El verdadero Fidel Castro

Nací en La Habana hijo de emigrantes españoles, y allí viví lo acontecido en la isla entre 1952 y 1960. Me gustaría compartir algunos «detalles» de ese periodo, que quizá no sean popularmente conocidos. Durante los siete años de dictadura corrupta de Fulgencio Batista, la mayoría de la población se rebeló, destacando dos movimientos: El de Fidel Castro, en Sierra Maestra (en la provincia más oriental de la isla), y el de Jose Antonio Echeverría, líder estudiantil de la Universidad de La Habana. En 1957, Echeverría atacó con cuarenta hombres el Palacio Presidencial. El intento fracasó, y Batista escapó. Sólo salieron con vida media docena. Echeverría no sobrevivió.

Si Echeverría hubiese triunfado, hoy Cuba no sería un país marxista leninista. Mientras, Fidel y su guardia de corps seguían resguardados en Sierra Maestra.

En 1958, Batista envió un tren con armamento de La Habana a Santiago, pero el coronel que comandaba el tren se vendió a Fidel por una suma desconocida. Este arsenal ponía a Castro en una situación magnífica para combatir al ya desmoralizado ejército, permitiendo que sus guerrilleros avanzaran hasta Santa Clara, entre La Habana y Santiago.

Castro volvía a tener suerte tras desaparecer un líder tan carismático como Echeverría. Por esas fechas, Herbert Matthews, del New York Times, le hizo la campaña de cobertura y apoyo internacional que Fidel aún no tenía, sobre todo desde que le entrevistó en Sierra Maestra.

Muerto Echeverría, la población se volcó con el «Movimiento 26 de julio», el brazo político de Castro. Cuando Batista huye de Cuba en enero del 1959, Castro ordena una huelga general revolucionaria, seguida por la población. El viaje de Castro hacia La Habana con sus hombres llevando rosarios al cuello, duró unos diez días y fue en olor de multitud. La propaganda funcionó a la perfección.

Cuba creía que con Castro volvería la democracia, que lideraría uno de los partidos y arrasaría en las primeras elecciones. Era lógico, Fidel tenía un carisma excepcional. Sus discursos de siete horas, mantenían a todos «pegados» a la televisión. Era un excelente orador. Orador de barricadas, si, pero un gran orador.

Mi ya escasa convicción sobre la bondad de la revolución se dinamitó con la renuncia de Huber Matos, comandante de la revolución y compañero de Castro en Sierra Maestra. Matos describía cómo el partido comunista estaba infiltrándose en todas las instituciones del Estado, hasta el punto que en la provincia de Camagüey dirigida por Matos, por nombramiento de Castro, las órdenes venían del partido, cortocircuitando las emanadas del propio Matos. Castro le condenó a veinte años de cárcel.

Durante 1960, los hechos de gobierno se radicalizaron. A las ya expropiadas empresas norteamericanas, se sumaron las de cubanos y españoles. Muchas cerraron. La producción agrícola y ganadera cayó, la inversión extranjera cesó y el PIB se desplomó.

El control sobre la prensa fue total. Al principio se implantaron «coletillas», que eran comentarios incluidos después de cada artículo, con los que el comisario político del periódico, intentaba desmontar las tesis del articulista y le insultaba o amenazaba. Esto duró poco. Prensa, radio y televisión fueron expropiados en pocos meses.

Los portavoces del régimen decían que hasta no alcanzar los objetivos de la revolución, no habría democracia. La llave de la dictadura comenzaba a cerrarse, sellándose en 1961, cuando Castro dijo que él siempre había sido «marxista leninista». La desfachatez de la mentira no tenía límites: En 1960 había afirmado que «él nunca había sido comunista».

Cuba es «top» en número de presos políticos. Los disidentes en la isla tienen que ocultar que lo son, pues están vigilados por los CDR (Comités de Defensa de la Revolución) de cada manzana, compuestos por varias personas afectas al régimen. A decisión del CDR, tienes que explicar de dónde vienes, a quien has visto, enseñar lo que lleves, etc.

Mi padre, con su experiencia y su socarronería asturiana, dijo a mi madre: «Creo que este “muchacho” debería estudiar la carrera en España porque aquí se va a tardar en recuperar la normalidad en las Universidades». A las dos semanas volaba hacia Madrid. Era noviembre de 1960.

Bastantes medios de comunicación españoles, han demostrado un profundo desconocimiento de la historia de Cuba y del señor Castro o bien, y esto sería aun peor, si cabe, inoculan información deformada, en definitiva falsa, porque se impone su ideología de izquierdas y su proverbial antinorteamericanismo.

No quiero concluir sin referirme brevemente a la economía. En 1959 y a pesar del régimen de Batista, el PIB per capita de Cuba era el segundo de Latinoamérica, superior al de España y cercano al de Italia. Hoy, la comparación hay que hacerla con Haiti y similares. Éste es el bienestar económico que le ha legado al pueblo de Cuba los 57 años de dictadura castrista.

Enrique Álvarez, economista.

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