El turismo médico

Barcelona es un destino turístico mundial, eso lo sabemos todos. Hay muchas razones para venir a nuestra ciudad, y una de ellas es seguir un tratamiento médico. Ya sabemos desde hace años que esto ocurre, y a priori podríamos pensar que no es más que el resultado del buen nivel de nuestra medicina. Si fuera así podríamos discutirlo, pero muchos estaríamos de acuerdo con ello por motivos distintos. Tal vez haya quien viaja a nuestro país porque nuestra legislación es más liberal que la de otros países. Lo que empieza a ser preocupante es cuando llegan noticias de que alguien viene a Barcelona para recibir un tratamiento que no está permitido ni en su país ni en el nuestro.

Hay muchas razones para viajar. Una puede ser la cultura o el paisaje del país que se visita, pero hace siglos que la gente viaja a balnearios para recibir un tratamiento especial, como hace muchos años algunos se trasladaban a sanatorios de monta- ña para tratar afecciones pulmonares. Hay turismo sanitario o médico desde que hay transporte. Pero, actualmente, el fenómeno se ha multiplicado con los transportes baratos y la globalización de los tratamientos.

Por ejemplo, existe un número creciente de pacientes de países ricos que viajan para recibir tratamiento en países donde son más baratos, el servicio es mejor o donde no tienen que hacer colas porque no hay listas de espera. En la India, por ejemplo, un país con médicos de nivel, hay una oferta médica de gran variedad que incluye sobre todo cirugía de distintos tipos. El Gobierno indio, que estimula esta actividad, considera que el mercado puede sobrepasar los mil millones de euros en cinco años. Incluso algunas aseguradoras americanas aprueban que sus clientes utilicen estos servicios, que les salen mejor de precio. En la lista de países a los que la gente viaja por razones médicas están Tailandia, Costa Rica, los países de la Europa del Este o incluso Cuba, donde se había instalado un centro para el tratamiento de personas de países amigos del régimen. Evidentemente también EEUU y otros países en los que la calidad médica es muy elevada y donde ciertos tratamientos a menudo son autorizados antes que en otros lugares.

Asimismo, se da el clásico turismo de la gente rica de los países en desarrollo. Los países árabes son grandes consumidores de estos servicios, y también los individuos de las clases dirigentes de los países de África o América Latina. Este era hasta el momento uno de los perfiles de los pacientes que llegaban a Barcelona, por ejemplo, para tratamientos oftalmológicos o urológicos. Últimamente, se le ha sumado la cirugía estética --uno de los mercados en mayor crecimiento--, los tratamientos oncológicos y la medicina reproductiva, incluyendo los abortos. En este aspecto, hay que recordar que no hace mucho eran las mujeres españolas las que viajaban al extranjero, sobre todo a Londres, para ello. Y llegados a este punto se empiezan a ver los conflictos que pueden plantearse en este tipo de turismo, que, sin duda, no es un turismo como otro.

Por una parte, hay que tener en cuenta la libertad del individuo. Una persona puede estar convencida de que en otro país hallará el tratamiento que quizá en el suyo no puede permitirse o no existe, y esta esperanza es respetable. También está la libertad de las empresas de ofrecer sus productos, que, sin duda, responde a una demanda. Pero en todo este entorno hay que tener en cuenta que la medicina no es una industria como cualquier otra. En los países con mucho turismo médico ya se han levantado voces quejándose de que sus mejores mé- dicos se dedican a los extranjeros y dejan de lado a los autóctonos, en una variante de la fuga de cerebros que es difícil evitar. También se crítica que algunos pueden aprovecharse de la ausencia de controles éticos en algunos procedimientos, o que se pueden ofrecer tratamientos con un control de calidad inferior. Incluso se han publicado noticias más o menos confirmadas de abusos --entre ellos, de trasplantes-- en países en los que el origen de los órganos era sospechoso.

Es en este contexto en el que se desarrolla el turismo médico que se practica en Barcelona. Se trata, muy probablemente, de una forma de turismo de alto nivel y que resulta interesante para algunas de las clínicas privadas que hay en nuestro país, que pueden llegar a alcanzar un gran nivel. No obstante, últimamente hemos visto que también pueden darse aquí problemas de carácter ético si se confirma que había clínicas que practicaban abortos fuera de los límites legales. En estas condiciones, quienes velan por la calidad, la legalidad y la ética de nuestra medicina, tanto en el entorno administrativo como profesional, deberían revisar cómo llevan a cabo sus controles. Si Barcelona pasa a ser un destino de viaje para que personas de todo el mundo vengan a tratarse atraídas por la calidad de su medicina, podemos estar contentos. Pero no es de recibo que nuestra ciudad pase a ser un destino médico para pacientes de otros países porque todo el mundo sabe que aquí todo vale.

Pere Puigdomènech, Laboratorio de Genética Molecular Vegetal CSICIRTA.