luego, en 1996, la Fundación “Salto del Tigre” –una entidad de inversión en tecnologías respaldada por el gobierno– puso en marcha un proyecto que llevaba su mismo nombre, y así comenzó la ejemplar transformación de Estonia en una nación digitalizada, “E-stonia”, como la denominó humorísticamente Toomas Hendrik Ilves, ex Presidente de la República (2006-2016). El “Salto del Tigre” dio prioridad a la creación de una infraestructura para las tecnologías de la información y comunicación (TIC) y equipó todos los centros docentes con ordenadores.

Cinco años después, diez empresas públicas y privadas crearon un consorcio de interés público, la Fundación “Look@World”, para popularizar el uso de las TIC e Internet en la educación, la ciencia y la cultura. El objetivo del primer proyecto de esta fundación fue doble: impartir formación a 102.697 personas –o sea, el 10% de la población estonia adulta– para que aprendieran a usar un ordenador e Internet; e iniciar en programación de computadoras a los niños mayores de siete años. Así se empezó a impulsar el uso de las TIC. El resultado fue que en 2016 el 91,4% de los estonios ya usaban Internet, un avance enorme dado que el año 2000 sólo el 28,6% de la población estaba conectada a la Red.

Una consigna: cooperar

La clave del éxito de Estonia con las TIC estribó en el espíritu de cooperación, porque desde el decenio de 1990 los gobiernos sucesivos impulsaron el desarrollo de esas tecnologías con apoyo del sector privado, el mundo universitario y la ciudadanía. También en el espíritu de reciprocidad, porque el Estado se ganó la confianza de sus administrados y éstos, a su vez, le autorizaron a acceder a sus datos personales. Los estonios poseen un programa de identificación digital que haría palidecer de envidia a muchos países importantes, ya que en pocos minutos pueden efectuar en línea cualquier trámite administrativo municipal o estatal.

Para garantizar la transparencia y la responsabilidad, el sitio web del gobierno permite a los ciudadanos gestionar confidencialmente sus datos personales y comprobar con un simple clic si una persona ajena intentó consultarlos. Sólo se han dado casos contados de individuos –médicos o policías principalmente– que infringieron la ley y fisgonearon las bases de datos, creyendo que pasarían desapercibidos. Sus tentativas resultaron vanas “porque un ordenador no se deja sobornar”, como dijo T. H. Ilves,  ferviente defensor de la democracia y administración digitales.

El país de ‘Skype’

Estonia ha abierto sus fronteras para atraer a profesionales de talento e impulsar su economía con empresas emergentes innovadoras. Su capital, Tallin, posee más de 400 empresas de este tipo y el diario New York Times la ha llamado “el ‘Silicon Valley’ del Báltico”. Aquí nació “Skype”, el servicio gratuito de videollamadas que revolucionó el modo de comunicarse en el mundo y se convirtió en un emblema de Estonia, dando al país una notoria visibilidad en el mapa y llegando a figurar como vocablo común en el Diccionario Oxford de lengua inglesa. Otras empresas innovadoras destacadas son “TransferWise” y “Jobbatical”, dedicadas respectivamente a la transferencia de divisas y a las ofertas de empleos que permiten trabajar y viajar a la vez.

El sector terciario, denominado a menudo “sector libre” en Estonia, participó activamente en la creación de un sistema de gobernanza abierta y democracia digital. Para coordinar las contribuciones de la ciudadanía al debate se crearon tres sitios web con fondos públicos. Según Heiki Loot, Secretario General del Gobierno, Estonia es el único país del mundo dotado con un sistema tan transparente para observar la elaboración de proyectos de ley y la coordinación entre los diferentes ministerios.

En 2016 se reconoció que Estonia era uno de los países que mejor había asociado a la ciudadanía a las consultas sobre el Plan de Acción de Gobierno Abierto. Un excelente ejemplo es el sitio web de iniciativas cívicas creado ese mismo año para que los ciudadanos formularan propuestas colectivas y las presentasen al Parlamento. Esta forma audaz de experimentar métodos modernos de adopción de decisiones fue fructífera: se aprobaron tres de las 15 propuestas de ley presentadas al Parlamento por la “Rahvakogu” (Asamblea Ciudadana), que en sus inicios fue una plataforma web que recogía las ideas de los ciudadanos para enmendar la legislación electoral.

