El 'Valls' de Arrimadas con Sáncheztein

Abraham Lincoln tenía muy claro que «una casa dividida contra sí misma no puede mantenerse», al igual que tampoco puede perdurar «un Gobierno mitad esclavo, mitad libre». Es justo lo que ocurre en esta España caótica en manos de un presidente como Pedro Sánchez que está resultando un desastre sin paliativos y cuya nefanda gestión no presagia nada bueno en el terreno económico y social. Como ya lo ha sido en el sanitario con sus más de 40.000 muertos mal contados a causa del coronavirus.

Todo ello tras llegar a La Moncloa aliado a quienes persiguen desgarrar España y encabezar un Consejo de Ministros de cohabitación en el que, tras su abrazo con quien dijo que nunca pactaría para evitarse el insomnio, se inclina por el populismo de Podemos. Lo hace en detrimento de los pocos resistentes socialdemócratas de su gabinete con la vicepresidenta Calviño de portavoz antes de que se haga rescatar por Bruselas y vuelva a su empleo de alta funcionaria comunitaria.

El 'Valls' de Arrimadas con SánchezteinSostenida en su puesto para darle hechuras al único Gobierno socialcomunista de la UE, la vicepresidenta comienza a alzar su voz como Solbes cuando ya no pudo más con Zapatero y éste lo reemplazó por Elena Salgado para que atisbara los «brotes verdes» que nadie percibía. El relevo de Solbes fue el preludio del adiós de Zapatero tras tener que aplicar un ajuste de 15.000 millones hace ahora justo diez años tras recibir el apremio de Obama, Wen Jiabao, Merkel y Sarkozy para que España no arrastrara en su caída a las economías occidentales.

Bajo este volcán, un político en fuga permanente somete a prueba otro de los asertos de Lincoln de que se puede engañar a algunos todo el tiempo y a todos algún tiempo, pero que no puede engañarse a todos todo el tiempo. Habrá que ver cómo sale librado de su múltiple engañifa para sacar adelante su quinta prórroga del estado de alarma y seguir ostentando los atributos especiales que se arroga a cuenta del coronavirus con la pretensión de alargarlos hasta el verano.

Este plan tiene la vista puesta en aprobar su primer Presupuesto para 2021 tras gobernar desde 2018 con el que heredó de Montoro y usarlo de combustible hasta alcanzar, estirándolo si no le dan los votos para más, el segundo semestre de 2023. Fecha en la que España preside la UE por quinta vez desde 1986 y sobre esa peana alzar su reelección, si bien esto sea mucho correr teniendo en cuenta la lava ignífuga que regurgita el volcán español.

En su trapisonda del miércoles, ha dejado mucho gato escaldado. Así, primero se valió de las urgencias de Inés Arrimadas por despegarse de Rivera para rebajar el prohibitivo peaje de ERC en su pulso por el liderazgo separatista catalán. Lo hizo ocultándole su apaño con Bildu para, aprovechando la cuarentena, enterrar la reforma laboral de 2012 de Fátima Báñez que ha posibilitado la mayor creación de empleo de los últimos años con el aval de la UE y que coincide con los postulados de Cs. Tras proclamar que el Gobierno debía optar por su vía o la de ERC, al estimarlas excluyentes, Arrimadas se topó con Bildu como inadvertido compañero de viaje, tras transigir con el PNV del cuponazo.

Pero si Arrimadas pagó la novatada cayendo en el trampantojo socialista, el PNV incurrió en un exceso de confianza que le ha valido recibir –nada más votar a favor– una puñalada trapera en un asunto de su primordial interés. Para más inri, en plena precampaña vasca. Ello suscita la sospecha de que esta contrarreforma suscrita por el tripartito PSOE, Podemos y Bildu pudiera configurar una alternativa de Gobierno a Urkullu si el PNV se resiente en las urnas de sus errores de gestión con el coronavirus o con el vertedero de Zaldívar, amén de la corrupción que acarrea este prototípico partido-régimen.

