El Tren Maya no debe atravesar la Reserva de Calakmul

Trabajadores agrícolas y activistas marchan en Ciudad de México en contra del Tren Maya, el 21 de febrero de 2020. La ruta atraviesa la Reserva de Calakmul, la segunda mayor extensión de bosques tropicales en América. (AP Photo/Eduardo Verdugo)
Trabajadores agrícolas y activistas marchan en Ciudad de México en contra del Tren Maya, el 21 de febrero de 2020. La ruta atraviesa la Reserva de Calakmul, la segunda mayor extensión de bosques tropicales en América. (AP Photo/Eduardo Verdugo)

La Reserva de la Biosfera de Calakmul, en México, tiene la segunda mayor extensión de bosques tropicales en América, solo superado por la del Amazonas. La Secretaría de Medio Ambiente mexicana la alaba como la mejor conservada de la región y es hogar de 80% de la flora de toda la península de Yucatán, de 350 especies de aves y un centenar de mamíferos, incluyendo animales en peligro de extinción como el pecarí labios blancos, el pavo ocelado o el jaguar.

Pero si los planes del gobierno de México de construir el Tren Maya —uno de los megaproyectos que impulsa el presidente Andrés Manuel López Obrador— siguen adelante, llegarán miles de turistas a una selva conservada y habrá una franja vallada de más de 40 metros de ancho que creará una frontera humana a lo largo del tramo Selva 2 del tren. Este es el más largo de la ruta, con 287 kilómetros, e irá de la zona de Bacalar, en el estado de Quintana Roo, a Escárcega, en Campeche.

El gobierno de México ha pagado 159 millones de pesos en asesorías que le advierten que construirlo es una mala idea, pero ha preferido ignorarlas. Lo que debería hacer es replantearse el megaproyecto.

Los estudios encargados tanto por el Fondo Nacional de Fomento al Turismo (Fonatur), promotores de la obra, y el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología a científicos y consultoras señalan que esta parte del tren conlleva muchos riesgos, pero las autoridades han decidido ignorarlos, censurando y ocultando informaciones críticas con el objetivo de cumplir un mandato presidencial que huele a obsesión.

El Tren Maya será un lazo de 1,500 kilómetros en la península de Yucatán. De sus siete tramos, es el Selva 2 el que más preocupa a ecologistas y científicos, quienes advierten contra los riesgos ambientales de un tren que tiene como objetivo declarado conectar el modelo de turismo masivo de la Riviera Maya, como Cancún, con la selva mejor conservada de la región.

En una serie de reportajes en el diario El Universal documentamos cómo Fonatur eliminó información y páginas críticas sobre este tramo del “Análisis Costo Beneficio”, documento que debe presentarse ante la Secretaría de Hacienda para que dé luz verde y entregue presupuesto a un proyecto.

Una primera versión se le entregó en noviembre de 2019 con un capítulo que analizaba opciones de trazo. La lectura de las cuatro páginas de la sección “Xul-Ha a Escárcega”, que abarca 250 de los 287 kilómetros del tramo Selva 2, se resumen en que “desde una perspectiva técnica, sería posible diseñar un pretrazo, pero con un gran costo, alto impacto ambiental y social, demasiado complejo para proyectar y construir”.

No se sabe exactamente cuánta gente calcula el Gobierno que usará el Tren Maya. Fonatur ha bloqueado hasta 2026 el acceso al contrato “Asesoría técnica en el programa maestro, preselección de trazo y estimación de demanda del Tren Maya”, con el argumento de que su divulgación podría generar “especulaciones con respecto al funcionamiento del Tren Maya”.

Gracias a investigaciones periodísticas sobre las otras asesorías se ha podido acceder a parte de esa información. Un borrador del “Estudio de Demanda” estima que, en su primer año, el Tren Maya podría transportar 74,000 pasajeros al día de un total de 436,000 posibles. Solo 14,000 serían trabajadores o estudiantes locales, y la mayoría serían turistas. De acuerdo con la ingeniería básica del proyecto, los tramos Caribe 1 y Selva 2 representarán únicamente 1% de los ingresos por carga y 14% por pasajeros.

Pero el objetivo de las autoridades es ambicioso. Las ruinas mayas de Calakmul, para las que hay que internarse 60 kilómetros en la Reserva, reciben 42,000 personas al año. La meta declarada es que la parte sur de la Península de Yucatán y esta zona arqueológica acojan 2.92 millones de turistas anualmente, 200,000 más que las que reciben las ruinas de Chichén Itzá. Atender a tanta gente supondría multiplicar por más de 64 los cuartos de hotel cercanos.

Un estudio encargado por Fonatur advierte que “las amenazas a las que se expone la Reserva de Calakmul (…) son todas aquellas relacionadas con el crecimiento urbano de las poblaciones aledañas, la fragmentación, la tala ilegal, la agricultura, la ganadería y el turismo impulsado por el Tren Maya”. Como proyecto para detonar la economía local proponen un aserradero, sin tener en cuenta el problema que ya existe con los talamontes ilegales.

Si se cumplen las perspectivas del gobierno, el Tren Maya llevará casi tres millones de personas al año a Calakmul, por lo cual la Reserva sufrirá por la acción de miles de seres humanos cada día. Pero en caso de que estén errados, y el turismo de sol y playa decida no ir a conocer las ruinas mayas, igualmente las vallas que se colocarán en las vías crearán una barrera física que dividirá en dos el ecosistema. Juan Carlos Cantú, director de Defenders of Wildlife en México, señaló en Colapso que esta barrera y sus pasos para fauna serán un “embudo” que detonará la cacería del jaguar y otras especies.

El presidente ya ha anunciado que será la Secretaría de la Defensa Nacional la encargada de construir estos dos tramos para evitar trámites burocráticos. Por el momento los militares están construyendo el nuevo aeropuerto de Santa Lucía, y cuando acaben comenzarán a hacer los tramos Caribe 1 y Selva 2.

La inauguración del aeropuerto está contemplada para marzo de 2022. El presidente López Obrador ha señalado que el Tren Maya debe estar listo para finales de 2023, lo cual implica que tendrán menos dos años para hacer los más de 500 kilómetros de esos dos tramos, que van de la turística Tulum a la abandonada Escárcega. Pero las empresas con más experiencia dijeron necesitar al menos 36 meses para hacer un tramo.

El tramo Selva 2 costará, según los estudios de preinversión, 47,000 millones de pesos, casi la tercera parte de los 159,000 contemplados para todo el Tren Maya. Sus vallas partirán en dos la selva de Calakmul y sus vías, si se cumplen las metas, transportarán cada día a miles de seres humanos al corazón de la jungla. En menos de dos años, los militares deberán acabar un tramo que, como señalan los estudios, tendrá un gran costo, alto impacto ambiental y social, y que es demasiado complejo para proyectar y construir.

Científicos, ecologistas, asesorías y estudios independientes insisten en que construirlo es una mala idea. Quizá el gobierno, en vez de ignorar todo lo que le contradice, debería escucharles.

Carlos Carabaña es dibujante y reportero. Forma parte de la Unidad de Investigación del diario ‘El Universal’ en México.

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