La fiebre de las tecnologías innovadoras

Los estonios “están sedientos de nuevas tecnologías”, dice Ave Lauringson, especialista en tecnologías de la información y la educación (TIE) del ministerio de Asuntos Económicos y Comunicaciones. Con el tiempo, el uso de las TIE se ha extendido desde los centros docentes a las comunidades y las actividades de ocio educativo. Recientemente, más de 200 personas –padres de alumnos en su mayoría– asistieron a cursos para aprender a enseñar robótica como actividad extraescolar. Lauringson señala que “un tercio de los escolares que habían realizado una actividad vinculada al uso de las TIE reconocieron que esto influyó en la elección de su carrera”.

La organización sin fines de lucro “Eesti 2.0”, dirigida por T. H. Ilves, tiene por finalidad incitar a los jóvenes a que opten en el futuro por profesiones vinculadas a las TIC, proporcionándoles diferentes instrumentos tecnológicos e ideas para aplicarlos. En el sitio web de esta organización se dice que la idea central es “desarrollar el pensamiento crítico interdisciplinario y vincular las teorías basadas en la ciencia a fenómenos y eventos de la vida real”.

Aunque los clubs de robótica, programación informática y otras tecnologías cosechan un gran éxito entre los jóvenes, la relación de éstos con la democracia y administración digitales sigue siendo titubeante. En efecto, a Lauringson le sorprende que “los jóvenes ávidos de informática ignoren a menudo qué es una firma electrónica […]. No la necesitaron antes para acceder a servicios administrativos y, de repente, a su mayoría de edad les resulta imprescindible para participar en la democracia y administración digitales”.

Otro obstáculo es el nivel de dominio de la informática de los mayores de 60 años que todavía están adquiriendo los rudimentos de esas tecnologías. Cuando se inició “El salto del tigre” hace veinte años, las bibliotecas públicas se transformaron en centros de Internet. Ahora, una vez promocionados rápidamente a la categoría de “especialistas en TIC”, son los bibliotecarios quienes se encargan de enseñar a los jubilados a acceder a la democracia y administración digitales.

Rumbo a 2020

Dominar las tecnologías digitales no debe ser óbice para eludir la sensibilización a los problemas de seguridad y de protección de datos.

Las autoridades hacen campañas publicitarias y adoptan medidas para sensibilizar al público y pedir a los internautas que extremen su vigilancia. El Servicio Estonio de Protección de la Infancia, por ejemplo, lanza alertas contra la difusión de pornografía infantil en Internet. Se han iniciado nuevos programas educativos de la Fundación de TIC para la Educación (HITSA) a fin de propiciar e intensificar la cooperación entre el Estado, las empresas, las universidades y otros centros docentes.

El programa educativo más extendido es el “Proge Tiger”, creado por iniciativa de Ave Lauringson a raíz de una asociación entre el sector público y el privado para instruir en programación informática a todos los escolares de 7 a 19 años, combinando las TIC con las ciencias de la ingeniería y la concepción tecnológica.

El mayor obstáculo es la disponibilidad de docentes. El profesor Jaak Vilo, del Instituto de Ciencias Informáticas de la universidad de Tartu, ya ha advertido que ni siquiera en diez años se podrá formar al número necesario de docentes de programación. Por eso, ha propuesto a los estudiantes más adelantados que impartan una o dos veces al año cursos en línea a los titulados de la enseñanza secundaria para instruir simultáneamente a miles de jóvenes. Ya se ofrecen cursos masivos en línea gratuitos (MOOC) para adultos, pero Vilo recalca que ahora es preciso preocuparse por los más jóvenes.

Hoy se carece de datos exactos sobre la capacidad de los jóvenes para usar con soltura las TIC. La hora de la verdad llegará en 2018, cuando los alumnos del noveno grado de enseñanza tengan que pasar por primera vez los exámenes nacionales previstos en esta materia. Aunque los escolares estonios ya saben utilizar un ordenador, la innovación exige más: poseer la capacidad de crear contenidos digitales y tecnológicos. Pese a la buena clasificación obtenida en el Informe del Programa para la Evaluación Internacional de los Alumnos (PISA), los jóvenes de Estonia no deben dormirse en los laureles.

Para 2020 el sistema educativo estonio tendrá que haber dotado a los escolares con sólidas competencias en materia de solución de problemas complejos, capacidad de pensamiento crítico, creatividad, coordinación en equipo, gestión de personas e inteligencia emocional, cultivando al mismo tiempo el placer de aprender y la alegría de vivir de los escolares. Para conseguir esto, será necesario redefinir los objetivos del sistema y encontrar los docentes que hagan posible alcanzarlos.

Mari Roonemaa (Estonia) is Media Coordinator of the Open Estonia Foundation, which has worked to help develop democracies and open societies in Estonia and other countries for the past 27 years. The former editor of a publication covering Estonia’s tertiary sector, she is also a freelance journalist.

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