Todo ello tras ser decisorio el PNV para defenestrar a Rajoy y aupar a Sánchez a La Moncloa con menos votos propios que jamás lo hizo ningún otro inquilino. Conviene no echar en saco roto que otro tripartito (con PSC, ERC y los restos del naufragio del PSUC) presidido por Maragall sacó a Convergencia del poder tras ser socio tradicional del PSOE. Ello desencadenó una carrera a calzón quitado en favor de la independencia cuando Pujol no había visto preciso modificar el Estatuto de Autonomía.

Apareció el escorpión que lleva dentro y cuya naturaleza le lleva a aguijonear a toda rana a la que persuade de que le ayude a vadear el río. De momento, no se le ha enfrentado otro de su especie, aunque comienza a rodearse de ellos como su vicepresidente Iglesias y su socio etarra Otegi. Ni tampoco nadie se ha enfrentado al alacrán con el carácter de John Ford al sufrir una picadura en el rodaje de Centauros del desierto. Se cuenta la anécdota de que, al llegar la noticia a oídos de los productores, éstos telefonearon a John Wayne, quien les tranquilizó: «Ford se encuentra muy bien. El que ha muerto ha sido el escorpión».

Pero incluso Ford, sobre el que todos coincidían en que era «el peor hijo de puta conocido nunca», según Thomas Mitchell, quien trabajó a sus órdenes en La diligencia, tenía su talón de Aquiles. Harto de sus imprecaciones, un día Mitchell se le encaró: «De acuerdo. Vi María Estuardo». Sabedor de que se trataba de una película fallida, Ford se ausento del plató como alma que se lleva el diablo. Aun así, demostró tener buen encaje y retornó bienhumorado. No así Sánchez, quien nunca perdonó a Rivera que le blandiera en las Cortes su plagiada tesis doctoral.

Como el escorpión que ya ha sido contra compañeros y adversarios, Sánchez se revuelve siempre al estar en su naturaleza. Por eso, no se entiende el acercamiento de Arrimadas. Como ya constató el miércoles desde el paritorio, puede acaecerle lo que a la mariposa blanca a la que cantaba Loles Montoya, con su marido Manuel a la guitarra. Siendo la reina de todas ellas, se exhibía dichosa por los jardines entre las flores más bellas hasta una infausta mañana de primavera en la que un coleccionista, sobre un jazmín en flor, «aprisionó a nuestra reina / la clavó con alfileres, entre cartulinas negras, / y la llevó a su museo de breves bellezas muertas».

Es pronto para saber si esa fatalidad aguarda a Arrimadas tras arrimarse al rosal socialista y descubrir que esos pétalos en los que se posaba envolvían la avispa venosa de Bildu con la que el PSOE había rubricado un pacto para blanquear al brazo político de la organización terrorista ETA. Valiéndose de otra marca, los filoetarras habían cubierto la víspera de pintura roja y pasquines amenazantes la vivienda de la secretaria general del PSE, Idoia Mendia. Nadie del Gobierno ni del PSOE lanzó ningún reproche a los bilduetarras. Al contrario, Sánchez los cubrió de obsequiosidades tras pagar a precio de oro una ignominiosa abstención.

A diferencia de la desdichada mariposa blanca de Lole y Manuel, Arrimadas ha buscado el cazamariposas de quien ya sabe cómo se guía. Si el orgullo echó a perder a un hombre favorecido por el éxito como Rivera, su sucesora tropieza en la misma piedra de la operación fallida en Cataluña con el ex primer ministro francés Valls como aspirante a la Alcaldía de Barcelona.

Tras malbaratar el hito de ser el partido más votado en los comicios catalanes, claudicó a los cantos de sirena de quienes le regalaban los oídos reclamando un partido más transversal en un intento vano por atraerse a esa entelequia llamada «nacionalismo moderado». Luego, tras el fiasco, quiso mostrar una utilidad que no ha sido tal apostando por el mal menor de la continuidad de Colau como regidora. En vez de refrenarla, le dio alas para persistir en su seguidismo independentista.

