El valor de enfrentar al odio

Asha Deliverance, a la izquierda, la madre de Taliesin Namkai-Meche, a quien asesinaron cuando defendió a dos chicas de un ataque en un tren de Portland. Credit Beth Nakamura/The Oregonian
Asha Deliverance, a la izquierda, la madre de Taliesin Namkai-Meche, a quien asesinaron cuando defendió a dos chicas de un ataque en un tren de Portland. Credit Beth Nakamura/The Oregonian

Podría parecer que Estados Unidos tiene una crisis de liderazgo, con el ascenso de canallas y bravucones, pero lo mejor de ese país se materializó recientemente en un tren suburbano de Portland, Oregon.

El viernes 26 de mayo, un hombre blanco que viajaba en ese tren comenzó a proferir insultos antimusulmanes a una chica negra de 16 años y su amiga musulmana de 17 años, que traía puesto un hiyab. Sería fácil imaginar que la gente preferiría fingir no escuchar lo que sucedía y enfocarse en vez en sus teléfonos celulares. Pero pasó lo contrario: tres valientes pasajeros se interpusieron para proteger a las jóvenes.

Los tres eran muy diferentes. Uno era un recién graduado de la Universidad Reed, de 23 años, tenía cabello largo y trabajaba como consultor. Otro era veterano del ejército, de 53 años, tenía el cabello muy corto y estuvo en servicio en Irak y Afganistán. El tercero es un poeta y estudiante de la Universidad Estatal de Portland, de 21 años, y se dirigía a su trabajo en una pizzería. Los unió la decencia.

Cuando intervinieron, el hombre que molestaba a las chicas sacó un cuchillo, los hirió y después escapó. Rick Best, el veterano, murió allí mismo. Taliesin Namkai-Meche, el recién graduado de Reed, estuvo consciente mientras esperaba la ambulancia. Una buena samaritana se quitó la blusa para cubrirlo; contó que sus últimas palabras fueron: “Quiero que todos en el tren sepan que los amo”. Murió poco después de llegar al hospital.

Otro testigo detuvo el sangrado del poeta Micah Fletcher y llamó a su madre para decirle que acudiera al hospital. Fletcher pasó dos horas en cirugía; le retiraron fragmentos óseos de la garganta, y ahora está recuperándose.

La policía arrestó a Jeremy Christian, de 35 años, un supremacista blanco, y lo acusó de los asesinatos. El ataque en el tren no concuerda con el discurso sobre el terrorismo que prevalece en muchos países, pero es un recordatorio de que el terrorismo puede adoptar muchas formas. El año pasado era menos probable que los estadounidenses fueran asesinados por un terrorista musulmán (las probabilidades eran de una en seis millones) que por ser musulmanes (las probabilidades eran de una en un millón), de acuerdo con Charles Kurzman, de la Universidad de Carolina del Norte.

A veces podemos encontrar la inspiración en la tragedia. En ese tren vimos que la valentía y el liderazgo están vivos: no siempre en Washington, pero sí entre los estadounidenses comunes que convergieron en un tren suburbano y enfrentaron una amenaza a nuestra humanidad.

Los sucesos recientes me han decepcionado. El viaje al extranjero del presidente Donald Trump marcó la abdicación del liderazgo estadounidense, cuando la canciller alemana Angela Merkel concluyó que Europa ya no puede confiar en Estados Unidos. El presupuesto de Trump fue intelectualmente deshonesto y moralmente repugnante, con cortes al financiamiento para el combate al sida a nivel mundial que por sí solos podrían resultar en la pérdida de un millón de vidas.

Pareciera que la Casa Blanca no representa nada más que el capitalismo clientelista y el acto de convertir en chivos expiatorios a los refugiados, los musulmanes y los inmigrantes. Creo que los “valores” de Trump se centran sobre todo en el narcisismo, el nepotismo y el nihilismo.

Esto es contagioso: Cass Sustein, de Harvard, cita una investigación psicológica que indica que Trump ha logrado que sea más aceptable que los estadounidenses adopten la xenofobia. El año pasado escribí que “Donald Trump está convirtiendo a Estados Unidos en un lugar más cruel” al promover la intolerancia en Oregon, donde crecí, y en todo el país.

No sabemos si el asesino del tren de Portland se sintió envalentonado para gritarle a la chica musulmana debido a las diatribas contra los musulmanes de Trump, como tampoco podemos estar seguros de que las condenas del presidente contra los reporteros hayan causado que el candidato republicano de Montana, Greg Gianforte, tumbara al suelo a un periodista. Sin embargo, cuando un presidente incita al odio, la civilización se crispa.

Si todo esto es un hilo en el tejido de Estados Unidos, otro sector está representado por los tres hombres que actuaron en ese tren. También está representado por los buenos samaritanos que los ayudaron cuando fueron acuchillados, por las incontables personas que se unieron a los velorios para honrar a las víctimas y que donaron más de un millón de dólares en unos cuantos días para las familias de los asesinados y el sobreviviente.

Es bueno que finalmente la Casa Blanca haya reconocido a estos héroes mediante un tuit. No obstante, habría sido más convincente si el mensaje se hubiera emitido antes y en la cuenta de Trump, @realDonaldTrump, en vez de hacerlo en @Potus, que es manejada por su equipo.

Lo que entendieron los tres hombres de Oregon, a diferencia de la Casa Blanca, es que en una sociedad sana la islamofobia no solo denigra a los musulmanes, el racismo no solo degrada a los negros, la misoginia no solo lastima a las mujeres y la xenofobia no solo insulta a los migrantes. En cambio, nos rebajan a todos, así que todos tenemos un papel en el combate a la intolerancia.

Best, el veterano, tenía tres hijos adolescentes y una hija de 12 años, y espero que todos ellos comprendan que su padre murió retando a la venenosa intolerancia que amenaza nuestro tejido social. Cayó en el campo de batalla de los valores estadounidenses. Merece la oportunidad de ser enterrado en el Cementerio Nacional de Arlington.

Algo que he aprendido en mi carrera como reportero es que al lado de lo peor de la humanidad, uno encuentra lo mejor. La prueba a la que estamos sometidos todos nosotros es ver si podemos responder con valentía al odio y al nihilismo y, como dijo Namkai-Meche en sus últimas palabras, con amor.

Al salir de la cirugía, débil pero indomable, Fletcher escribió un poema que nos ofrece una guía. Según el Oregonian, parte de este reza así:

“I, am alive.
I spat in the eye of hate and lived.
This is what we must do for one another
We must live for one another”.

“Estoy vivo.
Le escupí al odio a los ojos y sobreviví.
Esto es lo que hemos de hacer los unos por los otros
Hemos de vivir el uno por el otro”.

Nicholas Kristof.

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