El tiro por la culata

Decir que el último atentado de ETA ha tenido efectos balsámicos en la vida pública española puede parecer un dislate y una crueldad, pero es cierto: el tiro que mató al guardia civil Raúl Centeno le ha salido a ETA también por la culata. Los efectos de ese disparo van a ser letales para la organización terrorista y fortalecedores de la democracia española. El crimen ha dado un impulso definitivo a la unidad de los españoles frente al terrorismo. En ese sentido, la frase manida de que "el sacrificio no será en vano" tiene más vigencia que nunca.

Poco queda por decir desde la escena misma del crimen. La fatalidad promovió el encuentro entre los servidores públicos y los asesinos, auspiciando un crimen que, por instantáneamente preparado, es aún más repugnante. Es la escenificación del instinto del exterminador cuando ve una víctima desamparada y no pierde la ocasión. Los guardias civiles desarmados presenciaron su crimen sin defensa posible.

ETA llevaba tiempo intentando matar. Le estaba costando mucho engrasar su maquinaria porque están trufados por los servicios de inteligencia. El último manual de supervivencia interceptado por la policía es patético: un vademécum de consejos para pipiolos del crimen, desbordados por la inercia de una historia que ya no les deja espacio. El prospecto etarra, promoviendo consejos de supervivencia y mecanismos para matar, es tan elemental que resulta dramático y reconfortante: están, sencillamente, derrotados. Podrán asesinar, pero su falta de profesionalidad y su debilidad en todos los órdenes indica claramente que su final está cercano.

ETA ha conseguido algo que parecía imposible. Este crimen no deja espacio alguno a la discrepancia de los demócratas. El vector resultante ha sido la unidad de todos, algo que no existía desde hace más de tres años y que será sin duda letal para ETA. La reacción de José Luis Rodríguez Zapatero ha sido impecable: firmeza extrema en una liturgia solemne de responsabilidad ante los españoles que ha transmitido confianza y ha convocado la unidad de todos los partidos.

El contexto es también definitivo. El ingreso en prisión de la cúpula de Batasuna, en cumplimiento de una sentencia rotunda, ha dejado a ETA sin músculo, sin pulmones y sin coartada política. Euskadi no arde por los cuatro costados como consecuencia de la decisión judicial sencillamente porque en el aire está el negro presagio de la derrota de quienes siguen apostando por la violencia. Se ha legitimado hasta el extremo la aplicación del Estado de derecho para erradicar el crimen. Porque de eso se trata: ya no existe coartada política en una izquierda aberzale a la que todavía algunos creían necesario dar oxígeno para que se desgajase de ETA. Son lo mismo y perdieron su última oportunidad de lograr su transformación en una fuerza po- lítica independiente del terrorismo.

Con todos los españoles unidos detrás del Gobierno para cazar a los asesinos de Raúl Centeno, no hay nadie que se pueda atrever a intentar explicar en clave política la existencia de ETA. Si el lendakari decía hace poco, para apoyar sus tesis partidistas, que la sociedad vasca no le puede dar a ETA el interruptor de sus anhelos, el corolario imprescindible de esa afirmación es que hay que quitarle la ensoñación de que puede llegar a tener la palanca de ninguna intermediación.

La justicia ha establecido que no existe lo que se llamaba "izquierda aberzale", sino cómplices y encubridores del terrorismo. En este contexto, las condiciones para la lucha contra ETA son objetivamente mucho mejores que hace tan solo unos meses. Ahora, con este crimen, la ilegalización de los restos de Batasuna puede caer por su propio peso, porque ETA se lo ha puesto muy cómodo al Gobierno. La única solución es la cárcel para quien no cumpla la ley.

La banda ha vuelto a asesinar en Francia. Algo que había evitado cuidadosamente desde hace más de 30 años. Densidad internacional en unos tiempos en que ningún terrorista, de ninguna naturaleza, puede esperar piedad o condescendencia en una Europa amenazada por Al Qaeda. Si no hay madrigueras, no puede haber animales. En Europa ya no existe ningún puerto seguro donde ampararse de las tormentas. Los entusiastas asesinos de Capbreton no entendieron la naturaleza política de Nicolas Sarkozy. El presidente de Francia, en pleno proceso de expansión de su grandeur, no puede dejar sin castigo un crimen etarra en su propio territorio. Si la colaboración antiterrorista estaba garantizada, ahora ha pasado a ser un proyecto personal del presidente francés.

ETA, con el brutal crimen de Capbreton, se ha salido de la agenda política en el sentido que la quería ocupar. La cara solemnemente colérica de Rodríguez Zapatero; la llamada a Mariano Rajoy para informarle del crimen y la respuesta del líder de la oposición escenificada por todos los partidos democráticos unidos, no le van a permitir a ETA influencia alguna en esta campaña electoral. Podrán volver a matar, pero no lograrán condicionar la respuesta de los españoles que ya está encauzada en la única dirección posible: el arresto de los asesinos y la cárcel para sus colaboradores. El efecto balsá- mico de este crimen es, sencillamente, la recuperación musculada de nuestro Estado de derecho.

Carlos Carnicero, periodista.

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