Ahora, tras vencer el congreso con los axiomas de Rivera frente a sus detractores internos, se desentiende y pone en marcha la operación Valls-2. Ya no con persona interpuesta, sino con ella misma del brazo a Sáncheztein con la vana esperanza de devolver al constitucionalismo a quien, cuando tuvo ocasión, renunció forjando la investidura Frankenstein con quienes defienden todo lo opuesto a la carta fundacional de Cs.

Lejos de frenar la deriva, favorecerá un canje de régimen a cambio de ser un partido-gestoría que logra un trato benigno para sus protegidos. Ello muta la naturaleza de Cs que pasa a ser otra organización particularista. Si los partidos nacionalistas se ocupan de sus pequeñas patrias desatendiendo el interés de la nación, Cs se plegaría a ser una especie de lobby en defensa de intereses privativos ante un gobierno que hace de la arbitrariedad su ley.

Supone optar por ser una especie de Partido Campesino de Polonia u otro de ese jaez de los que existieron en los países satélites comunistas de la extinta URSS desde su más absoluta subordinación a esas dictaduras. Uno de los adalides de ese giro es el eurodiputado Luis Garicano, quien se mantuvo en un discreto segundo plano en el cónclave, pese a apadrinar desde la sombra la candidatura alternativa de Igea, pero que se ha revelado vencedor postrero.

A su juicio, Cs debe limitarse a ser un grupo bisagra y dejarse de los delirios de grandeza de Rivera. A éste, tratando de ser ambicioso, le ocurrió lo que a Ícaro que echó a volar con alas prestadas, hechas con cera y plumas, pero tanto quiso acercarse al sol que la cera se fundió y cayó al mar Egeo.

Arrimadas parece atenerse a lo dicho por Teresa de Jesús a aquella novicia que, mientras desplumaban unas aves para agasajar al obispo, se puso a relatar la aparición que había tenido la noche anterior: «Hermana, cuando visiones, visiones; cuando perdices, perdices». Empero, no parece fácil esa vuelta a aquello que planteó Alfonso Guerra lamentándose de que el CDS de Suárez no hubiera cuajado como partido bisagra que hubiera desplazado de ese lugar a unos partidos nacionalistas que ya apuntaban que no había manera de hacer carrera de ellos.

Lo cierto es que las palabras suenan a responso, una vez el PSOE se asegura de desvencijar cualquier bisagra nacional. Así fue con el CDS, con UPyD y con Cs. Pero es que, además, esa función de bisagra se corresponde con un momento del bipartidismo en el que una formación centrista puede abrir la puerta en una dirección u otra en función de la conveniencia del momento y facilitar el turnismo sin necesidad de mayoría absoluta.

En una hora crítica para el porvenir de España o, si se quiere, ante El dilema de España, por emplear el título de un libro del propio Garicano en el que la disyuntiva de España se cifra entre ser «la Dinamarca del Sur» o «la Venezuela de Europa», lo que no puede Cs es justificar su voto del miércoles en razones sanitarias cuando Sánchez se vale de esas aldabas para ejercer un presidencialismo cesarista incompatible con una Monarquía parlamentaria y gobernar a base de decretos-leyes.

Tal desentendimiento de las consecuencias de sus actos resulta tan cómico como la escena de One, two, three, de Billy Wilder, en el que uno de los personajes, al ser preguntado «¿y usted qué hacía durante el gobierno de Adolf?», responde «¿Adolf? ¿Qué Adolf? Es que yo en aquellos años trabajaba en el metro de Berlín y allá abajo era muy difícil enterarse de lo que pasaba arriba».

Es verdad que a Arrimadas la votación le pilló camino del paritorio. Quizá ello le nublara la mente, o quizá prefiera tirar por la calle de enmedio como una de las protagonistas femeninas de la referida comedia de Wilder. Cuando su novio comunista previene a esta embarazada, hija de un magnate de la Coca Cola, de que no está dispuesto a que eduquen al hijo como un capitalista, le tranquiliza: «Tú no te preocupes, cariño. Lo importante es que al niño no le falte de nada. Después, él ya decidirá si quiere ser un capitalista o prefiere ser un comunista rico».

Francisco Rosell, director de El Mundo.

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