El triunfo del miedo

En mayo de 1981, el Papa Juan Pablo II sobrevivió a un intento de asesinato. Treinta años después, Osama Ben Laden fue muerto por las Fuerzas Especiales de los Estados Unidos, pero, al contemplar el mundo ahora, podríamos concluir fácilmente que el dirigente inspirador cuyo credo era el de Roosevelt, quien instaba a temer sólo “el propio miedo” ha perdido y que el fanático que quería dominar el mundo de los “infieles” ha prevalecido.

Hoy el miedo es omnipresente y en ese marco hay que entender los atentados con bombas en el maratón de Boston, pues el ataque pone de relieve e intensifica a un tiempo nuestra inmensa sensación de inseguridad.

Desde luego, la escala del ataque de Boston fue menor que la del 11 de septiembre de 2001, pero los americanos recordarán ese complot casero como un momento sumamente simbólico: un ataque a un venerable acontecimiento deportivo internacional en el Día de los Patriotas. El maratón es un acontecimiento muy apreciado, pues refleja los valores pacíficos de una sociedad democrática que procura transcender sus amenazas mediante pura y simple resistencia. ¿Reforzará un ataque a semejante símbolo la prevalencia del miedo en una sociedad americana que en tiempos se caracterizaba por la esperanza?

El miedo al terrorismo es sólo un segmento de lo que podríamos calificar de estructura del terror en múltiples niveles. En el interior del país, hay miedo a matanzas “espontáneas” como la del pasado mes de diciembre de niños de una escuela en Newtown (Connecticut). Internacionalmente, hay miedo a las guerras civiles en el mundo árabe, a los disturbios sociales en una Europa muy afectada por la crisis y a una posible guerra en Asia a consecuencia de la peligrosa actitud agresiva de Corea del Norte o el irresponsable aumento de la tensión por las disputas territoriales en los mares del Sur y del Este de China. Y, además, hay miedos mundiales relacionados con el cambio climático, las epidemias, las ciberguerras y otros. Esa lista parece inacabable.

Al releer mi libro de 2009 The Geopolitics of Emotion: How Cultures of Fear, Humiliation and Hope are reshaping the World (“La geopolítica de la emoción. Para entender cómo el miedo, la humillación y la esperanza están remodelando el mundo”), parece claro que el miedo ha ganado la partida. ¿Significa eso que ha prevalecido una vez más un Occidente temeroso? ¿Y es el miedo en el resto del mundo una reacción ante la fuerza de Occidente o ante su nueva debilidad?

En cualquiera de los dos casos, Occidente ha esparcido ahora sus emociones negativas, después de haber impuesto en tiempos sus valores más materialistas al resto del mundo. Naturalmente, es demasiado pronto para decir si se trata de la señal de un cambio profundo o una simple tendencia pasajera y la realidad es, sin duda alguna, más simple, pero, para destilar la esencia del estado de ánimo actual, podríamos decir que el miedo es el resultado directo del proceso de mundialización: el mundo no es necesariamente plano, pero de lo que no cabe duda es de que se siente más pequeño... y los “otros” parecen más amenazantes que nunca.

En el período inmediatamente posterior a la segunda guerra mundial, un grupo de franceses idealistas, empeñados en la reconciliación con su antiguo enemigo, declaró que Francia tendría “la Alemania que mereciera”, es decir, que el comportamiento alemán estaría en función de cómo se comportara Francia para con su vecino derrotado.

En el mismo sentido, tendremos los “otros” que nos merezcamos. Si nuestro comportamiento está basado en el miedo, miraremos con sospecha a todos los que son diferentes de nosotros, lo que intensificará el distanciamiento de millones de personas dentro y fuera de nuestros países que creen que no pueden integrarse ni siquiera en las sociedades más abiertas. Su reacción podría, a su vez, poner en tela de juicio esa propia apertura.

Naturalmente, en el interdependiente y transparente mundo actual ninguna sociedad puede protegerse totalmente. No hay posibilidad de aislarse de los mercados mundializados, las crisis de identidad de los vecinos o la humillación sentida por quienes han intentado con tanta energía (a veces descarriada) integrarse. La simultaneidad de incertidumbres xxx , el quid de la propia mundialización, puede tentar a algunos a intentar invertir un proceso que ha llegado a ser ineludible y que nadie controla.

En vista de que todas las alternativas a la mundialización son irrealistas, aterradoras o ambas cosas, ¿cómo podemos sublimar, transcender o al menos canalizar nuestros miedos? ¿Pueden las sociedades occidentales seguir siendo lo que son o al menos deberían ser –abiertas, tolerantes y respetuosas de las diferencias– y al mismo tiempo atender las peticiones de una mayor protección contra las amenazas múltiples, ya sean imaginadas o reales, que afrontamos?

De cómo respondamos a esas preguntas dependerá en gran medida si el miedo tendrá o no la última palabra en un mundo implacablemente mundializado.

Dominique Moisi is Senior Adviser at IFRI (The French Institute for International Affairs) and a professor at L'Institut d’études politiques de Paris (Sciences Po). He is the author of The Geopolitics of Emotion: How Cultures of Fear, Humiliation, and Hope are Reshaping the World. Traducido del inglés por Carlos Manzano.

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